Nueva York / Oviedo

El presidente Obama ha ordenado investigar los intentos de la Administración Bush de ocultar el asesinato, en 2001, poco después del inicio del conflicto de Afganistán, de un millar largo de prisioneros talibán por parte de un «señor de la guerra» afgano respaldado por la CIA.

Fuentes oficiales y de organizaciones de Derechos Humanos citadas ayer por «The New York Times» afirmaron que las investigaciones sobre la ejecución y entierro en fosas comunes de los prisioneros, confinados en una cárcel de Kunduz por el general Abdul Rashid Dostum, se paralizaron porque éste trabajaba con la CIA. En una entrevista concedida a la CNN durante su visita a Ghana, Obama explicó que los indicios de que el caso no fue investigado adecuadamente llamaron su atención recientemente, por lo que pidió a su equipo de seguridad nacional que recabe los hechos conocidos, tras lo cual tomará una decisión.

Al parecer, el millar de talibanes asesinados se habían entregado voluntariamente a la Alianza del Norte a finales de 2001. Los prisioneros quedaron bajo la custodia de Dostum, que posteriormente habría de servir como jefe del Estado Mayor en el Ejército del Afganistán postalibán.

Dostum, combatiente comunista en la década de 1980, lideró una de las milicias que se enfrentaron a los talibanes, respaldados entonces por EE UU porque luchaban contra la URSS. Sin embargo, el señor de la guerra se puso del lado de los norteamericanos cuando éstos entraron en Afganistán en el otoño de 2001 y recibió entrenamiento militar y de la CIA.

Las primeras acusaciones contra él datan de 2002, cuando un artículo de la revista «Newsweek», que citaba un memorándum confidencial estadounidense, aseguró que los prisioneros murieron en camiones en los que eran trasladados desde Kunduz, en el norte del país, a la cárcel de Sheberghan, unos doscientos kilómetros al Oeste, cerca de Mazar-e-Sharif.

Dostum es actualmente uno de los más cercanos aliados del presidente afgano, Hamid Karzai, pero estuvo viviendo varios años en el exilio en Turquía hasta que el mes pasado fue repuesto en su cargo de ministro de Defensa. Decidió partir al exilio tras haber sido acusado del secuestro de Akbar Bai, un antiguo aliado político del actual presidente que después se convirtió en uno de sus rivales.