Elecciones EEUU 2024

La batalla electoral se recrudece en EEUU tras la victoria de Kamala Harris en el debate con Donald Trump

La falta de propuestas específicas de los candidatos mantiene a indecisos sin decantarse e intensifica la cruda y ajustada pelea hasta el 5 de noviembre

La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial demócrata Kamala Harris (izq.) le da la mano al expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump

La vicepresidenta estadounidense y candidata presidencial demócrata Kamala Harris (izq.) le da la mano al expresidente estadounidense y candidato presidencial republicano Donald Trump / ADAM GRAY

Idoya Noain

Idoya Noain

Este miércoles por la mañana, en un acto solemne en Nueva York en el aniversario de los atentados del 11-S, Donald Trump y Kamala Harris se dieron un educado apretón de manos. Es posiblemente la única muestra de civismo que se puede esperar entre los dos aspirantes a la presidencia de Estados Unidos en los 55 días que quedan de campaña hasta las elecciones del 5 de noviembre, menos aún para que arranque el voto anticipado. Porque la batalla entre los dos, una lucha encarnizada y que las encuestas confirman tremendamente ajustada, se ha recrudecido. 

Lo ha hecho especialmente tras el feroz debate el martes en Filadelfia, un encuentro que Harris abrió también acercándose a estrechar la mano de Trump y, literal y figuradamente, presentándose tanto a su rival, con el que se encontraba por primera vez cara a cara, como a la parte del país que sigue considerándola una incógnita. Y aunque nadie, salvo el propio Trump, cuestiona que fuera la demócrata la ganadora de ese duelo donde el republicano picó todos los anzuelos que ella le lanzó y se hundió atrapado por su ego y su vanidad, también es cierto que el impacto real del debate sobre el terreno, y de camino a la urnas, está por ver. 

La clave de la incertidumbre son los indecisos, especialmente los que aún no tienen claro qué votarán en los siete estados bisagra que decidirán quién ocupa el Despacho Oval: Arizona, Nevada, Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin y Pensilvania. Y los primeros sondeos realizados tras el debate y entrevistas que los medios estadounidenses han estado realizando con pequeñas muestras de esos votantes ayudan a entender por qué ni los demócratas se entregan a la euforia, conscientes además del coste que el exceso de confianza ya tuvo en 2016 cuando la candidata frente a Trump era Hillary Clinton, ni los republicanos al desespero, aunque muchos (no el propio candidato) asumen el golpe.

Sin planes concretos

El consenso es que Harris se mostró más “presidencial”. La intensa preparación que había realizado antes del debate y la disciplina que mostró en los más de 90 minutos de cruce contrastaron con la pérdida de control de Trump, topado con una rival más formidable de lo que esperaba y que está en las antípodas de Joe Biden, que debilitado a los 81 años e inconexo se hundió solo en el primer debate presidencial en junio desatando la tormenta que acabó con su renuncia y con el paso del testigo a la vicepresidenta. 

Pero la estrategia de Harris de dejar que Trump se retratara y alejara a votantes moderados al reincidir en sus declaraciones más conflictivas y también estrambóticas (de insistir en que ganó las elecciones del 2020 a minimizar la gravedad del asalto al Capitolio y rebajar su papel en aquella insurrección hasta mentiras y bulos sobre demócratas que “ejecutan a recién nacidos” o inmigrantes haitianos que “se están comiendo los perros y gatos” ) dejó también sin especificidad buena parte de la agenda política y las propuestas que plantea la demócrata. 

En un país donde uno de los lamentos más comunes es que la situación económica personal ha empeorado en los últimos tres años y medio bajo los precios disparados, esa concreción es lo que le piden muchos votantes a Harris para dar el paso de votarle. Son también medidas específicas lo que demandan quienes tienen la inmigración y la seguridad como principales motores de voto.

No es que en el debate Trump diera en contraste propuestas específicas. De hecho, uno de sus puntos bajos llegó cuando ante un interrogante sobre sus planes para reemplazar la reforma sanitaria de Barack Obama (algo que no consiguió en su mandato) replicó con un vago: “tengo conceptos de un plan”. Y al final tanto entre quienes se inclinan por el republicano como entre quienes lo hacen por la demócrata quedó abierto el interrogante de cómo funcionarán con un Congreso posiblemente de nuevo de mayorías exiguas o cómo financiarán o el impacto que tendrán su propuestas: dar ayudas a familias y pequeños negocios en el caso de Harris e imponer aranceles a todas las importaciones en el caso de Trump, una medida que, aunque él lo niegue, los economistas creen que acabarán pagando los estadounidenses. 

Puentes o apoyo en las bases

En el debate Trump no pareció seguir estrategia alguna, desbordado y a la defensiva. Frente a una Harris que lanzaba un puente a los votantes conservadores decepcionados con el expresidente, usando como modelo el apoyo que le han mostrado Dick y Liz Cheney, Trump era el político de los últimos nueve años, el mismo que ha conseguido rechazo pero también una base extremadamente fiel que no le va a abandonar pase lo que pase, haga lo que haga y diga lo que diga, una fuerza que quizá considera suficiente para ganar. Y posiblemente su mejor golpe que lanzó a Harris llegó en su declaración final, cuando planteó por qué no ha hecho nada de lo que promete ahora cuando ha estado tres años y medio en el gobierno. Pero para entonces el duelo había acabado.

El que cuenta es el que los dos van a seguir librando ahora. No será, posiblemente, cara a cara y en otro debate, porque los demócratas lo quieren pero Trump ha dicho este miércoles en una llamada a Fox News estar “menos inclinado” a celebrarlo. Y la única cita que está segura de momento es la de los dos candidatos a vicepresidente, el demócrata Tim Watz y el republicano J. D. Vance, el 1 de octubre en CBS.

La lucha entre Harris y Trump se va a librar en las próximas semanas cruciales donde importa. Parte fundamental es el despliegue de la organización sobre el terreno buscando la movilización, un aspecto en el que los demócratas están mostrando ventaja y donde deficiencias republicanas ya han hecho saltar alarmas entre algunos estrategas conservadores. Otra parte vital se desarrollará en el espacio publicitario en los estados bisagra, donde se avecina una inundación torrencial de mensajes. Y algunos se habrán visto inclinados a Harris por su firme postura en defensa del aborto y los derechos reproductivos, o incluso por el respaldo a la demócrata que, tras el debate, dio por fin Taylor Swift, fenómeno social y cultural con 283 millones de seguidores (solo en instagram). Pero otros muchos siguen sin decidirse y son, dado el modelo electoral de EEUU, el jurado más determinante. Parece que, incluso tras el debate, están lejos de haber alcanzado un veredicto unánime.

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