Donald Trump envió ayer a Cuba un mensaje más político que el de la víspera, pero no menos firme. Por boca de quien será su jefe de gabinete, Reince Priebus, advirtió a un país de luto por la muerte de Fidel Castro que la próxima administración norteamericana "esperará" a que el régimen realice algunos "movimientos" en la dirección "correcta". Pero, de no haberlos, confirmó que el nuevo inquilino de la Casa Blanca enterrará la política normalización de relaciones emprendida por Barack Obama y Raúl Castro.

Un día después de que Trump calificara a Fidel de "brutal dictador", Priebus fue muy claro. "No vamos a tener un acuerdo unilateral procedente de Cuba sin que se den algunos cambios en su Gobierno", dijo el republicano de alto rango en una entrevista en la cadena de televisión Fox, y en contexto en el que se estaba hablando de presos políticos, represión y derechos y libertades.

Priebus abundó en la cuestión al decir que Trump "necesita" ver cambios para "tener una relación abierta y libre" con el régimen cubano. En caso contrario, el próximo presidente norteamericano "definitivamente dará marcha atrás" a las políticas de acercamiento a la isla caribeña.

Trump no veía con malos ojos el proceso de normalización de relaciones con La Habana, pero en la recta final de la campaña de las presidenciales, y como estrategia para poder hacerse con los 29 votos electorales de Florida -cuna del exilio cubano-, anunció que si llegaba a la Casa Blanca acabaría con ella a menos que el castrismo diera síntomas de apertura política.

Pero Trump, un radical en todo lo tocante a inmigración, puede tener planes en esta materia que sean de interés para el régimen cubano. Así, la reversión de la llamada política de "pies secos, pies mojados", que devuelve a los cubanos que intercepta en el mar ("pies mojados") pero admite a los que logran tocar tierra ("pies secos". Esa política, unida a la ley de Ajuste Cubano, otorga a los huidos de la isla un privilegio que no tiene ningún otro grupo de inmigrantes: la posibilidad de lograr la residencia permanente un año después de llegar a EE UU, incluso si lo hacen ilegalmente.

"Lo único en lo que están de acuerdo (el presidente cubano) Raúl Castro y (el senador republicano anticastrista) Marco Rubio es en que la Ley de Ajuste Cubano debe dejar de aplicarse", opina el abogado Robert Muse, experto en la legislación estadounidense respecto a Cuba.

Coincide con él William LeoGrande, un experto en la isla caribeña de la American University, quien considera que acabar con esa medida "y deportar a los cubanos que llegan ilegalmente" podría ser "el primer cambio de Trump", dadas sus ideas sobre inmigración. Y si Trump decidiera acabar con esa política, haría felices a varios gobiernos que han recibido con frialdad su elección como presidente: el cubano, que lleva años pidiéndolo, y otros nueve Ejecutivos latinoamericanos que han solicitado lo mismo para frenar la oleada de migrantes cubanos que llegan a sus países.

Sin embargo, lo que los exiliados cubanos esperan del próximo presidente no es que acabe con una política de inmigración que beneficia a sus compatriotas, sino que simplemente desande el camino andado por Obama para normalizar la bilateral con Cuba.

A la cabeza del grupo que empuja por helar de nuevo la relación con la isla está la representante republicana Ileana Ros-Lethinen, que ha salvado diferencias irreconciliables con Trump -de hecho, apoyó a Jeb Bush en las primarias republicanas- para asegurar que el presidente electo "tenía toda la razón a la hora de decir que todas las aperturas que el presidente Obama ha concedido al régimen de Castro no han hecho más que beneficiar únicamente al propio régimen".

Sin embargo, un reciente estudio del Pew Research Center reveló que un 73% de los estadounidenses apoya el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba y un porcentaje similar, un 72%, respaldaría el levantamiento del embargo comercial impuesto al régimen castrista hace más de medio siglo. Además, por primera vez la mayoría de los estadounidenses (54%) tienen una percepción positiva de Cuba.

En este contexto, un grupo de integrantes del movimiento opositor Damas de Blanco reclamó ayer en Miami al pueblo cubano que se una a su lucha por la libertad y la democracia en la isla. El pueblo de la isla debe "despertar" y "salir a las calles para que haya libertad", dijo Noelia Pedraza. Y añadió: "La oposición debe salir a la calle y hablarle mucho a ese pueblo".

Con todo, el grupo opositor canceló ayer su protesta semanal de los domingos para evitar que después de la muerte del "monstruo" Fidel Castro, el régimen de La Habana pudiera considerarla una "provocación".