Oviedo, Eugenio FUENTES

Clegg pinchó, pero, confirmando las previsiones de las encuestas, tiene en sus manos la decisión sobre el color del futuro Gobierno británico, que, por el momento, se mantiene en la incertidumbre. El líder de los liberales-demócratas recibió ayer sendas ofertas negociadoras del ganador en minoría de las elecciones, el conservador David Cameron, y del primer ministro, el laborista Gordon Brown. En su primera cita con las urnas como jefe de Gobierno, Brown recibió el varapalo que se le vaticinaba y quedó segundo en votos y escaños, poniendo fin a la racha de victorias laboristas iniciada por Blair en 1997.

Los resultados de las «elecciones del cambio» confirmaron con gran precisión el adelanto del sondeo a pie de urna difundido por tres televisiones británicas a las once de la noche del jueves. No hay mayoría absoluta y nadie tiene escaños suficientes para gobernar solo con apoyos puntuales. Habrá, pues, que muñir un acuerdo de alcance y no se descarta la entrada de liberales en el Gobierno, acabe siendo éste conservador o laborista.

Con una participación del 65,1%, cinco puntos superior a la de 2005, los conservadores obtuvieron 306 de los 649 escaños en juego, 97 más que en 2005, gracias al apoyo de un 36,1% de los votantes. Les separan, pues, de la mayoría absoluta 20 escaños, un vacío que no pueden colmar sólo con los ocho de los unionistas del Ulster.

Los laboristas se quedaron en 258 (-91), con un respaldo del 29%, y los liberales tuvieron que conformarse con 57 (-5) y un 23% de votos, un resultado muy pobre para sus expectativas. Juntos suman 315 escaños, nueve más que los «tories», a once de la cifra mágica de los 326. Podrían acercarse a ella recurriendo a los nacionalistas escoceses (6) y galeses (3), y beneficiándose de que los cinco diputados del Sinn Fein, el antiguo brazo armado del IRA, no acuden al Parlamento de Westminster.

En su primera comparecencia ante los británicos tras la noche electoral, Brown intentó calmar la incertidumbre que ha causado en sus conciudadanos el primer «Parlamento colgado» desde 1974, una situación habitual en el continente, pero no en las Islas. El primer ministro reconoció que los resultados «no son normales» y que los británicos están ante «un panorama desconocido para esta generación de políticos», por lo que se comprometió a pilotar el proceso para lograr un Gobierno estable.

Brown, a quien la norma parlamentaria concede la prioridad para determinar si está en condiciones de seguir adelante tras las elecciones, decidió, sin embargo, plegarse al esquema reclamado poco antes por Nick Clegg. El líder liberal consideró que, al resultar ganador en votos y escaños, es Cameron quien debe sondear primero sus posibilidades. Y Cameron tardó poco en hacerlo.

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El líder «tory», cuya reacción a los primeros resultados que confirmaban su triunfo fue un terminante «el cambio requerirá nuevo liderazgo» porque «el sistema está roto», se puso en seguida en contacto telefónico con Clegg para hacerle llegar una «amplia oferta» de Gobierno, que empezó a ser explorada anoche mismo.

La proposición, que intenta fijar los posibles puntos de acuerdo, tiene un flanco muy débil: la reforma electoral. Pese a que la actual ley electoral también les perjudica, aunque menos que a los liberales, los conservadores relegan a más adelante, dentro de la legislatura, su reforma, que no ven en absoluto con buenos ojos, temerosos de que abra una era de coaliciones que les relegue durante años a la oposición. Por ello, los «tories» no son esencialmente sensibles al hecho de que los dos principales partidos sólo concentren actualmente el 60% de los votos, cuando hace medio siglo sumaban el 90%.

Pero la reforma de la ley electoral es el punto estrella del programa de Clegg y es el gran rédito que puede obtener por su apoyo para formar Gobierno, ya que dejaría atrás el actual sistema y llevaría a los liberal-demócratas al primer plano de una vez por todas. El jueves, sin ir más lejos, con sólo un 20% menos de votos que los laboristas, los liberal-demócratas obtuvieron la quinta parte de escaños.

Consciente de ello, Brown, que se ha avenido a esperar un eventual fracaso de las conversaciones entre Cameron y Clegg antes de iniciar su propia negociación, ya ha dado a conocer su propia oferta: un pacto de legislatura que regule las medidas para salir de la crisis y aborde de forma inmediata una reforma de la ley electoral, que será sometida a referéndum.