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Crónica desde Beirut: Volver a casa para ser turista en tu propio país

De los 2,2 millones de visitantes que se esperan para este verano se estima que un 75% sean libaneses que residen en el extranjero. Su presencia equivale al 40% de la población del país

Turistas y expatriados en Biblos.

Turistas y expatriados en Biblos. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Andrea López-Tomàs

Cada verano, la población se multiplica en el Líbano. El aeropuerto internacional de Beirut es el puerto de entrada para muchos de los nuevos visitantes del país. Pero saben a dónde van, no necesitan guía, ni tampoco un taxi que les recoja a la salida. Al contrario, se conocen la única terminal libanesa en activo como la palma de su mano. Al fin y al cabo, son siempre los mismos los que vuelven. Su retorno implica una alegría que va más allá de lo emocional, ya que, en un país en debacle financiera perpetua, roza lo económico. De los 2,2 millones de visitantes que se esperan para este verano –en el país de los cedros, se alarga hasta bien entrado octubre–, se estima que un 75% sean libaneses que residen en el extranjero. Su presencia equivale al 40% de la población del país. 

Para muchos de los que vuelven, el viaje supone una bocanada de aire fresco entre familia, banquetes y amigos. Para otros, en cambio, es un recordatorio de los muchos motivos que les expulsaron de su país. David Abou Chacra ha vivido gran parte de su vida en el Líbano, aunque, a causa de la guerra con Israel en el 2006, su familia se mudó a Canadá de donde también procede su madre. Luego, volvieron pero, en el 2014, decidió abandonar uno de sus países natales en favor del otro para continuar con sus estudios. Ahora, ha terminado su doctorado como ingeniero de inteligencia artificial y, por primera vez, en cuatro años ha vuelto de visita al Líbano.

El libanés David Abou Chacra.

El libanés David Abou Chacra. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

"Un país extranjero"

“Antes de venir, estaba muy preocupado por el viaje, porque cuando hablo con mis amigos y mi familia, parece que describen un país que a mí me resulta extranjero”, reconoce a este diario. El Líbano que dejó atrás contaba con más de dos horas de electricidad pública al día, su moneda local no se había depreciado un 95%, ni el 80% de la población vivía bajo el umbral de la pobreza. Tampoco los bancos habían congelado los ahorros de sus depositantes, ni tenía una de las tasas de inflación más altas del mundo. “Me costó un par de semanas adaptarme a esta nueva realidad, pero, una vez acostumbrado, era como estar de vuelta en casa”, constata Abou Chacra, quien amplió su viaje inicial de dos semanas y se ha acabado quedando dos meses y medio. Es su casa.

En cambio, Murielle el Feghaly lo tenía claro antes de venir. Iba a gastar todas sus tres semanas de vacaciones en su país. Tenía dos bodas y, en una de ellas, era la dama de honor. No hace ni un año que se unió a los más de 200.000 libaneses que han abandonado el Líbano en los últimos cinco años. “Los veranos en el Líbano son de lo que no hay, así que, sinceramente, no me gustaría pasar el verano en otro lugar”, cuenta ya desde Francia, donde trabaja como cirujana. La industria turística depende, en gran parte, de este tipo de turistas que vienen con monedas extranjeras dispuestas a dar un impulso a la maltratada economía libanesa, que sufre una de las peores crisis en todo el mundo desde 1850, según el Banco Mundial.

Murielle el Feghaly, expatriada y dama de honor en un boda libanesa.

Murielle el Feghaly, expatriada y dama de honor en un boda libanesa. / ANDREA LÓPEZ-TOMÀS

Con una tasa de desempleo alrededor del 30%, el turismo es uno de los pocos sectores que crea empleo. En mayo, el ministro interino de Turismo, Walid Nassar, predijo que los ingresos del sector turístico este año alcanzarán los 9.000 millones de dólares, frente a los 6.500 millones de dólares del año pasado. Esta cifra esperada equivale al 41% del reducido PIB del Líbano. Y los expatriados libaneses tienen mucho que ver con ello. Según las cifras del 2022, este grupo de visitantes representó el 63% del total de llegadas. En el primer trimestre de este año, su participación aumentó hasta el 68%.  

Burbujas económicas y sociales

De alguna forma, esta relativa dependencia de los expatriados libaneses crea unas burbujas a las que la población local, que cobra en libras libanesas, les cuesta acceder, ya que los precios suben antes de la temporada de verano y, una vez termina, no vuelven a bajar. “Me dio la sensación de que había un enfado general, pero al mismo tiempo, nada ha cambiado, todo sigue igual, aunque a la vez todo era diferente”, rememora el Feghaly. “Todo está más caro y se cobra en dólares, así que ni siquiera tuve que cambiar a libras libanesas”, afirma la joven cirujana. Dentro del país, gran parte de la vida, de la diversión se reserva a una élite, ya que solo el 13% de las familias tienen acceso a dólares, según un estudio de la Universidad Americana de Beirut del 2021.

“Antes, estábamos todos más mezclados e integrados, pero ahora vemos una clara división con aquellos que cobran en dólares”, reconoce Abou Chacra. Volver al Líbano no siempre significa volver a casa. Para este ingeniero de 31 años, su relación con el país es “disfuncional” sometido a una contradicción: “me siento muy impotente para cambiar algo aquí”. “Al final, uno de mis dos países ha sido muy bueno conmigo, y el otro, en cambio, ha sido un desastre”, constata David. Para la recién expatriada Murielle, dejar el Líbano esta vez le “rompió el corazón”. “Estar en la diáspora es difícil e interesante y excitante y una mezcla de todo”, confiesa. 

La inestabilidad fruto de conflictos enquistados y una economía rota han hecho que la diáspora libanesa sea una de las más grandes del mundo, con aproximadamente el doble de libaneses fuera (8 millones) que dentro del país (4,6 en 2020). “Después de la pandemia y de la explosión en el puerto de Beirut [el 4 de agosto de 2020], quiénes vivíamos fuera nos sentíamos extraños, porque también sufrimos pero de otra manera”, reconoce Abou Chacra. Por eso, volver cada verano es clave para estos expatriados. “El Líbano son mis raíces, mi tierra ancestral”, afirma el joven libanés-canadiense sin pensarlo. 

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