Salah Abdeslam, el principal acusado de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París y Saint Denis, se mostró altanero y provocativo en su segundo día de interrogatorio en el juicio por la masacre que provocó 130 muertes, lo que provocó reacciones de exasperación y obligó a suspender la audiencia.

La gota que colmó el vaso fue cuando Abdeslam se presentó como víctima, acusó a Francia de haber arruinado su vida y describió a la acusación como un "castillo de naipes" destinado a colocar en sus espaldas todas las víctimas, cuando en realidad él no causó ninguna.

La reacción en la sala fue ruidosa y la defensa de Abdeslam reprochó al presidente del tribunal no haber puesto fin al bullicio, por lo que se retiró de la audiencia lo que obligó a su aplazamiento hasta mañana, sin que hubiera acabado su interrogatorio.

En un tono arrogante, en ocasiones desafiante contra el presidente del tribunal, la Fiscalía y las acusaciones particulares que representan a los familiares de las víctimas, Abdeslam, el único superviviente de los comandos que cometieron los atentados, aseguró no haber participado a la preparación de los mismos.

Abdeslam deberá responder más adelante sobre su participación en los atentados, cuando deberá aclarar por qué no accionó el chaleco de explosivos que llevaba aquella noche en las calles de París y corroborar si, como ha dejado ya entrever, se arrepintió en el último momento.

Por ahora, el acusado se escudó en evasivas y en una lealtad hacia personas que, dijo, "ya no están entre nosotros", para rechazar las pruebas que le sitúan también en la organización de la masacre, en concreto en la repatriación desde Siria de varios de los autores materiales, así como de otros responsables del Estado Islámico y de la compra de material que pudo utilizarse en su comisión.

Reconoció el alquiler de hasta cinco vehículos, pero solo dijo haber efectuado dos viajes a Hungría, que hizo para rescatar a musulmanes que huían de la guerra de Siria.

"Eran mis hermanos en el Islam. Vivían en una zona de guerra. Estaba el régimen de Bachar al Asad, estaba Vladímir Putin. Gente que combatía contra el Islam. Y el profeta nos prohíbe abandonar a nuestros hermanos", aseguró Abdeslam, que comparó su iniciativa con los muchos europeos que acuden a buscar refugiados a la frontera con Ucrania.

Ni una palabra sobre la identidad de esos "hermanos", aunque sí aseguró que de haber sabido que preparaban atentados no habría ido a buscarles.

También guardó silencio sobre quién le pidió hacerlo y negó sus primeras declaraciones, cuando al poco de ser arrestado en 2016 aseguró que fue su hermano Brahim, otro de los kamikazes de los atentados del 15N.

Silencios y negativas

El acusado se refugió en el silencio, respondió con varios "sin comentarios" y negó cualquier vínculo con otros acusados de haber participado en la preparación de los atentados, como Mohamed Bakkali, que se sienta también en el banquillo de los acusados y a quien dijo no conocer hasta ahora.

Tampoco admitió haber traído a Bélgica a Abdelhamid Abaaoud, cerebro de los atentados, su amigo de infancia, abatido por la policía francesa pocos días después de los ataques.

Y todo ello pese a que el rastro de los vehículos que alquiló y sus teléfonos le sitúan en varias ocasiones en las zonas donde la policía sospecha que se intercambiaba a los futuros terroristas de vehículo para entrar en Bélgica.

También reconoció haber llevado consigo documentación falsa para facilitar su entrada en Bélgica y de haber comprado material para hacer estallar a distancia fuegos artificiales, sin reconocer que fueran para un uso diferente de ese.

"Castillos de naipes", señaló sobre esas acusaciones un Abdeslam que, dijo, nunca pensó estar preparando un atentado.

"La gente quiere creer que maté a 130 personas, que lo sabía todo desde el principio, pero no es verdad", agregó el acusado, que señaló que "desde hace seis años es eso lo que dicen los medios y la gente está adoctrinada".

La tensión fue en aumento hasta que estalló en un duelo entre la defensa y el presidente de la sala.

"En la sala había muchas víctimas cuya vida fue arruinada por esos atentados, era inadmisible escuchar eso y por eso mostraron su rechazo", afirmó tras la suspensión Catrine Szwarc, una de las abogadas de las acusaciones particulares.

Para Dominique Kielemoes, vicepresidente de la asociación de víctimas, escuchar como Abdeslam trataba de hacerse pasar por víctima "es inadmisible": "nuestra vida está arruinada desde hace más de seis años".