Al cumplirse este lunes 35 años del Julio Negro, el inicio de las peores matanzas étnicas registradas en Sri Lanka que engendraron la guerra civil (1983-2009), el país no ha sido capaz de reconciliar a los tamiles con la mayoría cingalesa y no encuentra soluciones políticas a la situación de las minorías.

El 23 de julio de 1983, rumores de que un grupo de tamiles habían matado a 13 soldados cingaleses en Jaffna (norte) desató una oleada de violencia de la mayoría budista contra esa minoría hindú en Colombo, desde donde pronto se expandió por todo el país y provocó un éxodo tamil hacia el norte de la isla. El actual ministro de Reconciliación y líder de la Alianza Progresiva Tamil, Mano Ganesan, fue una de las víctimas de aquella matanza y se salvó solo porque un conocido empresario cingalés dio cobijo a su familia.

"Al extenderse la violencia, un amigo de mi padre vino a casa, nos metió a los siete en el coche, a mi padre, a mi madre, a mi hermana y cuatro hermanos, y nos llevó a su casa. (...) Nos salvamos justo a tiempo: nuestra casa fue reducida a cenizas minutos después de que escapásemos", relató este lunes Ganesan, que entonces tenía 23 años. "Fue una violencia patrocinada por el Estado; el Gobierno del Partido Nacional Unido, liderado por el presidente J.R. Jayawardana, no hizo nada para pararlo en aquel momento", denunció.

Ahora, 35 años más tarde, muchos consideran que el país no ha logrado una solución a la utilización de las lenguas oficiales ni al reparto de poder para incluir a las minorías étnicas. El analista de la Universidad de Colombo, Jayadeva Uyangoda, cree que algunos políticos se comportan como si la matanza nunca hubiese ocurrido, mientras que otros reconocen el Julio Negro pero han sido incapaces de encontrar una solución política al conflicto étnico.

También Niyanthini Kadirgamar, una joven investigadora y activista en favor de las comunidades tamiles afectadas por la guerra, considera que hacen falta más esfuerzos para reconciliar a las distintas comunidades del país. "No tenemos experiencias directas de los disturbios, pero hemos sentido profundamente el impacto de una comunidad polarizada y temerosa toda nuestra vida", explicó.

Kadirgamar recordó que este mismo año, en marzo, enfrentamientos entre musulmanes y cingaleses causaron varios muertos en el distrito central de Kandy, donde las autoridades se vieron obligadas a imponer medidas como el bloqueo de redes sociales y el despliegue de millares de efectivos del Ejército. "Escuchamos las mismas expresiones de miedo por parte de la comunidad musulmana después de los recientes disturbios en Ampara y Digana. Creo que resolver este miedo es importante", sentenció.

A su juicio, la racionalidad no siempre funciona a la hora de acabar con los mitos y prejuicios sobre la comunidad rival y hay que recurrir a hacerles entender el "miedo" que sufren los miembros del otro grupo. "Pero tenemos un largo camino que recorrer", concluyó.

"Momento dorado" para la solución

El parlamentario de la opositora Alianza Tamil Nacional (TNA, en inglés), M.A. Sumanthiran, líder de la oposición, piensa que este es un "momento dorado" para encontrar una solución, con los dos principales partidos políticos en el Gobierno. El TNA está tomando parte por primera vez en las reformas constitucionales, que muchos ven como una solución a los problemas étnicos del país, y su líder espera que la situación política ayude a acabar con la dinámica de propuestas gubernamentales rechazadas por la oposición.

Para la solución necesaria, "tiene que haber poder compartido entre las comunidades étnicas, incluyendo los grupos numéricamente minoritarios para abarcar las aspiraciones de todas las personas", aseveró. Eso sí, aunque el escenario político con los dos partidos en el poder es favorable, el tiempo es limitado. Así las cosas, el ministro de Reconciliación se muestra optimista al señalar que al menos ahora no hay guerra y que cuando los incidentes de marzo tuvieron lugar en Kandy "no fueron patrocinados por el Gobierno", a diferencia de 1983.