La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Francia elige al sucesor de Hollande

Cuatro espadas para un trono

La fortaleza de Le Pen, los problemas judiciales de Fillon, la crisis del PS y el auge izquierdista vuelven atípicas las presidenciales francesas del domingo

Mélenchon contempla a su público en Dijon. REUTERS

Francia celebrará este domingo las elecciones presidenciales más atípicas que se recuerdan en los sesenta años de la V República. En estado de excepción desde los atentados de París de 2015, el país ha llegado a la recta final de la campaña con nada menos que cuatro candidatos en un pañuelo. Según el promedio de encuestas más consultado, sólo cinco puntos separaban ayer al primero, el socioliberal Emmanuel Macron (24%), del cuarto, el izquierdista Jean-Luc Mélenchon (19%), que este último mes ha protagonizado una espectacular remontada. Entre ambos, la ultraderechista Marine Le Pen (22%), un poco desinflada tras estar varios meses en cabeza, y el conservador François Fillon (20%), quien pese a sus enredos judiciales conserva su suelo.

Primero, las reglas de juego. Este domingo se disputa la primera vuelta presidencial. Sólo saldrán vivos dos candidatos, que tendrán 15 días para trenzar alianzas, llamar a la movilización y apelar al voto útil que les permita imponerse en la segunda vuelta del 7 de mayo. Las encuestas llevan algunas semanas augurando que los elegidos serán Macron y Le Pen, pero nadie se atreve a descartar que Fillon o Mélenchon consigan colarse en esa final.

Al fin y al cabo, Le Pen, Fillon y Mélenchon están en una estrechísima horquilla de tres puntos, que es el margen de error de muchos sondeos. Y quienes aún no han decidido si votarán o se quedarán en casa siguen rondando el 30% del electorado. A esos indecisos hay que sumarles los volátiles que todavía no tienen un candidato claro, y el llamado voto oculto. En suma, todas las combinaciones son posibles en una cita electoral cuya campaña se ha caracterizado por los vaivenes y por el liderazgo sin precedentes de la ultraderecha.

Esta preeminencia de Le Pen ha condicionado la carrera electoral. Nunca se ha puesto en duda que la líder del Frente Nacional (FN) estará en la segunda vuelta. De igual modo que ningún sondeo la considera ganadora en la segunda. Le Pen, que tras tomar en 2011 el relevo de su padre, el viejo fascista Jean-Marie Le Pen, ha completado el giro amable de su formación, ya logró un 17,9% en las presidenciales de 2012. Quedó tercera, pero después el FN fue la fuerza más votada en las europeas de 2014 y en las regionales de 2015, catapultando a Le Pen a un apoyo popular del 25% que sólo en el presente abril se ha rebajado.

De modo que, sobre el papel, la única incógnita ha sido saber quién la acompañaría en la final. Y aquí siempre han girado las norias. Primero fue la conservadora de Los Republicanos, los herederos del viejo gaullismo, que celebraron primarias en noviembre. En teoría la lucha era entre el expresidente Sarkozy y el ex primer ministro Alain Juppé, el delfín de Jacques Chirac. Uno estaba quemado; el otro, más sólido, olía a naftalina. De modo que irrumpió por sorpresa Fillon, antiguo primer ministro de Sarkozy, y se hizo con la candidatura. Sin embargo, a Fillon le estalló en la cara en enero el escándalo de los empleos ficticios de su mujer e hijos, por el que está imputado, y empezó a hundirse. Ya no estaba tan claro que la final fuera a disputarse entre la ultraderechista, que también tiene problemas con la justicia por empleos falsos, y un derechista católico, conservador en lo social y ultraliberal en lo económico.

Poco después, a finales de enero, los socialistas (PS) acudieron a sus primarias, envueltos en la crisis de identidad que corroe a toda la socialdemocracia europea. Hollande, el presidente con menor respaldo popular de toda la V República, ya había anunciado su retirada, así que la batalla fue entre su ex primer ministro Valls, ala derecha del partido, y el representante del ala izquierda, Benoît Hamon, que resultó ser el elegido. Esa escora del PS hacia la izquierda ha hecho saltar por los aires al partido y no ha convencido a su electorado. Hamon cotizaba un 15% en las encuestas a principios de marzo y ahora chapotea en el 8%. Nunca ha tenido posibilidades de pasar la criba.

La combinación de estas dos primarias consolidó las opciones de un candidato sin partido, el recién llegado Emmanuel Macron. Ministro de Economía de Valls entre 2014 y 2016, Macron, alto funcionario vinculado a la banca Rothschild, fue el protagonista del inútil giro al centro con el que Hollande intentó salvar su mandato. A Macron, esos dos años de Gobierno no le fueron inútiles: le valieron para darse a conocer y marcar distancias con Hollande. En agosto pasado abandonó el barco, fundó el movimiento "En Marcha" (que asegura tener 240.000 afiliados) y anunció una candidatura socioliberal en la que casi nadie creía. No obstante, cuando empezaron los problemas de Fillon, el centrista François Bayrou, que recogía un 5% de apoyo popular, se alió con él. El efecto fue inmediato y Macron, el candidato más continuista, que ahora cuenta con el apoyo de Valls y el ala derecha del PS, se convirtió en pareja de baile y antídoto de Le Pen.

Pero la noria no había dejado de girar. El hundimiento del socialista Hamon fue un regalo para el izquierdista Mélenchon, el tribuno galo más electrizante, que en un mes ha pasado del 10% al 18% en las encuestas. Militante socialista durante 30 años, Mélenchon abandonó el PS en 2008, tras disputar en vano el liderazgo a Hollande. Fundó el Frente de Izquierdas y, aliado con el PCF, fue cuarto en las presidenciales de 2012, con un 11,1% de los votos.

Desde entonces, Mélenchon ha cambiado, para convertirse en líder de la Francia Insumisa, la corriente gala de los indignados. Ya no habla de la izquierda sino de la gente, no cierra sus mítines con la Internacional sino con La Marsellesa, sus enemigos le acusan de estar a sueldo del chavismo y Pablo Iglesias estará hoy en su cierre de campaña. La suya no es la opción más probable, pero nadie descarta una segunda vuelta entre Le Pen y Mélenchon. Y esa es la única fórmula que a los mercados les pone todos los pelos de punta.

Compartir el artículo

stats