El presidente de EE UU, Donald Trump, llegó ayer al Foro de Davos para vender las bondades de su política ante la élite mundial y mantuvo reuniones con sus aliados tradicionales, Israel y Reino Unido. Sin embargo, la presencia de Trump en Davos, la primera de un presidente de EE UU desde la del demócrata Bill Clinton en 2000, se vio envuelta en una polémica sobre la fortaleza del dólar que le obligó a intervenir.

Poco antes de su llegada a la localidad suiza, su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, provocó marejadas en los mercados cuando dijo no estar preocupado por la debilidad del dólar, haciendo caer al billete verde. Para Mnuchin, un dólar débil interesa a EE UU porque, además de favorecer las exportaciones, encarece las importaciones, incitando a empresas y consumidores estadounidenses a comprar productos locales.

Algunos analistas estiman, de hecho, que las declaraciones del secretario del Tesoro podrían formar parte de una estrategia deliberada de la administración Trump para impulsar las exportaciones estadounidenses más allá de los compromisos adquiridos por Washington en el G-20.

Trump tuvo que saltar a la arena para asegurar que las palabras de Mnuchin "fueron sacadas de contexto" y que la Casa Blanca lo que quiere es "un dólar fuerte". De inmediato el billete verde empezó a subir de nuevo.

Trump suscita reacciones contradictorias entre los cerca de 2.500 delegados y 70 jefes de Estado y de gobierno que se han desplazado a Davos. Por una parte, los grandes empresarios se felicitan de su reciente reforma fiscal, que reduce el impuesto de sociedades al 21%, así como del robusto crecimiento económico que exhibe la economía de EE UU. Pero al mismo tiempo, su discurso proteccionista y sus declaraciones intempestivas no gustan en Davos, muchos de cuyos seminarios están dedicados a explicar los beneficios del libre comercio y la globalización.

En las calles, lejos de la zona vigilada por militares y policías donde se celebran los encuentros, Trump tampoco deja indiferente y un grupo de activistas suizos desplegó en una montaña una enorme pancarta en inglés que reza: "Trump not welcome" (Trump no es bienvenido).