Bangkok / Oviedo

El Ejército tailandés proclamó ayer una zona de «disparo libre» en Bangkok, la capital del país, en la que está permitido el uso de fuerza letal contra todo aquel que intente atravesarla, según informaron testigos presenciales a la cadena BBC durante el tercer día consecutivo de enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y los rebeldes opositores conocidos como «camisas rojas». El balance de muertos superaba anoche la veintena, a los que había que sumar cerca de 200 heridos. Ocho de los muertos se registraron ayer mismo.

Aunque los enfrentamientos son continuos y se ha disparado con bala en numerosas ocasiones, el primer ministro, Abhisit Vejjajiva, advirtió de la inminencia de una acción armada para aplastar a los cerca de 10.000 rebeldes que desde hace casi dos meses paralizan el corazón comercial de Bangkok. Las palabras de Vejjajiva hacen temer que una auténtica carnicería culmine una revuelta que ya ha causado más de 50 muertos y unos 1.400 heridos.

«No vamos a dar marcha atrás y permitir que aquellos que transgreden la ley y han creado una milicia armada, intimiden al Gobierno» dijo el jefe del Ejecutivo en un discurso retransmitido por los canales de televisión. El discurso fue su primera intervención pública desde que el pasado jueves estallaron los actuales disturbios, que pusieron fin a una fase negociadora en la que pareció que un acuerdo estaba al alcance de la mano. Al mismo tiempo que Vejjajiva pronunciaba estas palabras, unos 2.000 camisas rojas del frente antigubernamental se dirigían en motocicletas y otros vehículos en dirección a la «base roja». Dentro de este área fortificada, infectada de pulgas y moscas que revolotean alrededor de toneladas de basura, la gente escuchaba las arengas de los líderes que desde hace casi dos meses exigen la disolución del Parlamento y elecciones anticipadas.

El Ejército, que impide la entrada de civiles a la «zona roja» pero permite que salgan de ésta, tiene emplazados francotiradores cerca de las posiciones tomadas por los soldados y ha colocado letreros que advierten a posibles intrusos de que están a punto de entrar en la zona de «disparo libre», en la que está prohibido entrar.

Testigos presenciales describen un combate desigual, con militares, atrincherados tras sacos de arena y armados con fusiles automáticos, que esquivan con facilidad las piedras y cócteles molotov lanzados por los «camisas rojas». «La situación se parece cada vez más a una guerra civil», declaró uno de los líderes de la protesta, Jatuporn Prompan, al diario británico «The Guardian». «Tenemos que seguir peleando. A los líderes del país no se les debería ni pasar por la cabeza que vamos a rendirnos».

En esas condiciones, el departamento de Estado de EE UU autorizó ayer a su personal diplomático no esencial en Bangkok, así como a sus familias, a abandonar Tailandia por los disturbios que se registran en ese país. «Aquellos que decidan irse del país tomarán vuelos civiles», aclaró el funcionario, quien añadió que Washington no fletará aviones militares para sacarlos de Bangkok. El Gobierno español ha aconsejado no viajar a Bangkok.