Oviedo,

E. FUENTES / Agencias

La devaluada cumbre del G-8 en la ciudad italiana de L'Aquila llega hoy a su fin sin que se hayan alcanzado acuerdos de especial relieve en sus dos primeras jornadas, toda vez que los países emergentes representados en el G-5 (China, India, Brasil, Sudáfrica y México) no se han adherido al entendimiento alcanzado el miércoles por los ricos (EE UU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Canadá, Italia y Rusia) sobre el cambio climático.

El G-5 se negó a asumir el compromiso reclamado por el G-8 de reducir sus emisiones de gases con efecto invernadero en un 50% de aquí a 2050. A cambio, los países más industrializados se comprometían a reducir las suyas en un 80%. Los emergentes tan sólo se adhirieron al compromiso de limitar a 2 grados centígrados el aumento de la temperatura media global en el siglo XXI, lo que no conlleva cuota de reducción de emisiones alguna, pero representa un principio de acercamiento entre ambos grupos en la conocida como lucha contra el cambio climático.

La voz más claramente distanciada fue, junto con la de India, la de China, cuyo presidente, Hu Jintao, abandonó L'Aquila el miércoles reclamado por el estallido de violencia étnica de Xinjiang. Los representantes chinos en la cumbre dejaron claro que no se sienten vinculados en modo alguno por el acuerdo del G-8 e hicieron hincapié en que los ricos han de tener en cuenta las condiciones de desarrollo de los países emergentes y pobres. En concreto, China resaltó que aún ha de recorrer «un largo camino» de modernización, industrialización y urbanización.

Por si fuera poco, el secretario general de la ONU, el surcoreano Ban Ki-moon encontró insuficiente el acuerdo que al G-5 le parece excesivo. Ban Ki-moon consideró «insuficientes» los porcentajes de recorte de emisiones propuestos por los grandes y afirmó que hay «un imperativo moral y político» de luchar contra el cambio climático, ya que se está viviendo una «responsabilidad histórica» respecto al medio ambiente, la humanidad y el planeta Tierra.

En el otro polo se situó el presidente de EE UU, Barack Obama, cuyo reto es proyectar una imagen clara de liderazgo en esta cumbre. Obama destacó los «importantes pasos adelante» contra el cambio climático que, en su opinión, se han dado en la cumbre y expresó su convencimiento de que será posible conseguir un acuerdo sobre cuotas de emisiones contaminantes antes de la conferencia mundial de Copenhague, convocada para diciembre próximo.

El cambio climático no agotó, sin embargo, la agenda de la segunda jornada de una cumbre que el miércoles lanzó un mensaje de prudencia respecto a la evolución de la crisis económica e instó a mantener los planes públicos de estímulo para asegurar la recuperación.

Así, el llamado Foro de Economías Principales, compuesto por el G-8, el G-5, Australia, Corea del Sur e Indonesia, se comprometió a avanzar seriamente en la liberalización del comercio global y alcanzar el año próximo un acuerdo en las semiparalizadas conversaciones de la Ronda de Doha. El compromiso incluye también medidas para el desarrollo de los países pobres, que, en plena crisis, aparece no sólo como un imperativo moral sino como una necesidad para ayudar a ganar la batalla a la recesión y el estancamiento económico.

Sin salir del plano de la crisis, China pidió una reforma gradual del sistema de divisas internacional para hacerlo más diversificado y «racional», ya que, en opinión de Pekín, la excesiva dependencia del dólar ha extremado la vulnerabilidad del sistema financiero y, en consecuencia, ha amplificado las consecuencias de la crisis financiera.

Por otra parte, el presidente Zapatero llegó ayer por la tarde a L'Aquila donde participará en las diversas reuniones paralelas organizadas por Italia para dar relieve a un club, el G-8, cuyo protagonismo mundial ha sido eclipsado por el G-20 desde el estallido de la crisis.