El presidente ruso, Vladimir Putin, lanzó ayer un nuevo desafío a las autoridades ucranianas -apoyadas por EE UU y la UE- al desplazarse a Yalta (Crimea), para presidir allí una reunión del Consejo de Estado ruso. La toma de la región ucraniana de Crimea por Rusia, en marzo de 2014, fue el inicio de la actual crisis en las relaciones entre Rusia y las potencias occidentales.

El presidente ucraniano, Petró Poroshenko, calificó de "desafío al mundo civilizado" la visita de Putin y advirtió que eleva la tensión en el este de Ucrania, donde, por otra parte, los enfrentamientos armados se han recrudecido desde finales del pasado mes de julio.

El líder ucraniano denunció que "viajes como éste son la continuación de la militarización de la ocupada península ucraniana y la sumen en un aislamiento aún mayor. Sólo en el seno de Ucrania tiene futuro Crimea", dijo.

No es esta, claro, la visión de Putin, quien replicó a Poroshenko que "rusos y ucranianos son el mismo pueblo" y que los ucranianos son la tercera etnia rusa más numerosa. Para Putin es "humillante" que "un enorme país europeo (esté) bajo mando externo, con puestos clave en el Gobierno y en las regiones en manos de ciudadanos extranjeros".