Referéndum del Brexit
Reino Unido abandona la UE y David Cameron dimite
El primer ministro, promotor del referéndum, comunica que dejará el cargo en octubre después de que el 52% de los británicos hayan votado a favor de abandonar la UE, en una decisión que da inicio a un periodo lleno de incertidumbre para el proyecto europeo - El proceso de separación que se abre ahora se prolongará durante dos años

AGENCIA ATLAS | EFE
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El primer ministro británico, David Cameron, ha anunciado su intención de dimitir en octubre del cargo y de líder de los tories después de que el Reino Unido haya votado a favor de la salida de la Unión Europea (UE), con un 51,9% de los votos de los partidarios del Brexit.
En una declaración ante la puerta de su residencia oficial del número 10 de Downing Street, el jefe del Gobierno británico ha manifestado que no será el "capitán" que lleve el país a su "nuevo destino" fuera de la Unión Europeay que será elegido un nuevo primer ministro en octubre. Cameron ha explicado que no sería "correcto" que él, que ha hecho campaña por la permanencia en la Unión Europea, sea el "capitán" que lidere las negociaciones con Bruselas para establecer el proceso de ruptura del Reino Unido de la UE.
Además, ha anunciado que habrá un congreso de su partido en octubre para elegir al nuevo primer ministro que dirigirá el país hacia la salida de la Unión Europea y que la decisión de los británicos en el referéndum ha sido "muy clara".
El referéndum del Brexit sobre la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea se ha saldado a favor de la salida de la segunda economía del continente, un desenlace sin precedentes en el proyecto comunitario y que abre un período de incertidumbre tanto para el nuevo encaje británico en el continente, como para la sostenibilidad de un bloque que ha perdido a uno de sus más influyentes miembros.
Con el 100% escrutado, el 'Brexit' ha logrado una victoria recibida por sus partidarios como el "día de la independencia británica", una euforia que contrasta con la negativa reacción de los mercados, que evidencian las serias implicaciones de una decisión contra la que habían luchado la práctica totalidad de las fuerzas políticas, económicas y sociales de Reino Unido.
Con una participación del 72,2 por ciento, la mayor en una votación en Reino Unido desde 1992 y más de siete puntos por encima del plebiscito de 1975 que había confirmado la permanencia en la por entonces Comunidad Económica Europa, el escrutinio ha dado un vuelco sin precedentes a una noche electoral que había arrancado con las encuestas a favor de la continuidad.
Finalmente, el Brexit ha contado con el apoyo de 17,4 millones de británicos (51,9%), mientras que 16,14 millones de personas se han decantado por la permanencia del país en el bloque comunitario, un 48,1% del electorado, lo que supone una diferencia de más de un millón de votos.

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Junto a los efectos sobre la volatilidad financiera, el 'statu quo' británico se enfrenta a un terremoto político con epicentro en el Número 10 de Downing Street, sobre todo tras la dimisión anunciada por Cameron.
Tras jugarse su credibilidad a la carta de una apuesta que, según él, haría al "más fuerte y más seguro", Cameron ha quedado ya como el principal perjudicado de una campaña que ha dividido a la sociedad británica por una estrategia partidaria, puesto que, más que por clamor popular, el referéndum surgió para sofocar el incendio que Bruselas llevaba generando en los conservadores desde hace décadas.
Además, otra de las incógnitas es el grado de preparación de Reino Unido para un proceso que podría llevar años, puesto que el propio primer ministro había asegurado públicamente que no había "plan B".
Aunque el Tratado de Lisboa establece las pautas de este procedimiento en el artículo 50, el primer movimiento ha de partir del estado miembro, que debe notificar a la UE su deseo de abandonar.
De hecho, Londres no está obligado a proceder inminentemente, es más, los partidarios de romper con Bruselas han manifestado ya su preferencia por aguardar, puesto que, pese a meses de campaña, la fórmula que regiría sigue siendo una incógnita.
El eurófobo líder del Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), Nigel Farage, partidario del Brexit.
Los plazos, a priori, están marcados, si bien los dos años establecidos en la normativa comunitaria podrían ampliarse siempre que lo autoricen los otros veintisiete socios. Expertos en Derecho europeo creen que, dada la complejidad, las negociaciones podrían llevar hasta una década y los propios defensores del divorcio asumen que, como mínimo, serían necesarios cuatro años.
Temor en los mercados
De momento, los mercados han evidenciado las secuelas del escenario que se abre en el bloque occidental: la divisa británica ha caído a niveles inéditos desde 1985, lo que podría acarrear una intervención de contingencia del Banco de Inglaterra, que ya había avanzado que tenía previstas medidas para garantizar la estabilidad financiera.

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Junto a la City y Downing Street, la atención estará en el continente, donde se espera que los demás líderes, que han mantenido en secreto su plan de acción en caso de 'Brexit', se reúnan a la máxima urgencia y exijan a Reino Unido clarificaciones sobre las áreas más delicadas, como el futuro de los casi tres millones de ciudadanos comunitarios que residen al norte del Canal de la Mancha.
Compromisos de las dos partes
Además, uno de los factores más complejos será el potencial encaje británico en el mercado común. La presión, por tanto, será notable para hallar una solución que implicará delicados compromisos de las partes, un esfuerzo que podría necesitar años antes de que se pueda garantizar el apoyo de una mayoría cualificada de los ministros del ramo para, posteriormente, lograr que la propuesta sea ratificada por los demás estados miembro y, a continuación, por los Parlamentos europeo y británico.

Reino Unido abandona la UE y David Cameron dimite
Partidarios de la permanencia, desolados por el resultado. Foto: REUTERS
El problema es que uno de los catalizadores del Brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables, por lo que, a priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, lo que complica la ecuación entre prosperidad económica y límites a la entrada de ciudadanos comunitarios.
No en vano, abandonar el mercado común no es una opción extendida entre los defensores del 'Brexit', que se encuentran dividido entre quienes proponen directamente abandonarlo, aquellos que creen posible permanecer por el propio interés del resto de sus integrantes de no perder a la segunda economía europea, los que abogan por establecer acuerdos bilaterales e, incluso, quienes ven viable operar con los 161 miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Este encaje, con todo, constituye tan sólo una pieza más del complejo puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma.

Reino Unido abandona la UE y David Cameron dimite
Partidarios del Brexit celebran los resultados. Foto: REUTERS
Además, la salida incrementa el riesgo de una crisis constitucional para la unión británica, puesto que Escocia, protagonista de un plebiscito de independencia hace menos de dos años, ha apoyado mayoritariamente la continuidad en la UE y cuya ministra principal ha reconocido que este desenlace reavivará las ansias secesionistas.
Un proceso sin precedentes
En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, el Gobierno, independientemente de su constitución, tendrá que resolver un proceso sobre el que no hay precedentes, tan sólo la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, cuando la UE no era tampoco la unión política en la que se ha convertido hoy en día.
Por si fuera poco, este nuevo capítulo tendría que acordarse con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto costaron en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada.
Por otra parte, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Veintiocho y, sobre todo, que desencadene un peligroso auge del populismo.
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