Rusia

Moscú, la ciudad de los millones de motores

Las autoridades locales saben que Moscú ha priorizado a los coches por encima de los peatones y buscan la manera de equilibrarlo

moscu

moscu

Álex Bustos

Moscú tiene los atascos más largos del mundo”, admitía Serguéi Sobyanin, el alcalde de Moscú, en 2017. Grandes carreteras plagadas de coches como el Anillo de los Jardines, en pleno corazón de la capital rusa, ven pasar cada día a miles de vehículos de todo tipo. Desde los Lamborghinis de los más ricos hasta las conocidas 'marshutkas' – minibuses que forman parte del transporte público –, vestigios de la época soviética como los Zhigulis y los utilitarios modernos, todos ellos forman parte del enorme parque de coches que día tras día circula por Moscú. Según las estadísticas oficiales hay cerca de 3,7 millones de coches registrados en la capital rusa, a los que se les debe sumar todos aquellos que habitualmente vienen de la región de Moscú que rodea a la ciudad. En conjunto suman ocho millones de coches.  

Muchas calles de la ciudad están pensadas esencialmente para ellos. Al encontrarse en la llanura euroasiática, la capital rusa ha podido expandirse sin demasiadas dificultades geográficas cuando lo ha necesitado. Esto se traduce en grandes avenidas de seis carriles en muchos de los barrios de la ciudad, y, como Moscú presume de no dormir nunca, a todas horas hay coches circulando en ellas: aunque hay momentos en los que hay menos, sigue habiendo movimiento en horas intempestivas.

Cruzar el rebaño de coches

Para atravesar estas grandes avenidas, hay dos formas para el viandante. En muchas de las arterias principales, hay pasos subterráneos para los peatones, que ganaron muy mala fama en los años 90 por ser sitios peligrosos. Eso hoy en día queda lejos ya y ahora son totalmente seguros. La otra opción, no siempre disponible, es el paso de peatones. Hay calles céntricas que no se pueden cruzar a nivel de tierra, uno puede andar kilómetros sin encontrar uno de estos en calles como es el caso de Tverskaya, una de las principales avenidas. En calles donde sí se puede con un paso de cebra, en muchos de estos en el semáforo hay un contador de cuantos segundos quedan. Cuando el frío aprieta, bajo los semáforos se respira impaciencia de los ciudadanos a pie, porque en las semanas más frías de invierno la temperatura puede llegar a los 20 grados bajo cero. Y cuando la luz cambia a verde, hay que darse prisa para llegar al otro lado.

La vida en Moscú va deprisa y después de la espera, llegan las prisas para cruzar antes de que pase el tiempo que el semáforo da al ciudadano. Y es importante no perder los preciados segundos, porque la espera puede llegar a ser de hasta cinco minutos de reloj, mientras que en España de media se estima que es de 90 segundos. Como es de esperar, entre los que tienen más dificultades está la gente de más edad, como las babushkas (abuelas, tal y como se las llama cariñosamente en ruso), que suelen tener dificultades para cruzar a tiempo en las calles más anchas.

El inicio del cambio

“Cuando yo llegué a Moscú, no era una ciudad agradable para pasear, las calles estaban pensadas para los coches”, explica Anastacia, que llegó al corazón ruso en los años 90 después de vivir un tiempo en una pequeña ciudad de Siberia. “Era algo que no me gustaba (de Moscú), en comparación con donde vivía antes”. Las autoridades moscovitas saben que es verdad que los peatones no son el centro de la ciudad precisamente, pero de la misma forma que Roma no se construyó en un día, no se va a reformar la “Tercera Roma” en uno. Aunque hace dos décadas en toda la ciudad había –y sigue habiendo- parques de gran tamaño que llegan a albergar incluso poblaciones salvajes de alces o el de Izmailovsky, que tiene más de 1.600 hectáreas, fuera de estos era difícil pasear lejos de las grandes masas de vehículos, en algún lugar donde disfrutar de una caminata hecha por el mero placer de hacerla.

Una excepción pionera fue la famosa calle Arbat del centro de la capital, que fue peatonalizada en los años 80, durante la era comunista. Antes era una calle de doble sentido con aceras estrechas como tantas en Moscú. La experiencia logró tanta visibilidad que muchas ciudades de la Unión Soviética copiaron el modelo. Incluso en muchos casos optaron por bautizarlas con el mismo nombre, e incluso cuando no fue así, los locales lo llamaban su "Arbat particular". Aunque Moscú aún tiene camino en su reforma que facilite la vida al peatón y descongestione sus calles, que hoy son consideradas las segundas con atascos más largos del mundo, después de Estambul. Previamente había obtenido de la misma empresa Tomtom el "título" de tener los embotellamientos más largos del planeta, como expresó en 2017 el alcalde moscovita.

Suscríbete para seguir leyendo