La deriva autoritaria del presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, dio ayer un paso de gigante al ser aprobada en comisión la reforma constitucional que convertirá al país en un sistema presidencialista. De este modo, el texto podrá ser examinado en la segunda semana de enero por el pleno del Parlamento y, después, ser sometido a votación. Para su aprobación, la reforma requiere una mayoría de tres quintos, esto es de 330 de los 550 parlamentarios. El islamista AKP de Erdogan cuenta con 317 escaños y sus aliados nacionalistas del MHP tienen otros cuarenta.

Con estas enmiendas constitucionales, Erdogan, cuyas funciones son ahora meramente representativas, al menos legalmente, pasará a desempeñar el poder ejecutivo sin necesidad de abandonar su partido, podrá decretar el estado de excepción, destituir ministros y ejercer la jefatura suprema del Ejército. Sin embargo, han sido anulados artículos que pretendían concederle la potestad de nombrar a altos funcionarios o designar al sustituto de un parlamentario fallecido.