La intentona de golpe militar que mantuvo en vilo a Turquía durante la noche del viernes y la madrugada de ayer, sábado, desembocó en una manifestación de fuerza del Gobierno islamista, que se ha apresurado a realizar miles de detenciones y purgas en la judicatura, a la vez que recibía el respaldo de todos los partidos.

El fallido golpe (el quinto de la democracia turca) contra el presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha dejado un balance de 265 muertos, de los que 161 son policías, soldados leales al Gobierno y civiles, y 1.440 heridos. Más de 2.800 militares fueron detenidos y 5 generales y 29 coroneles destituidos.

Entre los militares detenidos hay generales como Adem Huduti, comandante del 2.º Ejército, que controla la lucha contra la guerrilla kurda en el sureste del país, y Erdal Öztürk, comandante del 3.º Ejército, estacionado en Anatolia oriental.

El Gobierno inició una purga de la judicatura y ha destituido a 2.745 magistrados. Al mismo tiempo, la Policía detuvo a 10 jueces del Danistay, la máxima autoridad jurídica para contenciosos administrativos, y tiene a otros 38 en búsqueda y captura, mientras que hay orden de arresto contra 140 jueces del Tribunal Supremo (Yargitay), y se ha arrestado a Alparslan Altan, del Tribunal Constitucional.

A media tarde comenzó en el Parlamento una sesión especial en la que el Gobierno tuvo el respaldo de los tres partidos de la oposición, que condenaron el golpe, aunque hicieran veladas críticas a la deriva autoritaria del presidente Erdogan. Fuera, una muchedumbre llegó a pedir la pena de muerte para los sublevados.

Según las imágenes de las televisiones, muchos militares golpistas sufrieron un violento acoso de ciudadanos que se echaron a la calle de madrugada siguiendo el llamamiento del Gobierno, y algunos fueron salvados del linchamiento por la Policía. La web opositora Odatv difundió la imagen de un soldado al que le cortan la cabeza a la manera de los yihadistas. Las fotos muestran un gran número de jóvenes barbudos, algunos con atuendo islamista, entre los manifestantes antigolpistas de la madrugada, casi todos varones, en un llamativo contraste con las manifestaciones izquierdistas, que en Turquía suelen contar con tantas mujeres como hombres.

Las protestas se convirtieron en celebraciones después de que, al amanecer, los golpistas abandonaron los tanques sobre el puente del Bósforo y se rindieron a la Policía, un instante transmitido en directo por las televisiones.

Hasta ese momento habían sembrado pánico los vuelos rasantes de cazabombarderos sobre el centro de Estambul y Ankara, rompiendo la barrera del sonido con un efecto fácil de confundir con detonaciones, sin que la ciudadanía supiera si estaban pilotados por rebeldes o leales. Dos helicópteros de los golpistas fueron abatidos por cazas, pero otros aviones bombardearon el Parlamento, dejando varios heridos y graves daños materiales.

Fueron siete horas de violencia, miedo e incertidumbre, en las que los sublevados tomaron el Estado Mayor y capturaron al jefe del Ejército, ocuparon una emisora y atacaron la televisión estatal, la sede del servicio secreto y el aeropuerto de Estambul, que llego a cerrar. Erdogan regresó precipitadamente de sus vacaciones después de llamar a la gente a enfrentarse a los tanques. Los sublevados abrieron fuego contra los manifestantes, pero al final perdieron el control de las calles.

La motivación de los conspiradores es aún oscura, pero el presidente, Recep Tayyip Erdogan, ha culpado a la red de seguidores del predicador Fethullah Gülen, hasta el año 2013 firme aliado del Gobierno islamista, cuya ideología comparte, y desde entonces acérrimo enemigo. Los medios afines al clérigo han transmitido una condena del golpe por parte del exiliado en Pensilvania.

Aunque la presencia de los gülenistas en la Policía y en la judicatura era conocida, hasta que estos cuerpos sufrieron amplias purgas, no hay constancia de que los mandos militares, de tradición laica, tengan simpatías por la cofradía religiosa. En su primera intervención pública, Erdogan describió el golpe como "un regalo de Dios" que permite extender la purga de gülenistas al Ejército. El Gobierno español y la oposición condenaron la sublevación.