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Pasado nazi

Los magnates sin escrúpulos que financiaron a Hitler

El periodista David de Jong investiga en 'Dinero y poder en el Tercer Reich' cómo ricos empresarios alemanes se lucraron de la explotación de trabajadores forzados y de sus lazos con el nazismo

Hitler recibe una réplica de Volkswagen de manos de Ferdinand Porsche, en abril de 1938.

La explotación de los prisioneros de campos de concentración como trabajadores esclavos, la apropiación de negocios de judíos a precios de saldo y la producción masiva de armas fueron los principales tentáculos de la colaboración entre el régimen de Hitler y los empresarios más destacados y poderosos de Alemania hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. "La amplitud y voracidad" del lucrativo apoyo al Partido Nazi, que algunos magnates iniciaron incluso antes de la llegada al poder del Führer y "su falta de escrúpulos, de remordimientos y de moral para asumir responsabilidades" sorprendieron al propio investigador y autor del ensayo 'Dinero y poder en el Tercer Reich' (Principal de los Libros), el periodista económico holandés David de Jong, que ha indagado en el papel durante el nazismo de las ricas dinastías de financieros que estuvieron al frente de firmas como BMW, Dt. Oetker, Volkswagen, Porsche, Siemens, Krupp, Daimler-Benz o Allianz.   

La Alemania nazi esclavizó a "entre 12 y 20 millones de trabajadores esclavos. De ellos, 2,5 millones murieron", cifra De Jong, sobre un sistema perverso "de exterminio a base de trabajo forzoso". "Las empresas firmaban un contrato con las SS según el cual pagaban 4 marcos por cada trabajador no cualificado y 6 marcos por cada especializado. Las SS construían y gestionaban la vigilancia de campos satélites cercanos a las fábricas, minas o industrias de esas empresas, que eran plenamente conscientes de las condiciones de vida y muerte de esos trabajadores forzosos, de la crueldad y el horror –explica-. Recibían un trato abyecto, mala alimentación, maltratos… y a la mínima les ahorcaban o mataban, o morían de extenuación. Sabían perfectamente lo que pasaba". Cada campo de concentración, enumera, estaba asignado a unas empresas concretas: la química IG Farben a Auschwitz; BMW a Dachau; Daimler Benz a Sachsenhausen; Siemens a Buchenwald, o Volkswagen, Porsche y Dr.Oetker a Neuengamme

El industrial alemán Friedrich Flick, escuchando la sentencia en los juicios de Núremberg, donde fue condenado a siete años de cárcel por emplear en sus fábricas mano de obra forzada.

De Jong, que ha trabajado para Bloomberg y ‘The Wall Street Journal’, denuncia que la práctica totalidad de empresarios nunca rindió cuentas tras la guerra de su pasado nazi. "Cuando entró en juego la Guerra fría, la prioridad fue la lucha contra el comunismo y Estados Unidos y Gran Bretaña querían construir una Alemania fuerte que actuara de muro de contención ante Rusia. Por eso, el proceso de desnazificación fue un espejismo. Muchos acusados de ser nazis pasaron a Alemania oriental, cuyos compatriotas no tenían ningún interés en perseguirlos, y donde muchos acabaron incluso de dirigentes en la Stasi". Tres fueron juzgados, el rico industrial del acero y el carbón Friedrich Flick y responsables de Krupp e IG Farben. Solo se condenó a Flick, en los juicios de Núremberg, a siete años de cárcel por emplear trabajadores forzados; solo cumplió tres y en los 60 ya se alzaba en accionista mayoritario de Daimler-Benz. 

El periodista y escritor David de Jong, autor del ensayo 'Dinero y poder en el III Reich'. Jordi Cotrina

Para De Jong fueron "cómplices" del nazismo. "La clase empresarial alemana, firmas como BMW, Dt. Oetker, Porsche…, hoy siguen siendo grandes empresas que desde hace décadas realizan un proceso de blanqueamiento de su pasado histórico y jamás han reconocido su responsabilidad moral ni admitido su implicación". En 1999 hubo un acuerdo de compensación y pagos a víctimas y herederos entre el Gobierno alemán y unas 80 empresas, de 5.000 millones de dólares. "Algunas encargaron estudios a historiadores, pero son textos de 2.000 páginas en alemán que no se traducen ni difunden entre el gran público. Es una forma de protegerse: si se divulga el pasado nazi de sus fundadores o antiguos directivos puede perjudicar a la marca y devaluar el valor de la empresa. Por eso quise escribir este libro", añade.  

Presas usadas como trabajadoras esclavas en Auschwitz para la empresa I.G. Farben.

Primer marido de Magda Goebbels

Señala De Jong cuán comprometido con la ideología nazi estaba por ejemplo Oetker, que hasta "daba a cada nuevo empleado un ejemplar de ‘Mein Kampf’ y tenía un retrato de Hitler en su despacho". Más oportunistas, apunta, fueron Flick o los Quandt. "Herbert Quandt salvó a BMW de la quiebra en 1960, pero antes fue un criminal nazi, responsable de esclavizar a más de 50.000 personas en sus fábricas de armamento y baterías y de quedarse con empresas de judíos obligados a venderlas por cuatro duros. También dirigió la construcción de un subcampo de concentración. Tras publicarse el libro en Alemania y Estados Unidos la pasada primavera mucha gente que ha tenido tratos con la fundación benéfica Herbert Quandt se enfureció por la falta de transparencia y se vieron obligados a emitir un comunicado", revela antes de apuntar que el padre de Herbert, Günther Quandt, también miembro del partido nazi, se casó tras enviudar con la que sería la futura Magda Goebbels, esposa del ministro de Propaganda de Hitler. "Se la consideraba la primera dama del Tercer Reich [por la amistad y devoción, mutua, por Hitler]. Fue un personaje fascinante. Tuvo seis hijos con Goebbels, a los que mataron en el búnker de Hitler antes de suicidarse ellos mismos ante la caída de Berín. Quandt se aprovechó de esa relación para obtener beneficio económico del régimen".

El cofundador judío de Porsche

No fue la de la fundación Quandt la única reacción al libro. "En unos meses habrá una oferta de acciones de Porsche valorada en 80 billones de euros. Para no entorpecerla están negociando con los herederos del judío Adolf Rosenberger para contar la verdadera historia de la empresa y restituir moralmente su nombre como cofundador de Porsche junto con Ferdinand Porsche y su cuñado, Anton Piëch, quienes le expulsaron y compraron su parte a bajo precio en 1935". El hijo de Ferdinand, Ferry, que se hizo cargo de la empresa, fue oficial de las SS.   

Sin embargo, y aunque no llegaron a la implicación de Oskar Schindler, sí hubo empresarios que prueban "que se podía plantar cara a Hitler". "Robert Bosch, del que todos tenemos electrodomésticos hoy, no se alineó con el nazismo. Era un progresista al que le preocupaba el bienestar de los trabajadores y se manifestó en contra. Pero aún así, presionado, acabó produciendo armamento para el Reich", relata. Otro ejemplo es el de Fritz Thyssen (tío del barón Thyssen- Bornemisza que se casó con Tita Cervera). "Fue uno de los primeros en unirse a la ideología nazi y apoyó a Hitler en 1925, incluso antes de que llegara al poder, pero que en 1939, siendo miembro del partido votó en contra de la invasión de Polonia. Eso le costó el exilio, la expulsión y la pérdida de su empresa y del imperio de acero Thyssen. Fue detenido en Francia, donde había huido, y fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen. Él tuvo opción. Dijo no, pero pagó un precio".

Robert Bosch o Fritz Thyssen son ejemplos de que se podía plantar cara a Hitler, aunque se pagara un precio

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La conciencia del consumidor

Cree De Jong que hoy el consumidor "o no lo sabe o no le importa. Para los alemanes sería complicado, porque todas las empresas con más de cuatro décadas de existencia tienen algún vínculo con ese pasado nazi. Hoy, todos sabemos de dónde viene una camisa que cuesta cinco euros y seguimos comprándolas. Los consumidores, sin embargo, deben ser conscientes de que cuando compran pizzas de Dt. Oetker o un Volkswagen o un Porsche están dando beneficios a clanes familiares y herederos que financian herramientas que blanquean el pasado nazi". 

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