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Aniversario de la Caída del Muro de Berlín

Rosa María Artal: "Escuchamos 'pueden pasar' y pasamos. Todos. Berlineses del Este y del Oeste"

La periodista de Informe Semanal que vivió en primera persona la apertura del Muro de Berlín recuerda este momento histórico en el libro 'Derribar los muros'

Los restos del Muro de Berlín en la actualidad se han integrado dentro de la ciudad. Shutterstock

La caída del muro de Berlín en 1989 supuso en aquellos momentos una insólita imagen que vaticinaba la imparable apertura al mundo por parte de la URSS. Tres décadas han pasado desde que la República Federal Alemana (RFA) y la República Democrática Alemana (RDA) volvieron a unirse y con ello las miles de familias que habían quedado separadas durante 28 largos años.

En ese momento y en mitad de esa ciudad dividida como consecuencia de la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial, se encontraba la periodista Rosa María Artal acompañada del equipo de Informe Semanal de TVE. Ahora podemos conocer su testimonio en primera persona en 'Derribar los muros (Desde el Muro de Berlín demolido, contra los nuevos muros levantados)', un libro coral con prólogo de Federico Mayor Zaragoza, presidente de la Fundación Cultura de Paz y director general de la UNESCO entre 1987 y 1999, donde sus autores reflexionan acerca de la trascendencia de este momento histórico y al mismo tiempo alertan sobre las nuevas tapias levantadas a lo largo y ancho del mundo.

"Uno de los mayores privilegios del periodismo es que permite ser testigo directo de esos giros trascendentales, y es lo que me ocurrió aquella noche gélida y lluviosa en la RDA. Con un equipo de Informe Semanal, asistimos, en el puente de Bornholmer de Berlín Este, al momento cumbre: fue allí donde se abrió el Muro, en el primer control fronterizo en dejar expedito el paso. Fuimos los únicos informadores de ese momento irrepetible. La historia sucedía tan cerca como para tocarla y sentir que el mundo sería diferente a partir de entonces", recuerda Artal.

Después del desastre nuclear de Chernóbil, en 1986, el dirigente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, reforzó la reforma aperturista ('glasnost') del sistema comunista, que habría de permitir una mayor libertad de expresión y de prensa. Su reestructuración, conocida como 'perestroika', abordaba pilares fundamentales del sistema político y económico con el objetivo de llegar a un sistema socialista de mercado.

Son miles las personas que cada año visitan el Muro, convertido en un símbolo de lo que nunca debió haber pasado.Shutterstock

En 1989, "el bloque soviético se resquebrajaba y las protestas empezaron a derribar barreras", advierte esta experta. Polonia tenía el primer Gobierno no comunista desde la guerra; Hungría acababa de celebrar elecciones pluripartidistas y gobernaba la socialdemocracia; y Checoslovaquia, sumida en huelgas, estaba a punto de sumarse a estos cambios. "Todo el bloque soviético vibraba en convulsiones", advierte.

Se contaban por centenares los huidos a diario por las vías abiertas y los germanorientales salían desde el verano en marchas reivindicativas. Del medio centenar del comienzo, habían pasado a llevar a medio millón de personas hasta Berlín en aquella primera semana de noviembre en una protesta de un civismo ejemplar e inapelable", destaca.

"A pesar del clima de tensión y de que en las alturas se trabajaba por hacer caer el muro y el bloque soviético, nadie sabía que fuera a ocurrir de inmediato"

En TVE decidieron hacer un reportaje para Informe Semanal y solicitaron visados. "A pesar del clima de tensión y de que en las alturas se trabajaba por hacer caer el muro y el bloque soviético, nadie sabía que tal cosa fuera a ocurrir de inmediato", reconoce. Los acontecimientos se precipitaron y el miércoles 8 de noviembre viajaron hasta Berlín Este. Ya era medianoche del jueves día 9 cuando llegaron a Checkpoint Charlie, el principal punto de acceso desde Berlín Oeste a Berlín Este.

Frente a un clima de hartazgo

Así lo recuerda ahora Artal: "Noche fría y con niebla. Los imperturbables guardias uniformados de gris, los temibles 'vopos', dibujan el escenario de la Guerra Fría. Es como en las películas, pero ahora lo vemos en directo. A la mañana siguiente, la calle ofrece una imagen precisa de lo que está ocurriendo. Hay un notable hartazgo popular que se expresa en quejas: contra la corrupción de 'los de arriba' o la arbitrariedad del poder; pocas contra una precariedad que resultaba evidente. El gran clamor, por encima de todos, apela a la falta de libertad para viajar o expresarse. Se plantean esa disyuntiva, común en tantos países, cuando no funcionan como deberían: irse o quedarse a construir una nueva sociedad. La posibilidad de llevarla a cabo quedaba muy lejos, pero al menos había que forzar cambios, decían".

El beso entre los líderes Erich Honecker, de Alemania Oriental, y Leónidas Breznev, de la Unión Soviética.Shutterstock

Al llegar a Berlín Este, descubrió que "era una ciudad sin apenas tiendas, algo sorprendente para el pensamiento occidental. Las fruterías sólo vendían coles de distintas variedades. Mucho más nutridas se mostraban las librerías y las tiendas de discos, que ofertaban sus productos a precios casi regalados. Las grandes avenidas, sin apenas tráfico".

Ante las protestas, un portavoz del Politburó -máximo órgano de poder de la Unión Soviética- ofreció una rueda de prensa para anunciar una nueva ley de viajes; "no la apertura del Muro de Berlín de forma inminente", zanja. Pero entonces, "un corresponsal en la zona, apuntando desde la mesa, pregunta más sobre el acuerdo y envía a su agencia: "El Muro de Berlín se ha abierto". No es así, todavía no. Va a ser una cadena de malentendidos", asegura la periodista.

"Miles y miles de personas acudieron a la vez al Muro de Berlín de punta a punta y comenzaron a trepar y a picar"

"Dos horas después, nos encontramos en el puente de Bornholmer. Hemos bajado con el embajador, Alonso Álvarez de Toledo, desde su residencia, donde hemos comentado la apasionante jornada. A pocos metros, hay un paso fronterizo; puede ser buena idea acercarse a ver si ocurre algo. Y así fue. Hay medio centenar de personas como mucho, y ningún periodista, a excepción de nosotros. Está muy oscuro y no hay presidentes, ni bandas de música como ocurrió en Hungría cuando se abrió la frontera", relata.

Y prosigue: "Apenas pasadas las nueve de la noche, empezamos. Mi compañero Laureano González enciende el foco de la cámara, Ángel Lucas pone el micro e inicio las entrevistas. El realizador José Luis Martí permanece atento. Uno de los 'vopos' nos exige que apaguemos las luces y nos vayamos. De forma ostensible. Está inquieto, irritado incluso. Él fue quien, en realidad, abrió el Muro. Harald Jagger, el oficial al mando, le contaría tiempo después al embajador que, ante la falta de instrucciones (salvo la de no disparar, a no ser que fuera en defensa propia), decidió dar la orden: "Pueden pasar". Y pasamos. Todos. Berlineses del Este y del Oeste".

La frontera volvió a cerrarse durante una hora. "Cuando se abrió de nuevo, la avalancha fue imparable. En aquel tiempo, sin teléfonos móviles ni redes sociales, miles y miles de personas acudieron a la vez al Muro de Berlín de punta a punta y comenzaron a trepar y a picar. A tomar el Muro. Aquello era ya irreversible", subraya.

Los problemas del presente

Rosa María Artal se felicita por los avances que se han dado desde entonces, como el progreso de la mujer, la conciencia por el miedo ambiente y las posibilidades que ha abierto Internet. Treinta años después de la caída del Muro, no obstante, la deseada convergencia de la que era la Alemania del Este con su vecina del Oeste dista mucho de haberse producido. Las desigualdades de renta persisten, el paro sigue siendo mucho mayor en esas regiones y muchos ciudadanos se sienten "de segunda", indica Artal. A su juicio, la "frustración" de gran parte de la población de esos Länder (estados) está provocando el ascenso de la ultraderecha de Alternativa por Alemania, un partido que crece sobre todo en dichos territorios.

La periodista y escritora cree que el "capitalismo desbocado" y sus consecuencias han traído consigo un magma que ha causado el auge de la extrema derecha. "La pregunta de estos días en Berlín es sobre las razones de ese desencanto", añade Artal, que cree que hay que buscar una solución atendiendo a las raíces del mismo. “Hay un capitalismo que ha erigido al dinero como el eje de todo", critica, al tiempo que aboga por poner a las personas en el centro de las decisiones políticas y económicas."Hay un enorme descontento y hay que buscarle una salida, porque si no lo hacemos nosotros otros lo harán", denuncia. En este sentido, asegura es importante derribar el muro mental del "miedo". "Todos los muros se pueden tirar abajo si primero se derriba el muro del miedo. Si miles de personas van a picar un muro, como pasó entonces en Berlín, ya no hay vuelta atrás", concluye.

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