La cadena de agresiones a extranjeros que ha tenido lugar en Italia a lo largo de las últimas semanas ha generado en el país una alarma generalizada por racismo, tras haberse producido más de una decena de ataques xenófobos prácticamente seguidos y en diversos puntos del país.

El último y más notorio caso ha sido el de la atleta italiana de origen nigeriano Daisy Osakue, lanzadora de disco de la selección sub-23, que resultó herida en un ojo este lunes cuando unos desconocidos le arrojaron huevos desde un coche.

Ese mismo día, dos italianos mataron a golpes a un marroquí asegurando que era un ladrón, y un joven senegalés recibió una paliza en el bar donde trabajaba.

Entre los episodios de violencia de los últimos días hay incluso casos de disparos a inmigrantes africanos en Caserta, Nápoles y Forlí. El pasado 17 de julio, una niña gitana fue herida en Roma mientras estaba en brazos de su madre cuando un hombre le disparó desde el balcón de su casa. Del mismo modo, un obrero de Cabo Verde también fue alcanzado por un disparo mientras estaba trabajando. Su agresor se limitó a afirmar que estaba apuntando a una paloma.

A raíz de esta oleada de ataques racistas, la oposición italiana ha pedido explicaciones al Gobierno, al que acusa de haber promovido un discurso xenófobo con sus duras política de inmigración. El progresista Partido Demócrata instó ayer al ministro del Interior, el xenófobo Matteo Salvini, a comparecer en el Parlamento para explicar cómo va a actuar para "erradicar estos fenómenos que parecen aumentar, alimentados por la propaganda racista".

El Gobierno niega que haya una verdadera alarma por racismo en el país. "La alarma por racismo es una invención de la izquierda", aseguró Salvini, en el mismo tono que la ministra de Asuntos Públicos, Giulia Buongiorno, quien afirmó que la única "alarma" es la que surge "del caos" de la apertura de puertas "a cualquier tipo de inmigración".