Luiz Inacio 'Lula' da Silva tiene un único sueño: ser otra vez presidente de Brasil. Para alcanzarlo recorre el país en silencio y con la mano tendida. Participa de actos en los que levanta el puño izquierdo. De inmediato bascula hacia el centro y hasta se muestra dispuesto a perdonar deslealtades. "No tengo derecho a quedarme parado, ni a cargar odio”, dice antes de explicar su pragmática hoja de ruta. "El Partido de los Trabajadores (PT) tiene la obligación de volver”. El fin justifica su mesura. Y si bien recuerda que "todavía" no es candidato, casi nadie en Brasil duda de su decisión de competir en las elecciones de octubre de 2022. A los 75 años, después de pasar más de 500 días en prisión como parte de una causa judicial que al final se demostró viciada, Lula confiesa que "nunca" tuvo "tantas ganas" de gobernar su país como en la actualidad.

Y las encuestas le sonríen. De acuerdo con la consultora XP/Ipespe, el exjefe de Estado, del 2003 al 2010, tiene una intención de voto del 40% en la primera vuelta, 16 puntos más que Jair Bolsonaro. En caso de una eventual segunda vuelta, Lula se impondría al capitán retirado con un 49% frente al 35% del actual jefe del Estado. El líder del PT también ganaría a otros posibles competidores como Ciro Gomes, João Doria o Eduardo Leite. Según Paraná Pesquisas, un 43% de los brasileños optarían en las urnas por Lula.

La creciente popularidad del hombre que entre 2016 y 2020 fue calificado por sus adversarios como la misma imagen del demonio, provoca la ira de un Bolsonaro cuya desaprobación, según el sondeo de Power360, ha llegado en los últimos días al 64%. Un 58% de las personas entrevistadas por esa consultora se han mostrado a su vez a favor de un juicio político contra el actual mandatario por su responsabilidad en la lucha contra la pandemia que ha provocado casi 575.000 muertes por covid-19.

Delicada ingeniería

Lula sabe que el camino hacia las elecciones del año venidero estará plagado de peligros, entre ellos la guerra que ha librado el propio Bolsonaro contra las urnas electrónicas, al punto de amenazar con suspender la contienda y enfrentarse con el Tribunal Supremo, que lo investiga por su presunto papel en la divulgación de 'fake news'.

Una de sus principales preocupaciones es la de aventar los fantasmas del "peligro izquierdista" que propaga la ultraderecha. El propio Lula intenta despejar esos temores. Hasta se ha permitido criticar de un modo inusual al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. "Cuando pensamos que no hay nadie que nos sustituya nos estamos convirtiendo en dictadores", afirmó a la televisión mexicana.

Su ingeniería es mucho más que retórica. Realiza gestos permanentes en favor de una recomposición de sus relaciones con sectores del centro e, incluso, del centroderecha. El expresidente está convencido de que con las fuerzas de izquierda en todas sus acepciones, no alcanza para garantizar la victoria en 2022.

Evangélicos y militares

Con ese espíritu ha salido a buscar el voto evangélico. Además de tener una fuerte presencia parlamentaria, los evangélicos ostentan también una robusta musculatura económica y mediática. Las iglesias pentecostales representaban en 1940 apenas el 2,7% de la feligresía. Ochenta años más tarde reciben en sus templos al 23% de los brasileños que se consideran cristianos. A ellos Lula les dice: "Soy hijo de una familia religiosa. Mi madre no habría tenido la fuerza de criar ocho hijos sola si no fuera por su fe". También les recordó que "si Dios simboliza el amor, la fraternidad y la bondad, Bolsonaro no puede ser su enviado”.

El otro frente estratégico es el castrense. Se trata, nada menos, que el gran sostén de Bolsonaro en medio de la tormenta. Por ahora, el expresidente no parece haber reducido el profundo antilulismo que existe en parte de los uniformados. "No tengo ninguna conversación con los militares. Cuando gane, hablaré, porque entonces seré su jefe y diré lo que pienso y cuál es su papel", dijo. Lo cierto es que Lula ha buscado a través de dos exministros de Defensa de reconstruir las relaciones con las instituciones armadas. Para Bruno Boghossian, columnista del diario paulista Folhael líder del PT juega un "ajedrez errático" al expresar indiferencia por el humor militar ante su candidatura. Las razones de su ambigüedad, sostienen otros analistas, obedece a que no quiere mostrarse ante la sociedad como si pidiera permiso a los cuarteles para aspirar otra vez a la presidencia.