China e India aún no aceptan limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados, ni quieren fijar una fecha para la eliminación del carbón de la industria energética. Esta ha sido la ruptura que se ha evidenciado en la cumbre de ministros y delegados de Ambiente y Energía del G-20, las veinte economías responsables del 85% de las emisiones de efecto invernadero. La cumbre que este año preside Italia había puesto alto el listón de lo esperado, pero finalmente hubo que rebajar las expectativas. Con un ‘pero': la presidencia italiana decidió que elaborará un informe para explicar “claramente” quienes se han opuesto y cuáles son sus motivaciones.

Por la negativa china e india, "de 60 artículos, dos se sacaron porque no se pudo llegar a un acuerdo”, dijo Roberto Cingolani, el ministro italiano de Transición Ecológica de Italia, al ilustrar las conclusiones de la cumbre de dos días en Nápoles. Cingolani explicó que “ningún país” puso en discusión el Acuerdo de París de 2015, y que un éxito de la reunión fue establecer por primera vez el nexo entre “medioambiente, clima, energía y pobreza”. Pero se fracasó con los objetivos más ambiciosos, entre ellos también establecer quién pagará por la transición ecológica. 

“Fue una negociación larguísima, extenuante” que finalmente se convirtió en un choque “pared contra pared”, contó el ministro. Curiosamente, tanto India como China no participaron en los dos días de la cumbre en Nápoles de forma presencial, la siguieron en remoto, como subrayó la prensa italiana.

De hecho, las dificultades para obtener un acuerdo completo ya se habían percibido en la tarde del viernes cuando la presidencia italiana dejó filtrar que, junto con el 'zar del clima' de EEUU, John Kerry, se estaba intentando “desbloquear” la negociación. Pero ni estas maniobras, ni el trabajo de los 'sherpas', los técnicos que trabajaron durante meses, pudieron lograr el visto bueno para los dos párrafos divisivos. Contaban con el declarado apoyo de EEUU Canadá, Japón, y los países de la Unión Europea, pero no de China e India. La razón: son economías "fuertemente basadas en el carbón”, fue la síntesis de Italia.

De esta manera, la ‘patata caliente’ sobre estas cuestiones queda así en manos de la próxima la conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático, la COP26, que se celebrará en noviembre en Glasgow, en Reino Unido. En vista de ese encuentro, habrá que trabajar para “convencer a la mayor cantidad posible de países del G-20 para que aumenten sus ambiciones climáticas”, consideró, en esta línea, la ministra francesa Barbara Pompili.

En este sentido, la cumbre también certificó el renovado vigor del viejo esquema ('pre-Donald Trump') del mundo dividido en los dos tradicionales bloques. Por una parte, los países del llamado Occidente; por la otra, los países emergentes. Los primeros decididos -al menos, de palabra- a avanzar en sus planes para una revolución verde que supere los objetivos fijados por el Acuerdo de París, como ahora piden muchos ecologistas y científicos. Los segundos, escépticos, o directamente contrarios, por el temor a que esto frene su desarrollo económico después de que, por décadas, el principal emisor fue EEUU. 

Una postura, esta, que, en parte, también cosecha cierto consenso en los países de ingresos medios, que ahora están lidiando con dificultad con los estragos socioeconómicos provocados por la pandemia. Lo ejemplificaron las palabras de Martha Delgado, la delegada mexicana. Delgado afirmó que México, solo después de recuperarse de la crisis, se planteará una mayor reducción de las emisiones. “En la medida en la que podamos recuperarnos económicamente […] México también podrá tener metas más ambiciosas”, dijo, en una entrevista con Efe Delgado.