París / Oviedo,

Agencias / L. M. S.

La anunciada remodelación del Gobierno francés será mucho más que una crisis de Gobierno. El presidente, Nicolas Sarkozy, anunció ayer la dimisión en pleno del Ejecutivo, empezando por su primer ministro, François Fillon. El anuncio pone fin a meses de especulaciones sobre los cambios y confirma los rumores de que el jefe del Estado la afrontaría a su regreso de la cumbre del G-20 en Seúl.

Fillon presentó ayer su renuncia a Sarkozy, quien se la aceptó sin nombrar aún a un sustituto. Medios franceses, sin embargo, no descartan que el presidente vuelva a confiar a Fillon la dirección del Gabinete, al que podría regresar el otrora primer ministro Alain Juppé.

«Le Monde», por ejemplo, dio por seguro que Fillon será designado hoy de nuevo primer ministro, mientras el Elíseo (sede de la Presidencia francesa) guardaba el más estricto silencio. Sarkozy ya adelantó el pasado mes de julio que habría remodelación, y de calado, pero es obvio que ayer no estaba por la labor de anunciar el nombre del sustituto de Fillon, quizá porque, como afirma el prestigioso rotativo parisino, se sucederá a sí mismo.

La renuncia de Fillon y de todos sus ministros fue anunciada por el Elíseo en un escueto comunicado oficial. «En aplicación del artículo 8 de la Constitución, François Fillon ha presentado al presidente de la República la dimisión del Gobierno», reza la nota, en la que se añade que Sarkozy la acepta y pone fin a sus funciones.

La salida formal de Fillon y de todo su Gobierno sucede tras varias semanas de conjeturas sobre las posibilidades de que el ministro de Ecología, Jean Louis Borloo, encabezara el nuevo Ejecutivo. La línea de firmeza mantenida por Borloo durante las reiteradas y masivas manifestaciones y huelgas en contra de la reforma de las pensiones pusieron al ministro en cabeza de esas especulaciones, aunque Fillon ha escalado posiciones en esas quinielas en las últimas jornadas.

La independencia con que se veía al primer ministro en relación con el inquilino del Elíseo jugaba en su contra, a juicio de los que han visto en el tan advertido plan de Sarkozy un intento por parte de éste de deshacerse de un rival que salía casi indemne de la quema por la fuerte oposición en la calle contra el proyecto de reforma de la jubilación.

Considerado por Sarkozy como plan fundamental de su mandato, en julio ya dijo ante millones de franceses en televisión que «a finales de octubre», con la ley de reforma de pensiones aprobada, se pondría manos a la obra en la remodelación del Gobierno.

Este anuncio dio pie durante meses a variadas especulaciones sobre los nombres de los que podrían llegar a ser no sólo jefe de Gobierno, sino titulares de las carteras de aquellos otros que han ido autoexcluyéndose del futuro Gabinete.

Entre éstos, principalmente el ministro de Exteriores, el socialista Bernard Kouchner, a quien se da por seguro como baja en el Gobierno, a pesar de que en octubre mostrara su «lealtad» al presidente pocas horas después de que un semanario revelara su intención de dejar el puesto.

Al parecer, Kouchner, según la publicación «Le Nouvel Observateur», había dirigido una carta a Sarkozy el pasado mes de agosto en la que criticaba la «humillación» a la que supuestamente había estado sometido por parte del Elíseo.

Nada se sabe de momento del destino de otros hombres claves del Ejecutivo saliente, como el titular de Empleo, Eric Woerth, utilizado hasta el último momento en los planes del Gobierno en la defensa de la reforma de las pensiones, a pesar de la polémica que envuelve desde hace meses su nombre por el «escándalo Bettencourt».

Este embrollado asunto político-judicial, relacionado con la multimillonaria Liliane Bettencourt, ha dado pie a constantes acusaciones contra Sarkozy y la gobernante Unión por un Movimiento Popular (UMP) por parte de la oposición, que ha criticado con dureza el supuesto trato de favor fiscal de Woerth hacia la anciana heredera del imperio L'Oréal.

Entre los ministros hipotéticamente salientes también estaría el de Interior, Brice Hortefeux, cuya imagen quedó estrechamente unida en los últimos meses a los muy criticados desmantelamientos de campamentos de miles gitanos rumanos y búlgaros que fueron deportados.