Kyle Smith es un soldado de las fuerzas aéreas estadounidenses de la sección de detección de explosivos. Como miembro de esta unidad, tuvo que compartir muchos momentos con su perro Bodza, quien se convirtió en su mejor amigo. Ambos compartieron, por ejemplo, la dura vida del militar en una misión de seguridad en Kirguistán. Pero también innumerables momentos de amistad desde que comenzaron a trabajar juntos en 2012.

Por esa razón, cuando a Bodza fue diagnosticado en 2016 de una melopatía degenerativa, una enfermedad incurable, llegada la hora de su muerte Kyle no quiso separarse de él en ningún momento. No podía estar en ningún otro sitio que con su mejor amigo.

“Me encantaba trabajar con él. Me enseño mucho: paciencia como adiestrador y entender que este trabajo no trata de uno mismo”, declaró a 'The Dodo'. Desde luego que no todo era trabajo, también tenían ambos su espacio y tiempo para jugar. Kyle asegura que Bodza era un perro muy bueno y también juguetón: “Teníamos caballerizas al lado de nuestro patio de obediencia, y cuando los caballos estaban fuera, no había obediencia que valiera. Recorría la valla entera continuamente”.

El día que llegó el día del retiro del servicio activo de Bodza, Kyle no dudó en adoptarlo y llevárselo a su casa. “Era incluso más leal en casa”, dijo. “Me seguía a todas partes. Tendía su cabeza a ras de se cama y me deseaba buenas noches, todas las noches”.

La enfermedad, una melopatía degenerativa, llevó a que Bodza no pudiera utilizar sus patas traseras para moverse, ni tan siquiera ponerse de pie. “No podía manejar el estrés que tenía, y hacer sus necesidades era toda una odisea”, explicó Kyle. Llegó un momento en el que tuvo que tomar una decisión: sacrificar a Bodza.

Ese día llegó la semana pasada. Kyle no se apartó ni un solo instante de su querido compañero y amigo. Lo llevó al veterinario y estuvo con él hasta el último aliento, hasta el final. “Lo abracé hasta que murió. Sentí una multitud de cosas. Fue abrumador”, aseguró un destrozado Kyle.

Una vez que Bozda se fue, Kyle se derrumbó. Sus compañeros de unidad le acompañaron en tan arduo trámite para prestarle su apoyo y cariño. “Me dejaron llorando como un bebé”, dijo Smith. “Me dieron una palmadita en la espalda y me dijeron que todo iba estar bien. Mi jefe inmediatamente fue y cogió una bandera, lo cubrió con ella y me dejo tener un momento final con Bozda”.

“Nunca le olvidaré”, afrimó Kyle, que se llevó las cenizas de Bozda y colgó el collar del retrovisor de su coche. “Le echo de menos cada día”.