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Músicos astur-rusos por la paz: “Esto tiene que acabar cuanto antes”

Los violinistas de la OFIL Marina Gurdzhiya y Yuri Pisarevsky son rusos, pero con vínculos familiares y amigos en Ucrania: “Compartimos el mismo pasado”

Marina Gurdzhiya y Yuri Pisarevskiy, ayer, en el Filarmónica de Oviedo, en un descanso del ensayo. | Luisma Murias

Los violinistas rusos Marina Marina Gurdzhiya y Yuri Pisarevsky fueron, muy a su pesar, los protagonistas del último concierto de Oviedo Filarmonía (OFIL), el pasado sábado en el Auditorio de Oviedo. Ellos y su compañera ausente, la chelista ucraniana Svetlana Manakova, que ha enfermado de preocupación por su familia, que vive en una zona inmersa en el conflicto bélico. En mitad del concierto, antes de que la orquesta acometiera la Quinta Sinfonía de Beethoven, la Sinfonía del Destino, los dos músicos cubrieron con una bandera de Ucrania su silla vacía y el director de la OFIL, Lucas Macías, tomó la palabra para explicar que el gesto era una muestra de “nuestro apoyo al pueblo ucraniano ante el cruel destino que está viviendo”.

Marina y Yuri son rusos. Ella es de ascendencia georgiana, cuenta que su padre no lo pasó nada bien en 2008 con la intervención militar rusa en su país. Está inquieta, porque él y su madre viven en Moscú y teme lo que el futuro deparará. Yuri guarda un feliz recuerdo de los veranos que pasó hasta los 18 años en Kiev, la capital ucraniana, en la casa de su abuela. El 29 y el 30 de septiembre de 1941 el ejército nazi asesinó a más de 33.000 personas en Kiev, la inmensa mayoría judíos, y entre ellos a media familia del violinista. Yuri no da crédito a lo que está pasando: “Parece mentira que 80 años después de aquella masacre la guerra haya vuelto”. Los rusos que fueron sus libertadores son ahora sus enemigos: “No entiendo nada”. “He intentado encontrar a mis amigos ahí, pero no hubo manera, no me contestan. Uno vive muy cerca de Kiev, no responde a mis llamadas y no sé si ha podido huir o le ha pasado algo”, cuenta. En Moscú tiene a su hermana y a muchos amigos y también está muy preocupado por ellos.

Yuri está muy pendiente de las noticias y por más que da vueltas al asunto no se lo explica. “Ni esta guerra, ni cualquier guerra, tienen sentido”, dice. “Cada uno tiene sus valores, pero el mayor es la vida y el segundo la familia, y los estamos destruyendo”, se queja. “Esto tiene que acabar cuanto antes por la vía diplomática. Nadie quiere ceder ni un centímetro de sus intereses, pero hay que buscar compromisos, hay que hacerlo con buena voluntad”, sentencia.

Su compañera en la OFIL, Marina, reconoce abiertamente que está “muy afectada”. “Me duele muchísimo lo que está pasando”, asegura y se entristece al pensar cuánto tiempo pasará hasta que pueda viajar a visitar a sus padres, que residen en Moscú. “Es un mal sueño, una pesadilla”, agregó. “Los gobiernos manejan a la gente y no se preocupan por ella de verdad, la gente paga lo que ellos hacen con sus vidas, con su futuro y con sus hijos”, critica. Cuenta que tiene amigos ucranianos y que cuando supo que una conocida iba a recibir a unos familiares que huían de la guerra en Oviedo, se ofreció a alojarlos de inmediato. “Mi piso es pequeño, pero techo y comida no les va a faltar”, promete.

“Dicen que somos rusos, que somos ucranianos... En Rusia los ucranianos están por todos los sitios, hay ucranianos que solo hablan ruso. Tenemos el mismo pasado y una historia en común”, argumenta. Su oposición a la violencia es rotunda: “Ni un disparo, no hay que disparar nunca”.

Yuri y Marina desean con todas sus fuerzas que esto acabe lo antes posible, aunque se les nota escépticos. Es posible que la OFIL siga sacando la bandera de Ucrania en sus actuaciones. No lo saben aún. Por ahora poco más pueden hacer.

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