"Verlo en la tele es una cosa, creer lo que te dicen los canales rusos es otra y que afecte a tu familia y a ti directamente, otra muy diferente. No es una broma". Así resume la empleada de un supermercado ruso de Torrevieja el sentir de muchos vecinos de esta nacionalidad que viven en la ciudad, tras el anuncio del presidente Vladimir Putin de la movilización parcial de 300.000 reservistas para mantener la guerra en Ucrania.

"Nadie lo dice, ni lo quiere comentar en público, pero los que estamos aquí y tenemos hijos en edad militar estamos aliviados de que no los puedan llamar a filas. Estamos muy lejos", señala una mujer de mediana edad en el mismo local sobre el miedo a un reclutamiento forzoso que solo se ha hecho palpable para la población rusa en general seis meses después de comenzar la guerra. "Lo malo es que no vamos a poder volver a Rusia en mucho tiempo" por el miedo a ser localizados.

Nadie nos da su nombre para acompañar sus palabras con una identidad en este reportaje. Nadie va a exponer su rostro en una foto. La espiral del silencio, esa que valida una opinión mayoritaria porque nadie está dispuesto a expresar la que siente realmente, funciona también con eficacia a 4.000 kilómetros de Moscú. Esa opinión mayoritaria que dice que los rusos aceptan el sacrificio para mantener la guerra y los territorios ganados a costa de enormes pérdidas materiales y humanas.

Tras más de 200 días de iniciada la guerra en Ucrania, los ciudadanos ucranianos desplazados de su país forman por su elevado número, el segundo colectivo de población extranjera de la ciudad, solo superada por la británica y rebasando ahora, precisamente, en número de censados a la rusa: más de mil trescientos nuevos vecinos ucranianos se han asentado en Torrevieja en los últimos meses.

Atrás, muy atrás, quedan ya los días de las extraordinarias compras al contado -escenas protagonizadas en realidad por una minoría-, de las inversiones millonarias en inmuebles en las ferias organizadas al efecto con impulso municipal y de la Diputación en el Auditorio, o el arraigo de familias de clase media alta que podían permitirse vivir en Torrevieja y Orihuela Costa manteniendo sin problema sus actividades económicas con sede en Rusia, a base de teletrabajo y vuelos directos Alicante-Moscú. Ahora las banderas tricolor rusas, que funcionaban como reclamo de clientela hasta hace muy poco, han desaparecido de inmobiliarias y establecimientos hosteleros.

Globus es una de las principales asociaciones rusas de la ciudad. Su sede es una singular amalgama de bar, salón social y biblioteca en cirílico, que comparte el amplio espacio con un negocio inmobiliario. Arrumbado entre otros enseres están los carteles del festival de cine que todos los años acerca la filmografía rusa a la ciudad. Aunque este año han llegado los matices y el festival ha perdido el «ruso» de su nombre. La elipsis no evitó sin embargo que cientos de vecinos ucranianos protestaran contra el acto cultural en el Teatro Municipal en una multitudinaria manifestación.

En esta asociación rusa nadie quiere hablar tampoco aunque por motivos diferentes. Tan solo nos invitan a salir. "Hemos hecho muchas declaraciones desde que empezó el conflicto para explicar lo que pasaba, y en todas hemos salido perdiendo -en los medios españoles-. Nos han dicho que no hagamos más", señala una joven junto al personal administrativo del local al ser preguntados por INFORMACIÓN, perteneciente también, como este periódico, al grupo Prensa Ibérica. "Vivimos en Torrevieja desde hace 20 años. Estamos muy lejos", señala otra mujer de mediana edad. No van a decir nada más.

Crimea

La ocupación de Crimea en 2014 ya cambió algunas cosas en la relación entre rusos y ucranianos en Torrevieja. Las dos comunidades convivían casi sinergiadas en muchas actividades económicas e incluso culturales. Las coincidencias eran aprovechadas en beneficio mutuo por ambas comunidades. Pero ahora la nacionalidad está por encima de todo. Las diferencias están presentes en la vida diaria de ambos colectivos. En Torrevieja también hay invasores e invadidos.

Y salir de Rusia, que ya se había complicado desde el pasado mes de febrero, está comenzando a convertirse en un problema para los residentes de esta nacionalidad en la ciudad. A no ser que se disponga de cierta capacidad económica. Pero que existe un éxodo real de ciudadanos rusos es una realidad que se traslada a los precios de los billetes de avión, si bien es difícil de cuantificar.

Los empresarios que siguen haciendo negocios en Rusia llegan a pagar hasta cuatro mil euros -y subiendo-, por dos billetes de avión Alicante -Estambul- Moscú, mientras uno de ida y vuelta se podía conseguir sin escala por 300 a principios de año. Un pasaje de Moscú a Yereván (Armenia) ya se paga por 2.000.