La ola de enfrentamientos entre Israel y grupos palestinos alcanzó ayer, día santo musulmán, un máximo de tensión al generalizarse los choques en Cisjordania y alcanzar por primer día la franja de Gaza, donde los radicales islámicos de Hamás llamaron a una nueva intifada o levantamiento popular. Al menos siete palestinos murieron por disparos de soldados israelíes, mientras que tres judíos resultaron heridos al ser apuñalados por radicales árabes y otros cuatro palestinos fueron acuchillados por un joven extremista judío. El atacante se justificó gritando que "todos los árabes son terroristas".

"Confirmo que Gaza apoya la batalla por Jerusalén y por (la mezquita de) Al Aqsa y apoya la bendita intifada a pesar del dolor, el bloqueo y las conspiraciones", arengó el jefe de Hamás en Gaza, Ismail Haniye, en un discurso durante el rezo musulmán del viernes en la principal mezquita de la capital gazací.

En Gaza, al finalizar el rezo del mediodía, centenares de palestinos se manifestaron en puntos próximos a la valla fronteriza, tirando piedras y cócteles molotov. En los violentos choques que siguieron murieron seis de los citados siete palestinos y alrededor de 80 fueron heridos por disparos de soldados israelíes.

Los disturbios se reprodujeron un día más en Cisjordania, en particular en el entorno de Hebrón, en Nablus, en Calquilia, en Ramala y en Al Bire, al norte de Jerusalén, según informó a Efe un portavoz de la Media Luna Roja en Cisjordania.

Las revueltas causaron cerca de 140 heridos por bala y por balas de goma, mientras otro centenar de jóvenes palestinos tuvo que ser atendido por intoxicación con gases lacrimógenos.

La actual oleada de violencia se desató nueve días atrás con el asesinato de dos colonos israelíes en el norte de Cisjordania a manos, según Israel, de una célula terrorista de Hamás. Dos días más tarde, en Jerusalén Oriental, fueron asesinados a puñaladas otros dos israelíes, entre ellos un soldado.

Los orígenes inmediatos de la tensión se remontan a más de tres semanas, momento en el que estallaron las primeras revueltas en torno a la Explanada de las Mezquitas, en el casco vieja de Jerusalén, por las cada vez más repetidas y numerosas visitas de judíos ultranacionalistas que pretenden hacer sus rezos en ese lugar. Esta actitud es considerada por los palestinos como una provocación y un intento de cambiar el actual estado de cosas, que reserva la zona a las oraciones de los palestinos.