Una crisis difícil de resolver. El centroderecha, la izquierda, los obispos, e incluso la prensa italiana, sintetizaban de esta manera este viernes la delicadísima situación política en el país. Porque la grieta dentro del Ejecutivo de Mario Draghi es tal que la posibilidad de que se encuentre un acuerdo que no altere el actual Gobierno ya es incluso más que un camino cuesta arriba. Solo sorpresas de último momento —nunca imposibles en Roma— modificarían el anunciado epílogo de la ruptura del mandato de Draghi, después de la abrupta traición del Movimiento 5 Estrellas (M5E).  

De ahí que la política italiana viviera otra jornada de tensión y griterío, dominada por las expectativas sobre las reuniones del M5E, la formación que, fuerte de su antigua popularidad y por razones aún desconocidas, boicoteó el jueves en el Senado la permanencia de Draghi en el poder, al retirarle el sostén en una votación de confianza sobre una ley de ayudas contra la inflación. Pero poco se pudo desenmarañar. 

Giuseppe Conte, el líder del M5E y el artífice público de la crisis, se convirtió antes en el objeto predestinado de los dardos de la casi totalidad del espectro político italiano. “El M5E se confirma lo que siempre ha sido: un daño para la credibilidad de las instituciones y un desastre para la vida de los ciudadanos italianos. Obligar Draghi a dimitir es su última infamia”, ha sintetizado finalmente Matteo Renzi, el líder del centrista Italia Viva, al referirse a las dimisiones ya presentadas por el mandatario italiano y de momento congeladas por el presidente de la República, Sergio Mattarella.

Compromiso

Aún así, otros, aún esperanzados de que se encuentre un compromiso antes de que Draghi hable ante el Parlamento el próximo martes o miércoles, han continuado a enviar mensajes de apoyo y ejercer presión sobre el exjefe del Banco Central Europeo (BCE). “Los italianos aún esperan que Mario Draghi cambie de opinión” sobre su intención de dimitir, ha llegado a decir Antonio Tajani, el vicepresidente de la centroderechista Forza Italia. “Sin Draghi, Europa será más pobre”, ha añadido la ministra de la Familia, la democristiana Elena Bonetti.

Pero señal alguna en esta dirección ha llegado hasta ahora del interesado. Por el contrario, desde el entorno de Draghi, se hizo llegar únicamente la información de que “el presidente está tranquilo”, pese a que entiende "la gravedad" de lo ocurrido. Con ello, a media tarde del viernes, la oficina de Draghi incluso envío su agenda con la única actividad pública programada para los próximos días: un viaje institucional el lunes a Argelia, como parte de las actividades para reducir la dependencia del gas ruso de Italia. Eso sí, el desplazamiento fue reducido a solo un día, en lugar de dos como inicialmente previsto, para su prevista comparecencia en el Parlamento.  

Enredo político

Y es que, en verdad, la nueva crisis italiana ha dejado esta vez incluso helados a los italianos a pie de calle. La razón es que el enredo político llega en un momento complicado para Italia, un país que aún tiene dificultades para encontrar soluciones a la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania, sufre de alzas de las tasas de interés sobre su deuda, y tiene que lidiar con un grave aumento de la inflación que está mermando el poder adquisitivo de las familias italianas.

Incluso el Iglesia católica se ha pronunciado, como suele hacer en los momentos políticos de particular estrés en el país. “Miramos con gran preocupación la situación política que se está creando y que corre el riesgo de solaparse con una etapa de crisis más general que está afectando de manera grave la vida de las personas y de las familias”, ha dicho el cardenal Matteo Zuppi, el presidente de los obispos italianos. El peligro mayor es que ahora, una vez más, Italia se encamine hacia una larga inestabilidad, con sus consecuencias en Europa.