Moscú

Dos batiscafos rusos se posaron ayer, en una hazaña sin precedentes, en el lecho marino situado a más de cuatro mil metros de profundidad bajo el Polo Norte, donde depositaron la bandera de Rusia tras casi diez horas de inmersión en las heladas aguas del Ártico.

Además de realizar investigaciones científicas, la expedición rusa «Ártico-2007» busca pruebas geológicas para demostrar que el lecho marino de una vasta zona del Polo Norte pertenece a Rusia.

Los científicos pretenden demostrar que la cordillera submarina Lomonosov, que se eleva 3.700 metros desde el fondo del Océano Glacial Ártico y se extiende más allá del Polo Norte, es continuación de la plataforma continental de Siberia.

La zona sobre la que Moscú reclama derechos tiene una superficie de 1,2 millones de kilómetros cuadrados y se cree que acoge una cuarta parte de las reservas mundiales de hidrocarburos.

Esta zona reclamada por Rusia desde 2001 se cree que es una de las más ricas en petróleo y gas, además de contener minerales, incluidos diamantes, oro y platino.

«Hurra, hurra, hurra», exclamaron los miembros de la expedición científica del buque nodriza laboratorio «Académico Fiodorov», tras izar el primero de los batiscafos («Mir-1») hasta la superficie helada del Polo Norte. El «Mir-1» emergió a las 15.08 GMT tras 8 horas y 40 minutos de viaje de vuelta desde una profundidad de 4.261 metros; mientras su gemelo, el «Mir-2», se dejó ver a las 15.15 GMT tras 9 horas y 28 minutos desde 4.302 metros en el fondo del Ártico.

«¡Qué bien se está ahí abajo! Si dentro de cien o mil años alguien desciende al lugar donde estuvimos, verá la bandera rusa», aseguró Artur Chilingarov, vicepresidente de la Duma y uno de los tres tripulantes del «Mir-1».

El regreso a la superficie fue mucho más lento que la inmersión (tres horas) debido a la necesidad de superar los efectos de la descompresión tanto en los instrumentos y equipos como también el organismo de los tripulantes, que deberán pasar algún tiempo aislados en una cámara especial.

La tripulación del «Mir-1» depositó en el lecho marino una bandera rusa de más de un metro de altura, hecha de titanio y resistente a la corrosión. El «Mir-1», en el que también viajaba el piloto Anatoli Sagalevich y el diputado Vladimir Gruzdev, tocó fondo a las 08.08 GMT, tras casi tres horas de inmersión en el punto de coordenadas 90 grados latitud Norte. «Nos posamos suavemente. El suelo es de color amarillento y no se ven habitantes de las profundidades marinas», dijo Chilingarov.

Transcurridos 27 minutos y a unos 41 metros de distancia, se posó el «Mir-2», pilotado por el ruso Yevgueni Cherniayev, al que acompañaban el científico australiano Michael McDowell y el millonario sueco Friedrick Pausen, quien pagó tres millones de dólares por participar en la aventura.

Ambos batiscafos permanecieron en el lecho marino durante más de hora y media, para tomar pruebas de lecho y agua, y con instrumentos a bordo realizaron mediciones geomagnéticas y geofísicas desde ese punto geográfico.