El acoso escolar es uno de los problemas más graves a los que se enfrentan los más pequeños de cara al desarrollo de su personalidad. Afecta en España a más de dos millones de menores, lo que supone uno de cada cuatro niños y niñas, con consecuencias que van desde el estrés, la ansiedad, el aislamiento social hasta incluso el suicidio.

El pasado 2 de mayo se celebró el Día Mundial Contra el Bullying, jornada instaurada en 2013 con el objeto de concienciar sobre los riesgos del acoso escolar y los métodos para evitar la violencia en los centros educativos, y poder establecer un protocolo de actuación ante los casos. La celebración de esta jornada surgió de la asociación Bullying Sin Fronteras, que proclamó el Día Mundial Contra el Acoso Escolar a través de un comunicado que contó con el apoyo de más de 3.000 organizaciones no gubernamentales repartidas por todo el mundo.

Las aulas son un lugar donde se debe profundizar el trabajo en contra del bullying, la discriminación y la violencia. En este contexto, la escuela aparece como un factor clave para proteger el derecho de niños, niñas y adolescentes a una educación integral. Tres de cada diez niños son víctimas de bullying y siete de cada diez han presenciado peleas dentro de las escuelas, según datos de Unicef. Además, hay 200.000 muertes al año por esta causa.

Existen diferentes tipos de acoso escolar, siendo los más comunes el bullying físico, psicológico, verbal, sexual, social y el ciberbullying. Cuando se habla de bullying se está haciendo referencia a una agresión sistemática, sostenida en el tiempo, de una misma persona agresora o grupo hacia una misma víctima, explican los expertos.

En general, comienza con una violencia psicológica, en apariencia sutil, a través humillaciones, burlas, insultos, amenazas, que se va complementando con actos de violencia física como, por ejemplo, hacer tropezar a la víctima cuando pasa, pegarle o empujarlo; colocar pegamento en su silla, esconderle su material escolar, romper sus pertenencias, reírse ante sus preguntas o participación en clase y un largo etcétera.

Hoy en día, el bullying va estrechamente ligado al ciberbullying, porque todo lo que pasa en la vida de los niños y jóvenes actualmente está vinculado al ámbito digital, y si se está ejerciendo violencia contra un chico o una chica inevitablemente en algún momento lo van a subir a las redes, van a mandar fotos por chat, lo van a excluir de los grupos de WhatsApp, etc. El ciberbullying está en línea directa con el bullying, incrementando el padecimiento de la víctima, comentan los expertos.

En líneas generales, podría decirse que existen tres prácticas negativas a las que recurren los adultos y que no facilitan a las víctimas poder expresar lo que les pasa:

  • Micromachismos: la víctima recibe comentarios como “se tiene que hacer un hombre”, “llora, parece una niña”.
  • Adultocentrismo: se trata de interpretar el padecimiento de un chico o una chica víctima como un evento poco significativo, entendiendo desde una mirada adultocéntrica que los problemas verdaderamente graves, son aquellos que atraviesan las personas adultas. Estas situaciones se expresan mediante frases como “son cosas de niños, ya las resolverán”, “no les des importancia”, “siéntate en otro lado”, “tienes que hacerte fuerte, hacerte respetar”.
  • Corresponsabilidad: además del chico o la chica que ejerce la agresión, están quienes participan activamente en esta, acompañando, incentivando y/o grabando lo que ocurre, además de aquellos y aquellas que observan en silencio sin intentar detener a quien agrede. De este modo, refuerzan el poder que el agresor o agresora siente tener, y habilitan que la violencia contra la víctima continúe, aumentando su padecimiento.

Aún hoy, muchas personas creen que el bullying se da cuando un chico no puede defenderse de las agresiones. Sin embargo, lo que ocurre es que la víctima intenta defenderse y pedir ayuda, lo hace de la manera que puede, pero se encuentra con que nadie está dispuesto a brindarle protección.

Detección a tiempo

Para poder detectar el bullying es fundamental que haya comunicación afectiva y efectiva con una escucha respetuosa y empática, siendo muy importante escuchar y observar diariamente a los niños y a las niñas porque cada uno de ellos y ellas pide ayuda de la manera y en el momento que puede. El problema es que, en ocasiones, las personas adultas, por desconocimiento, esperan ver situaciones de violencia física, lo cual cuando ocurre produce lo que se conoce como “estallido”, definido como “lo que aparece después de un tiempo de agresión, en apariencia silenciosa, donde quizás la violencia física no estuvo presente, pero sí la psicológica y emocional, que en muchas oportunidades no es percibida por docentes ni familiares.

En cuanto al abordaje de situaciones de bullying, los expertos destacan la importancia de trabajar con la víctima afectada por la violencia recibida brindando protección, contención y asistencia psicológica si lo requiriera, así como con quien cometió la agresión.

Señales de que un chico o chica es víctima de bullying

La víctima de bullying a veces puede poner en palabras lo que le está pasando y otras no. Sin embargo, podrán reconocerse algunos indicadores a través de cambios conductuales o emocionales y de distintas maneras como: no quiere ir al colegio o se empieza a sentir mal antes de ir, vuelve de clase con hambre –porque le quitaron o tiraron su comida–, sale del colegio con golpes o con cosas rotas, empieza a perder la concentración y baja sus calificaciones, empieza a estar desganado o desganada y pierde interés por actividades de las que antes disfrutaba; se muestra más angustiado o angustiada, sensible o enojado o enojada; se aísla, tiene pesadillas o evidencia alteraciones en el sueño o la alimentación.