François Hollande ha sido uno de los presidentes más impopulares de Francia y como tal abandona el Elíseo, con un índice de aprobación de tan solo el 4%. Hollande también es el líder galo que ha tenido que afrontar uno de los mayores retos de la historia del país: el terrorismo yihadista. La crisis financiera ha sido el otro gran acontecimiento al que se enfrentó durante su mandato, aunque lo más duro ya había pasado cuando llegó al poder en 2012.

La incapacidad que ha demostrado para cumplir sus promesas electorales a nivel económico tiene buena parte de la culpa de su escaso éxito entre el electorado. La gestión económica del socialista, siempre cuestionada, ha llevado en muchas ocasiones a los franceses a manifestarse en las calles como protesta. Este es el legado que deja Hollande a Emmanuel Macron:

Un país polarizado

Una encuesta realizada en marzo demostró que la ideología política de los votantes franceses es una de las más polarizadas de la Unión Europea. El 20 por ciento de los electores se considera a sí mismo "extremista" -en el resto de la UE es el 7%-, el 14 por ciento se consideran de extrema derecha, mientras que el 21 por ciento se describe de centro izquierda y el 15 por ciento de centro derecha.

En principio, los votantes de Macron comparten con este la visión de que la UE de los 27 ofrece las mejores herramientas para moderar los efectos más duros para los trabajadores, controlar los flujos de población y contrarrestar el terrorismo.

Los votantes de Le Pen serían partidarios de recuperar el franco y salir de la UE, frenar radicalmente la inmigración y gravar las importaciones para favorecer a los productos franceses.

El nuevo presidente de la República francesa toma las riendas de un país dividido. El perfil de los posibles presidentes que llegaron con vida a la segunda vuelta no podía ser más desemejante. Las posturas que ambos candidatos defienden son irreconciliables. Por tanto, es seguro que un amplio porcentaje de la población no se sentirá representada cuando cualquiera de los dos ocupe el Elíseo.

El paro y la economía

En 2014, cuando la tasa de desempleo estaba al 9,3% y subiendo, Hollande prometió que si no la disminuía durante su gobierno hasta 2017, no se presentaría a la reelección. En este tiempo el dato ha sido casi siempre superior, alcanzado cotas de hasta el 10,6% en noviembre de 2014. Es cierto que ha caído en los últimos meses, pero no por debajo del 9,5%, y ya ha sido demasiado tarde.

Los niveles de crecimiento de la economía también son bajos. En 2016 el Ejecutivo francés previó un PIB del 1,5%, luego tuvo que revisarlo a la baja y situarlo en un 1,4%, pero finalmente se quedó en el 1,1% -la media de la UE fue del 1,8%-. En 2015, fue del 1,2%. Una expansión de la economía que no es suficiente para generar nuevos puestos de empleo.

Pese a que Hollande se presentó en el panorama político como "el presidente de los jóvenes', una cuarta parte de esta población sin empleo es joven, muy joven: tienen entre 16 y 25 años. Asimismo, el desempleo de larga duración es elevado, y más del 45% de la población en búsqueda activa de empleo lleva sin trabajar más de un año.

Las medidas de Hollande contra estas cifras ha sido casi siempre inanes. Rebajó la presión fiscal a las empresas para abaratar el coste del trabajo con la intención de incentivar la creación de empleo. No tuvo el resultado esperado.

También ejecutó una reforma laboral que abarató el despido, lo cual le puso en contra a sindicatos y fue contestado con huelgas. Un 70% de la población se mostró en contra de esta medida, que ni siquiera llegó a pasar por el Parlamento: fue aprobada por decreto.

Si el Frente Nacional ha podido prosperar en estos meses, ha sido por el descontento generalizado de una economía que lleva creciendo por debajo del 2% desde 2007 y una cifra de paro que se mantiene muy por encima de los tres millones de desempleados. En febrero de este año, era de 3.460.000 personas.

Amenaza terrorista

Macron deberá enfrentare también a la amenaza terrorista.

Francia se encuentra en estado de emergencia desde los atentados yihadistas del 13 de noviembre de 2015 en París y la ciudad de Saint-Denis, al norte de la capital. El atentado de Niza, en el que un tunecino residente en Francia arrolló a decenas de personas y mató a 85, redobló la sensación de amenaza en todo el país.

En el último ataque, reivndicado por reivindicado por el Estado Islámico, un terrorista acabó en París con la vida de un policía e hirió a otros dos agentes antes de ser abatido.

Muentras tanto, se han producido diferentes operaciones policiales. El 18 de abril, cinco días antes de la primera vuelta, fueron detenidos en Marsella (sureste de Francia) dos presuntos yihadistas acusados de planear un atentado "inminente" contra la campaña electoral.