Los cambios de estación (ya sea de invierno a primavera o, como en este caso, de verano a otoño) producen una alteración en los niveles de determinadas hormonas. Especialmente, en dos: la melatonina y la betaendorfina. Estas fluctuaciones, en el caso de la astenia otoñal, pueden provocar cierta melancolía, tristeza, falta de concentración, cansancio o inapetencia tanto en adultos como menores, afectando, en el caso de estos últimos, a su rendimiento escolar.

La astenia otoñal es un estado transitorio que provoca, sobre todo en los niños, una alteración en su ritmo biológico y, por ello, se produce una pérdida de energía, apatía, además de una caída libre de las defensas del organismo. Todo esto se produce, ni más ni menos, que por el cambio de estación, pues la llegada del otoño implica menos horas de luz, temperaturas más bajas y un ritmo frenético entre el colegio y las actividades extraescolares. Todo esto causa una alteración en los niveles de determinadas hormonas como las citadas melatonina y betaendorfina:

La melatonina está íntimamente relacionada con el sueño y la regulación de la temperatura del cuerpo que se asocia con este trastorno afectivo estacional y con la aparición de una posible depresión. Es la principal causante de la astenia otoñal. Su producción aumenta con la reducción de la luz solar, lo que provoca una bajada de serotonina –conocida como la “hormona de la felicidad”– y, por tanto, a mayores niveles de la primera, menores de la segunda, lo que hace que aparezca la somnolencia, la apatía o la tristeza.

Por su parte, la betaendorfina disminuye mucho y su carencia provoca irritabilidad, nerviosismo, tristeza, cansancio y apatía, unos síntomas claros de astenia otoñal.

Los síntomas duran dos semanas como mucho

En general, los síntomas de la astenia otoñal en los menores deberían durar, más o menos, entre una y dos semanas. Esto es lo que tarda su organismo en adaptarse a la nueva estación. Durante este tiempo, es posible que desarrolle los síntomas ya citados de irritabilidad y nerviosismo, cansancio moderado, tristeza y apatía o alteraciones en el sueño.

Si los síntomas son claros y se alargan más de 15 días, debería llevarse al niño al pediatra, pues al bajar las defensas pueden aparecer los mocos, el dolor de oídos, la febrícula, la pérdida de peso o la diarrea. En este caso, aseguran profesionales médicos, no se trataría unicamente de una astenia, sino que podría ser el inicio de alguna enfermedad como un resfriado, gastroenteritis o una otitis. Además, si se alarga en el tiempo, aunque no lleguen a aparecer estas enfermedades, la energía puede disminuir mucho en los pequeños, lo que incide indirectamente en su actitud en casa y en su rendimiento escolar.

Buena hidratación y dormir bien para combatirla

Aunque hay personas que tienen más predisposición a padecer astenia otoñal que otras, los profesionales médicos apuntan al estilo de vida como mejor forma de prevenirla. Cosas tan importantes como respetar los horarios de sueño, hacer ejercicio físico de manera regular y llevar una vida saludable son las que llevarán a poder evitarla. Y es que los más pequeños necesitan una rutina establecida para que su desarrollo físico y psicológico sea el adecuado.

Por ello, una recomendación que hay que mantener, sobre todo, ahora que aún hace buen tiempo, es la práctica de ejercicio físico al aire libre, pues estimula la liberación de la dopamina y endorfinas, que levantan el ánimo de los más pequeños‘.

Asimismo, una dieta equilibrada es un pilar indiscutible para prevenir la astenia, pues la alimentación juega un papel fundamental en el estilo de vida. En estos casos se aconseja incluir proteínas de alto valor biológico, como pueden ser los huevos, además de ingerir de manera diaria vitaminas del grupo B –productos ricos en niacina (vitamina B3), vitamina B12 y aminoácidos esenciales como el triptófano mejoran los niveles de serotonina–.

Por último, respecto al descanso, los médicos hacen la recomendación general de que los niñosdeberían dormir entre 9 y 10 horas hasta los 18 años, pues está demostrado que los niveles de cortisol , la hormona del estrés, se reducen mucho con un buen descanso. Cuando se duerme menos de lo que se debe, estos aumentan. Además, esta hormona está relacionada además con el sobrepeso ya que la escasez de descanso aumenta el nivel de apetito incrementando la