El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, logró convencer ayer al 51,3% de sus compatriotas de que la enorme acumulación de poderes que ambiciona es buena para el país. El "sí" a la reforma de la Constitución para permitir que el antaño islamista moderado pueda gobernar hasta 2029 o, incluso, 2034 venció en el referéndum por menos de tres puntos (menos de 1,3 millones de sufragios), con una participación cercana al 85%.

El "no", que fue del 48,7% en el conjunto del país, se impuso en las tres grandes ciudades del país, Ankara (50,97%), Estambul (51,22%) y Esmirna (68,75%).

Para Erdogan, el resultado es "claro". El Presidente felicitó al primer ministro, Binali Yildirim, de su mismo partido, el AKP, y al líder del nacionalista MHP, Devlet Bahceli, también defensor del "sí". Pero el socialdemócrata CHP, que abanderó el "no" junto con los prokurdos, no reconoció el resultado.

Erdal Aksünger, uno de los vicepresidentes del CHP, anunció que la formación opositora pedirá un recuento parcial de entre el 37% y el 60% de las papeletas. La razón es que, a su juicio, la Junta Suprema Electoral habría beneficiado al "sí".

Las quejas de la oposición se centran en el comunicado de la autoridad electoral que a última hora permitió dar por válidas papeletas que no habían sido selladas por el equipo de la mesa electoral, lo que, en su opinión, abre la puerta a manipulaciones.

"Dicen que son válidas papeletas y sobres sin sello oficial. Eso es ilegal. Eso quiere decir que se pueden traer votos de fuera", dijo a los medios el vicepresidente del CHP, Bülent Tezcan.

También el prokurdo HDP, de izquierda, tercero en el Parlamento, denunció en un mensaje en Twitter que impugnará dos tercios de los votos escrutados. "Nuestros datos indican una manipulación de entre el 3% y el 4%", indicó la formación.

Sin embargo, nada de esto importa a Erdogan. La reforma constitucional aprobada ayer por los turcos (55 millones de ellos estaban llamados a las urnas), que no empezará a aplicarse hasta 2019, es "una decisión histórica en un debate que dura 200 años y que es un cambio muy serio en nuestro sistema administrativo", proclamó. Los detractores de la reforma temen que los enormes poderes que concentrará Erdogan le conviertan en un autócrata.

El ministro de Exteriores alemán, Sigmar Gabriel, no ocultó su satisfacción por la conclusión de la "amarga" campaña del plebiscito turco, que ha puesto en rumbo de colisión las relaciones entre Berlín y Ankara por la negativa alemana a acoger mítines por el "sí" en su territorio. Erdogan llegó a reprochar a la canciller Merkel sus posturas "nazis" y llamó "cruzados" a los países de la UE, como hacen también los grupos yihadistas.