El príncipe Enrique de Dinamarca, esposo de la reina Margarita, padece demencia, informó hoy la Casa Real danesa.

"Después de un largo seguimiento y últimamente de una serie de exámenes médicos realizados a finales de agosto, los especialistas del Hospital del Reino han concluido que su alteza real el príncipe Enrique sufre demencia", señala un comunicado de la Casa Real.

Enrique, francés de nacimiento y de 83 años, había estado en el centro de la polémica hace un mes al anunciar que no sería enterrado con su esposa porque se había ignorado su deseo de ser rey consorte, una vieja reivindicación que hasta entonces nunca había expresado en un tono tan duro.

El diagnóstico implica "un debilitamiento en las funciones cognitivas" mayor de que lo cabría esperar en una persona de su edad y que puede causar "cambios en la forma de ser, de reacción, juicio y vida sentimental, e influir el modo de relacionarse con el mundo".

La enfermedad conllevará una reducción de su actividad pública, ya disminuida desde que se jubiló hace año y medio.

"El deseo de la reina y la familia real es que el príncipe tenga la tranquilidad que la situación exige", concluye el comunicado.

El príncipe sorprendió hace un mes cuando declaró que rompería con la tradición de que los restos de los monarcas y sus cónyuges descansen en la catedral de Roskilde (este de Dinamarca).

El motivo, confirmado por la propia institución, era su conocida insatisfacción con el papel que desempeña en la familia real.

La controversia dio un giro al declarar Enrique en una entrevista que su esposa lo tomaba "por tonto" y le faltaba el respeto.

"Si quiere que me entierren con ella, debe hacerme rey consorte. Punto. Me da igual", dijo entonces Enrique.

La Casa Real no reaccionó oficialmente, aunque el príncipe heredero Federico admitió en público sentirse "muy triste" por la decisión de su padre de no querer ser enterrado junto a la reina, de 77 años.

Enrique, un noble francés que conoció a Margarita cuando era diplomático en Londres y con quien se casó la actual reina en 1967, nunca se ha sentido cómodo con su papel.

Quince años atrás ya puso en un aprieto a la Casa Real, al retirarse a Francia después de que, en la recepción de Año Nuevo y estando enferma la reina, el anfitrión fuera su hijo Federico.

Esto lo hizo sentirse "inútil" y "relegado" y motivó que no asistiera a la boda de Guillermo y Máxima de Holanda.

Los rumores de divorcio, lucha de poder o depresiones se cerraron meses después con una sesión fotográfica familiar, aunque Enrique no pudo evitar el apelativo de "príncipe llorón" de la prensa amarilla danesa.

Sonado fue también su plantón hace dos años a los actos del 75 aniversario de la reina, oficialmente por gripe, aunque a los pocos días se le vio de vacaciones en Venecia con unos amigos.

A pesar de las bromas recurrentes de la prensa por sus rarezas o su acento, Enrique acabó ganándose una imagen popular por aparecer disfrazado de panda en una gala, grabar un tema con un grupo de rock o pasear por la comuna anarquista de Christiania.