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Recuerdo de la atrocidad humana

La relevancia simbólica del lugar del atentado de Berlín

Recuerdo de la atrocidad humana

La elección del entorno de la Gedächtniskirche, la iglesia del Kaiser Guillermo, como escenario de un atentado en Berlín responde sólo a un criterio de eficiencia mortífera, a la busca del mayor número de víctimas posible en un espacio céntrico muy concurrido. Aunque sea una conjetura, resulta más que probable que quien arrolló con un camión de gran tonelaje el mercadillo en el que tantos acariciaban ya el tiempo de bondades y esperanza ignorase por completo la relevancia simbólica del lugar. La doble denominación del templo luterano es reflejo de su historia, que resume la de la propia Alemania. A escasos minutos en metro de todo aquello que forma parte de la agenda inevitable del visitante, la iglesia Memorial Kaiser Guillermo, levantada en el último quinquenio del XIX, fue arrasada por los bombardeos que redujeron Berlín a una ruina antes de doblegarla. Renació como monumento a la reconciliación, recuerdo construido de la atrocidad humana, como refleja el nombre que recibe desde los años sesenta del siglo pasado.

La gestación de su propia reconstrucción remite a la conflictiva memoria alemana, resuelta en este caso de manera admirable. Un primer proyecto preveía la recreación fiel del original del arquitecto Franz Schwechten en torno a su torre principal, truncada por las bombas pero todavía en pie en un entorno de cascotes y restos de edificios. Era la opción del olvido de la historia, de la que renacería una iglesia en la quedaría borrado todo rastro del drama del pasado. Frente a esa visión conservadora, se impuso la Ego Heinemann, artífice de uno de los mejores ejemplos de integración de la historia en la reconstrucción del lugar para levantar todo un símbolo.

En el interior de la vieja torre, consolidada, se recompone todo el devenir de la edificación desde su fisonomía primera a la actual. En torno a ella, se levanta una nueva iglesia y una torre más baja que la única presencia de la construcción inicial. Todos los elementos nuevos están resueltos con el innovador lenguaje de la arquitectura del siglo XX, en abierto contraste con el neorrománico decimonónico de los restos primigenios. La nueva iglesia es un espacio octogonal de hormigón en el que se abren unos huecos cerrados con bloques vidriados. El efecto para el espectador es el de entrar en un gran vitral, un espacio de luz tamizada por los vidrios azules que marcan el contorno del edificio. En las imágenes del horror del atentado, ese bloque azul, también iluminado hacia el exterior, sobresale en la gélida noche berlinesa.

La Gedächtniskirche, escenario ayer de los actos en recuerdo de las víctimas caídas a escasos metros, tiene una cualidad ambiental que desborda a quien se adentra en ella, con independencia de sus creencias, algo que refuerza la fuerza simbólica del recinto. El cristal de Chartres que filtra la luz conecta la iglesia con los espacios del gótico, pero todo en su interior responde al momento en que fue reconcebida. La iconografía religiosa, dominada por un Cristo con los brazos en cruz en una mezcla de latón y cobre, es innovadora y rompe con las imágenes tradicionales. El pasado está muy presente pero hay una superación del drama histórico sin que ello suponga olvidar.

Sin saberlo, el autor del atentado reforzó en la noche del lunes la trascendencia del lugar como recordatorio de todo aquello que nos aleja de la mejor humanidad.

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