La ONU logró ayer un frágil alto el fuego entre las milicias que desde hace diez días protagonizan los combates más duros sufridos por el país desde el inicio de la guerra civil en 2014. Los choques, focalizados en Trípoli, una de las dos "capitales" del país, han causado no menos de 50 muertos, cientos de heridos y miles de desplazados.

El repunte de una violencia que no ha abandonado el país desde que en 2011 -tras el derrocamiento y muerte del coronel Gadafi- se convirtió en estado fallido a merced de bandas de milicianos ha servido, además, para abrir un nuevo frente entre Francia e Italia, muy enfrentadas ya a propósito de la crisis migratoria. Italia, que descarta una intervención, acusa a Francia de haber impulsado la actual violencia.

Libia tiene en la práctica dos Gobiernos. Uno, el del general Jalifa Hafter, con sede en la ciudad oriental de Tobruk, que controla el 60% del país desde las caóticas elecciones legislativas de 2014. El segundo, puesto en pie por la ONU en 2016 en Trípoli, goza del reconocimiento de la comunidad internacional y del apoyo financiero de la UE pero a duras penas controla Trípoli, escenario tomado por varias milicias. Derribar este Ejecutivo (GNA, Gobierno de Acuerdo Nacional), infiltrado por varias de las milicias que se han enfrentado estos días, ha sido el principal objetivo desencadenante de los últimos combates.