Delegado en Asturias de la asociación Paz con Dignidad. Experto en Colombia y en Derechos Humanos en países en conflicto

Oviedo, Eugenio FUENTES

David Ruiz Bascarán, delegado en Asturias de la asociación Paz con Dignidad, es un profundo conocedor de Colombia, que hoy celebra elecciones presidenciales, y un especialista en Derechos Humanos en países en conflicto. Ruiz Bascarán es crítico en su balance de los ocho años de presidencia de Uribe y da numerosas claves para entender la realidad colombiana.

-Los colombianos están llamados hoy a elegir presidente, tras los ocho años de Álvaro Uribe. ¿Cuál es su balance presidencial?

-Uribe basó su campaña de 2002 en alcanzar la seguridad mediante la derrota militar de las guerrillas, en particular de la principal, las FARC. Así que el balance es negativo, porque en ocho años no ha logrado lo que dijo que haría en cuatro. Ha conseguido golpes fuertes contra la guerrilla, pero las FARC siguen presentes en muchas áreas de Colombia.

-Sin embargo, se despide con un 70% de respaldo popular.

-El bombardeo mediático para sostenerlo es impresionante, aunque es verdad que la percepción de seguridad ha aumentado. Uribe ha logrado incrementar la seguridad en las carreteras, con el apoyo de EE UU, mediante un gran despliegue militar y un presupuesto para Defensa que triplica el de Educación y es el mayor de América Latina.

-Ya se puede viajar por el país.

-Uribe ha sacado a la insurgencia de los centros urbanos importantes y de los alrededores de las principales carreteras. Pero el conflicto se desplaza a zonas rurales. La guerrilla empieza a recuperar posiciones y tiene presencia en 24 de 32 departamentos. Las FARC, con universitarios entre sus altos mandos, tienen origen campesino. Y el campesino es paciente y conocedor del terreno.

-Santos, el delfín de Uribe, insiste en el programa de «seguridad democrática». Las encuestas auguran un empate técnico con Mockus, el ex alcalde de Bogotá.

-Santos representa la continuidad de las políticas de Uribe. Pero tiene un borrón: era ministro de Defensa cuando saltó el escándalo de los «falsos positivos», la ejecución extrajudicial de al menos 1.800 acusados de ser guerrilleros sin serlo.

-¿Por qué se los ejecutó?

-Un ejemplo. En Soacha, periferia de Bogotá, supuestos agentes de contratación ofrecieron trabajo en regiones alejadas. Los que viajaron fueron asesinados. Las estadísticas los presentaron como guerrilleros muertos por el Ejército, que así hacía gala de contundencia. Los mandos lograban, además, prebendas.

-¿Mockus es un cambio?

-Se presenta como un político de distinto cuño, con otro estilo y otra ética. Parte de la población ve en él la posibilidad de otra manera de hacer política. Pero en lo programático no hay grandes diferencias. El libre comercio con EE UU, las bases militares estadounidenses o la política de seguridad democrática son defendidos por ambos. Mockus insiste en la educación cívica y, hasta donde se sabe, está limpio de relaciones con paramilitares o narcos.

-Parece que habrá que ir a la segunda vuelta del 20 de junio.

-Ahí todo dependerá de las alianzas. Además de Santos, hay más candidatos que se reclaman de Uribe. Quien tiene diferencias más marcadas en lo social es Gustavo Petro, del Polo Democrático Alternativo.

-Mockus buscará su apoyo.

-Sí, pero no es fácil, porque las diferencias programáticas son de fondo. El Polo abarca un espectro muy amplio que va del centrismo a sectores de la extrema izquierda.

-¿Podrá el ganador acabar con la guerrilla por las armas?

-Los estudiosos del conflicto dicen que no. Es precisa la generosidad de los insurgentes y del Estado.

-¿Cuáles son las causas de un conflicto tan largo?

-En Colombia hay un conflicto armado no porque sea un país muy pobre sino porque es un país muy rico. Las raíces últimas se hunden en la colonización, en la acumulación de tierras con violencia. Pero yendo a la fase moderna, las FARC, marxistas, nacen en 1964 en respuesta al bombardeo de Marquetalia, en el sur, donde campesinos armados se habían declarado independientes. Lo que nació como un grupo de autodefensa fue creciendo y se propuso la toma del poder. Su auge militar lo vivió a mediados y finales de la década de 1990.

-¿Y la otra guerrilla, el ELN (Ejército de Liberación Nacional)?

-Está más debilitado. Su origen es diferente. Nace, en la misma época que las FARC, de las inquietudes de universitarios y cristianos de base vinculados a la teología de la liberación. Todo, al calor de las luchas de liberación nacional de Argelia o Cuba. También se declara marxista.

-A ambas se las califica de narcoguerrillas.

-El narcotráfico atraviesa todos los estamentos de la sociedad colombiana, pero no es una característica principal de la guerrilla, que, aunque obtenga dinero de él, sigue teniendo postulados políticos. La ONU, Amnistía Internacional (AI) y otras organizaciones estiman que si se busca la paz hay que rebajar la intensidad del conflicto y desarmar el lenguaje, algo a lo que no ayuda calificar a la guerrilla de «narcoterroristas», como hace el Gobierno.

-En paralelo a la guerrilla surgen los paramilitares.

-Aunque las AUC (Autodefensas Unidas de Colombia) datan de 1997, los paramilitares vienen actuando con distintos nombres desde hace 50 años. Hasta la desmovilización pactada en 2003 se proclamaban contrainsurgentes, pero estudiosos militares han revelado que no combatían mucho con la guerrilla sino que, en palabras de su líder, Carlos Castaño, empleaban la táctica de «quitar el agua al pez»: matar a los líderes sociales de las zonas donde hay guerrilla para desactivar a la población. Esa táctica estuvo favorecida por excesos de los insurgentes con la población, que los hubo. Ahora bien, lo que resulta significativo es que en la mayor parte de las zonas donde se implantaron los paramilitares había grandes intereses económicos: empresariales, de narcotráfico o de acumulación de tierras.

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David Ruiz Bascarán (Oviedo, 1967) ha vivido los últimos diez años en Colombia, dedicado a labores de cooperación para el desarrollo y defensa de los Derechos Humanos (DD HH).

Licenciado en Sociología y Ciencias Políticas, es master en Cooperación Internacional, Descentralización y DD HH por la Universidad del País Vasco, así como en DD HH y Derecho Internacional Humanitario por la Javeriana de Bogotá.

Durante los últimos tres años y medio ha sido coordinador de un proyecto piloto de la ONU sobre Desarrollo Local y DD HH. En los últimos meses de su estancia en Colombia ejerció, siempre en el marco de la ONU, como mediador en el proceso de garantías a defensores de los DD HH y a líderes sociales en Colombia.

Es delegado en Asturias de la asociación Paz con Dignidad, que trabaja en el ámbito de la solidaridad internacional, los DD HH y la cooperación para el desarrollo.

«Calificar a la guerrilla de narcoterroristas no ayuda a rebajar la intensidad del conflicto»