Terremoto en Turquía y Siria

"Aquí no viene nadie": Miles de personas permanecen atrapadas bajo los escombros del terremoto en Turquía

Visitamos Antakya, la antigua Antioquía, una de las ciudades con más víctimas mortales por los seísmos: "Esta ciudad ya no existe"

"Aquí no viene nadie": Miles de personas permanecen atrapadas bajo los escombros del terremoto en Turquía.

"Aquí no viene nadie": Miles de personas permanecen atrapadas bajo los escombros del terremoto en Turquía. / SUHAIB SALEM

Adrià Rocha Cutiller

Zekiye, de 80 años, está desubicada. A su alrededor, todo va muy deprisa. Hace más de un día que no duerme, después de que su vecina de abajo la rescatara tirándola por la ventana de su casa. Hace más de un día que esta vecina volvió a su piso, una vez rescatada Zekiye, para sacar su ropa y la de su amiga. Hace más de un día que la casa se derrumbó del todo. Zekiye estaba fuera; su vecina, no.

Hace más de un día, entonces, que la vecina ha muerto. Pero todo esto, Zekiye no lo sabe. Ella está aturdida, fuera de lugar. Su casa, donde ha vivido media vida, ya no existe, y su hija y nieta la han metido a la fuerza en su coche. Lo primero, escapar de Antioquía (Antakya), la ciudad en Turquía donde han muerto más personas por el terremoto del lunes por la madrugada.

Lo segundo, volver en sí. “Estamos todos en shock. Pero mi abuela está perdida. Esto ha sido horrible. Por suerte, ella pudo ser rescatada temprano. Pero mi prometido no consiguió escapar de su casa hasta la tarde del lunes. Pensábamos que había muerto. Por suerte estamos todos bien, pero 'Antakya' ahora ya no existe. Ya nada existe. Nuestro barrio entero es ahora un descampado de runas”, dice Meltem, la nieta de Zekiye.

En total, según los últimos recuentos, 5.000 personas han fallecido y 25.000 han resultado heridas por el seísmo; tanto en el norte de Siria como en el sur de Turquía. De todas las muertes, casi mil han ocurrido en la misma ciudad, Antioquía, antigua cuna del cristianismo. Es en este lugar donde el apóstol Pablo empezó a predicar su nueva religión al mundo, escondido él y sus feligreses en cuevas cercanas al municipio. 

Ahora, sin embargo, la ciudad ha quedado reducida a escombros. La que una vez fue conocida arquitectónicamente como la ‘Alepo turca’ es ahora una pila de edificios derruidos y otros por derruir. Los destinos se unen, una década después: no hay, aunque por distintos motivos, viviendas sin desperfectos en las dos ciudades. A todas les falta alguna pared, tienen alguna ventana arrancada, o algún balcón de plantas superiores hecho añicos. Muchos de ellos ni siquiera siguen en pie. Antioquía, dicen sus habitantes, ya no existe. Se terminó.

“Esto es increíble. Llevamos aquí más de un día. ¡Hay gente ahí dentro y no viene nadie! ¡Esta mañana hemos sacado dos cadáveres de la runa, y ahí siguen, en el suelo! ¡Y no viene nadie!”, se queja un señor, en la localidad cercana de Alejandreta, mientras sus compañeros —todos vecinos, ninguno rescatador profesional— intentan apartar los escombros del edificio caído. 

En total, en Turquía, 10 ciudades han sido afectadas por el seísmo, y en todas ellas hay muertos. La magnitud de la catástrofe es tal, que muchas zonas y edificios afectados no han recibido aún asistencia de emergencia, pese a la llegada de la ayuda internacional, con equipos de rescate mandados por gobiernos de toda Europa, incluida España.

“Aquí no viene nadie. Estamos todos esperando el cementerio. Los que tienen a sus allegados allí dentro saben que han muerto”, espeta el hombre. “Cualquier pregunta y conversación sobra. Aquí hacen falta máquinas. Profesionales, los servicios de rescate. Hace falta que vengan los equipos con sus herramientas y que saquen todos los bloques pesados. Si no, no hay nada que hacer. Y no diré nada más”, dice un compañero suyo. 

Dormir… ¿dónde?

Con las conexiones dañadas e internet casi caído en la región, para muchos, la única forma de saber qué hacer es la radio. Estos días de febrero, la zona duerme bajo cero, con heladas nocturnas e incluso nieve en algunas de las provincias afectadas. 

“Esto es un mensaje para toda la región. Por favor, no entren a sus domicilios. Procedemos a numerar todos los recintos habilitados para el refugio de nuestros ciudadanos: en la provincia de Adana, centro deportivo Nueva Adana, centro polideportivo multiusos Adana, centro cultural Mustafa Kemal Atatürk; en Antioquía, centro deportivo Mustafa Kemal, estadio deportivo Hatayspor, comandancia general de la gendarmería local…”. El anuncio es infinito, tan largo como los millones de personas que se han quedado al raso de la noche a la mañana. 

En la comandancia, este martes por la tarde, el ritmo es frenético. Las ambulancias recorren las carreteras a todo gas. Cada pocos minutos, un helicóptero aterriza dentro del recinto policial, para luego salir disparado en la dirección contraria. Cientos se apilan alrededor de la zona, caminando y esperando a recibir, con suerte, alguna manta o bollo para pasar la noche y calmar el estómago. Los que tengan suerte dormirán en sus coches, parados en algún punto cercano o rumbo a las regiones no afectadas de Turquía. Los que no la tengan —y básicamente quienes no tengan los recursos para tener esa suerte— dormirán o lo intentarán alrededor de fogatas improvisadas en los campos de alrededor de la comandancia. 

La huida

Mientras tanto, Zekiye y su familia, tras conseguir llenar su depósito de gasolina —un bien preciado que ahora, en Antioquía, solo consiguen de nuevo los afortunados que pueden pagar su precio inflado—, se marchan. “Mira, hijo… solo me he llevado de casa este jerséi… no tengo nada más, nada más”, dice la mujer, mientras su nieta la consuela, cogiéndole la mano.

Entonces, Zekiye rompe a llorar. En unos minutos ya habrán salido de Antakya y estarán a salvo, pero el llanto sigue. “No llora por el jerséi, antes me lo ha dicho —dice Meltem, su nieta—. Llora porque se ha dejado las llaves de casa”.

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