Las autoridades birmanas han utilizado cañones de agua a presión y lanzado botes de gas lacrimógeno para tratar de disolver algunas de las manifestaciones que este martes volvieron a concentrar a decenas de miles de personas por todo Birmania contra el golpe de Estado, a pesar de la ley marcial decretada anoche por la junta militar.

La policía birmania estableció desde primera hora de la mañana controles en varios puentes y carreteras que llevan al centro de Rangún, antigua capital y cuidad más poblada, escenario desde el sábado de movilizaciones multitudinarias en rechazo al levantamiento militar del pasado 1 de febrero.

Miles de personas lograron burlar los dispositivos y se concentran en las proximidades de la pagoda Sule y el Ayuntamiento, fuertemente protegido por la Policía y ante la presencia de soldados.

El ultimátum establecido por las autoridades ya ha expirado, aunque hasta el momento la policía no ha cargado y la situación permanece tensa.

En decenas de ciudades a lo largo del país se han replicado manifestaciones masivas, en su mayoría sin altercados con la policía.

Sin embargo, en un puñado de ellas las autoridades han actuado contra los manifestantes, como en Naipyidó, donde al menos tres personas resultaron heridas por los cañones de agua y la policía disparó balas de goma en señal de advertencia.

En Manladay, la segunda ciudad más poblada, las autoridades también usaron los cañones de agua, al igual que en Bago, y además lanzaron gases lacrimógenos contra los manifestantes pacíficos.

"Las fuerzas de seguridad tienen la obligación moral y legal de desafiar cualquier orden ilegal de usar fuerza excesiva contra manifestantes pacíficos", comentó Tom Andrews, relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Birmania.

Un pequeño número de policías desertó

Un pequeño número de policías ha desertado del cuerpo y se ha unido a los manifestantes, según informan varios medios locales.

La junta militar de Birmania impuso el lunes la ley marcial en varias ciudades y distritos de Rangún en respuesta a las manifestaciones que se extendieron por todo el país desde el fin de semana y prohíbe las reuniones de más de cinco personas mientras impone un toque de queda nocturno, entre otras medidas.

El anuncio llegó después de que los militares, a través del canal de la televisión estatal MRTV, amenazaran con tomar acciones contra los manifestantes y les acusaran de dañar la estabilidad del país, la seguridad y el Estado de derecho.

Primer discurso a la nación

En su primer discurso a la nación, el jefe de las Fuerzas Armadas, Min Aung Hlaing, pidió anoche a los birmanos que permanezcan "unidos como país" y que se fijen "en los hechos y no en las emociones", al justificar el golpe de Estado militar por un supuesto fraude electoral en los comicios del pasado noviembre.

Decenas de miles de personas tomaron desde el sábado las calles del país para protestar contra la toma de poder por parte del Ejército, que ya gobernó Birmania con puño de hierro entre 1962 hasta 2011, y exigir la liberación de los líderes democráticos arrestados, entre ellos la nobel de la paz Aung San Suu Kyi.

Desde el levantamiento militar al menos 170 personas han sido detenidas, la gran mayoría políticos y miembros del partido liderado por Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (LND), incluidas 18 personas que ya han sido puestas en libertad.

La LND, en el gobierno desde 2016, arrasó en los comicios de noviembre al imponerse en el 83 % de los escaños en liza, pero los militares alegan que esos resultados fueron amañados y así justifican su golpe de Estado.