El presidente de la Cámara de Representantes de EE UU, el republicano Paul Ryan, marcó ayer distancias con el presidente Trump. Ryan pidió al magnate que no interfiera en el trabajo del fiscal especial que investiga la trama rusa, el exdirector del FBI Robert Mueller, y le deje hacer su trabajo "con independencia".

Ryan se pronunció así después de que varios aliados de Trump aludiesen a la posibilidad de despedir a Mueller, nombrado fiscal especial para investigar la supuesta injerencia rusa en las presidenciales el pasado 17 de mayo y considerado por demócratas y republicanos como uno de los exdirectores del FBI más prestigiosos.

El desmarque de Ryan se produce después de que, la pasada semana, achacase al carácter de novato de Trump sus supuestas presiones sobre el exdirector del FBI James Comey para que dejase de investigar al general Mike Flynn, exconsejero de Seguridad Nacional de Trump, en relación con la trama rusa. Mientras Ryan hacía estas declaraciones, que daban por buenas las acusaciones de Comey, Trump aseguraba que el exdirector del FBI es un mentiroso.

El fiscal general de EE UU, Jeff Sessions, declaró ayer ante la comisión de Inteligencia del Senado por el mismo asunto. Sessions aseguró que cualquier sugerencia de que conspiró con Moscú para influir en las elecciones de 2016 es "una mentira espantosa y detestable". Por lo demás, mostró su confianza en el fiscal especial y se negó a aventurar hipótesis sobre un eventual despido. El Senado alcanzó, por su parte, un amplio acuerdo bipartidista para imponer nuevas sanciones financieras a Rusia y limitar la capacidad de Trump para levantarlas sin evaluación previa del Congreso.