Sabía China del inminente boicot diplomático estadounidense y estaban los resortes activados. Desde el Ministerio de Exteriores, embajadas y prensa se respondió al unísono: la última afrenta de Washington es un acto pretencioso y teatralizado, apenas aspavientos para la galería, porque sus funcionarios nunca habían sido invitados. Acudirá Estados Unidos sólo con sus atletas, como ya preveía Pekín, para no contribuir a la “fanfarria” olímpica.

Desde el Ministerio de Exteriores se abundó en la paradójica ausencia de aquellos a los que no esperaban. “Un despliegue publicitario”, desdeñó Zhao Lijian, su portavoz. También acusó a Washington de violar la neutralidad política del deporte, anunció medidas contundentes de castigo que no aclaró y aventuró que se resentirá la colaboración bilateral. Y criticó a Washington por apuntalar sus acusaciones de crímenes contra la humanidad en “rumores y mentiras”. Desde Estados Unidos habían justificado el boicot en la represión contra los uigures, la hostilidad hacia Taiwán, la involución democrática en Hong Kong y el mediático y reciente caso de la tenista china Peng Shuai. “Estados Unidos no ha proporcionado ni una sola evidencia de que en China se están llevando a cabo genocidios ni crímenes contra la humanidad. Equivale a acusar a tu vecino de asesinato sin dar el nombre de la víctima ni una fecha o lugar del crimen”, clamaba esta mañana un editorial en la prensa nacional.

"Provocación política"

“Es una enorme parodia hacia el espíritu olímpico, una flagrante provocación política y una seria afrenta a 1.400 millones de chinos. Sólo conseguirán que el pueblo chino y el resto del mundo vean más clara la sinofobia y la hipocresía de los políticos estadounidenses”, juzgó Liu Xiaoming, antiguo embajador en Londres.

El boicoteo cosmético estadounidense en tiempos de coronavirus arruina el clima de cordialidad edificado en la reciente charla telefónica de Xi Jinping y Joe Biden y subraya las frágiles costuras de su relación. Se esperaba del segundo que mantuviera el fragor en las áreas de inevitable conflicto entre dos países que se discuten la primacía global pero que relajara en el resto la hostilidad de la administración Trump. El torpedo hacia el escenario olímpico supone una afrenta considerable para Pekín.

Es improbable que se apague pronto el eco del boicotEl viceprimer ministro neozelandés, Grant Robertson, ha aclarado hoy que su país no enviará a funcionarios de rango ministerial. Robertson ha sido sincero, aludiendo a la pandemia como principal razón, pero también ha recordado que han trasladado en numerosas ocasiones a China su inquietud por los derechos humanos. Canadá, el Reino Unido y Australia también se plantean seguir el boicot estadounidense. La campaña obliga a preguntarse si la preocupación por los derechos humanos es monopolio de esos gobiernos en un mundo desidioso. El boicoteo no se lo plantea Alemania, sin rival en su valerosa, acreditada y pertinaz crítica a los atropellos de China. Los cuatro países anteriores forman parte de la alianza de inteligencia conocida como Cinco Ojos, apadrinada por Washington y tozudamente alineada en su política frentista hacia China en asuntos como el boicot a la tecnológica Huawei.