Con los ecos de la explosión atómica del domingo resonando aún en todos los titulares, el escenario de la crisis de Corea se trasladó ayer durante unas horas a la sede neoyorquina de Naciones Unidas, donde China, la principal potencia regional, advirtió de que "nunca permitirá el caos y la guerra en la península coreana".

La advertencia de Pekín, el principal valedor conocido de Corea del Norte, vino acompañada de una petición al régimen de Pyongyang para que abandone sus ensayos nucleares y de la amenaza de apoyar en la ONU un embargo total de petróleo a Corea del Norte. También lanzó una exigencia a las otras potencias involucradas (EE UU, Corea del Sur, Japón) para que eviten el "círculo vicioso" del deterioro creciente de la seguridad.

China lleva a Rusia de la mano, como en otros muchos asuntos, en sus intervenciones en la ONU sobre Corea. El embajador ruso en el Consejo de Seguridad, Vassily Nebenzia, admitió que la península coreana vive "uno de los momentos más graves y dramáticos" de su historia, pero rechazó que haya una "solución militar" a las amenazas planteadas por el programa nuclear de Pyongyang, por lo que solicitó mantener la calma y "evitar una escalada mayor".

El discurso de EE UU combinó, por su parte, las amenazas con las llamadas a la diplomacia. Para la embajadora estadounidense, Nikki Halley, la frenética actividad armamentística de Corea del Norte en las últimas semanas muestra que "está pidiendo guerra", expresión criticada por Rusia, al estimar que a Washington le resulta fácil hablar de guerra "porque está fuera de la región".

Halley precisó que EE UU no quiere esa guerra, pero, a la vez, se comprometió a la defensa de sus aliados en la zona y advirtió de que la paciencia de Washington no es ilimitada. El domingo, el jefe político del Pentágono, general James Mattis, adelantó que si las amenazas se confirmasen habría "una gran respuesta militar" estadounidense.

A este respecto, la embajadora dejó claro que EE UU, que ahora mismo está embarcada con Corea del Sur en maniobras militares, que incluyen el uso de misiles, no va a rebajar su actividad militar para que Pyongyang cese en su escalada armamentística. "Sería insultante", dijo Halley.

La embajadora hizo hincapié en que "ha llegado el momento" de "agotar todas las vías diplomáticas" y abogó por imponer rápidamente "las sanciones más fuertes posibles", sin olvidar que el último cuarto de siglo ha estado caracterizado por "medidas a medias y conversaciones fallidas" entre la ONU y Corea del Norte.

Sobre los diplomáticos reunidos en Nueva York planeaba ayer por la tarde la información difundida a primera hora por Corea del Sur, cuyo ministro de Defensa aseguró ante el Parlamento de Seúl haber detectado señales de que Pyongyang se esté preparando para lanzar un misil intercontinental, junto a otros ingenios balísticos de menor alcance.

El Ministro informó de que EE UU y Corea del Sur planean desplegar un portaaviones nuclear, varios bombarderos y otros efectivos estratégicos en la península coreana en respuesta al último ensayo ensayo de Pyongyang. Ayer mismo, Seúl hizo ejercicios con fuego real en los que simuló ataques a instalaciones nucleares norcoreanas.

En su reunión de ayer, el Consejo de Seguridad comenzó a estudiar una nueva resolución contra el régimen de Pyongyang, menos de un mes después de haberle impuesto sus sanciones más fuertes hasta la fecha. El borrador de la resolución, cuyos detalles no han trascendido, fue distribuido por EE UU con la intención de que se vote la próxima semana.