La asociación de Cabezas de Familia de Lugo de Llanera (Cafamilu) se constituyó en 1971 y cumplió medio siglo en un momento complicado, en plena pandemia, sin que se pudiera conmemorar debidamente la efeméride. Y eso que el papel que ha jugado Cafamilu en la historia reciente de la localidad ha sido fundamental, logrando que se les otorgaran servicios muy importantes para que los vecinos tuvieran una mayor calidad de vida.

La necesidad de crear este colectivo está ligada a un momento clave para todo el concejo de Llanera como fue la creación del polígono industrial de Silvota. La decisión de poner en marcha este área trajo consigo un proceso de expropiaciones que levantó ampollas entre algunos de los vecinos: querían contar con un altavoz de esas reivindicaciones vecinales y ello motivó el nacimiento de Cafamilu.

Ese fue el punto de partida, pero su historia ha ido paralela a la dotación de servicios en la localidad, la creación de una biblioteca, la apertura del primer consultorio médico del pueblo, la creación de una ludoteca y otras muchas actuaciones, como la colocación de papeleras o pasos de peatones. Una asociación que, en definitiva, trabajó a lo largo de los años para que la vida de los vecinos de Lugo de Llanera sea mejor.

La primera reunión de Cafamilu tuvo lugar antes de que la agrupación se constituyese, el 7 de noviembre de 1970, como queda reflejado en el libro “Cafamilu, 40 años de vida vecinal”, de Alfredo Rodríguez Iglesias. El primer presidente fue José Luis García Ania, aunque rápidamente se vio obligado a renunciar y Carlos García Grande fue el que finalmente se puso al frente en sus primeros años. La forma de organización era la de tener un representantes, en algunos casos hasta dos, por cada barrio de Lugo de Llanera.

El actual presidente es Ángel Fernández-Peña, que lleva quince años al frente de la asociación, y que reconoce que corren tiempos difíciles para organizaciones como la suya: “En estos momentos Lugo de Llanera tiene más de 4.000 vecinos y somos 130 socios en Cafamilu y se llegaron a tener 800 cuando apenas éramos 1.500 vecinos”, explica. Fernández-Peña, que es de Oviedo, se fue a Lugo de Llanera cuando se casó hace 40 años y rememora lo primero que pasó tras su boda: “Lo primero que hicieron fue hacerme socio de Cafamilu”.

El alma máter de la asociación fue el por entonces párroco de la localidad, José Antonio Rodríguez: “Cuando comenzó el tema del polígono de Silvota lucharon por ello, consiguieron que se indemnizara a la gente a la que le expropiaron los terrenos, el cura don José fue el que lo movió”, explica el actual presidente. Una de las particularidades de Cafamilu es la de tener un local propio: “Pocas asociaciones lo tienen, eso nos permite no depender de nadie y no tener vinculación con el Ayuntamiento”.

Ángel Fernández-Peña considera que las asociaciones de vecinos han ido perdiendo importancia, que la gente tiene muchas de las cosas que en su día se reivindicaron y se consiguieron, y que ahora “no hay relevo para nada”: “Lugo de Llanera ahora mismo es una ciudad dormitorio, desde que hicieron la estación de Renfe estamos a quince minutos de Oviedo, Gijón y Avilés, mucha gente compró vivienda aquí y hace vida en esas ciudades”, señala.

Un proceso que considera “normal” pero que no deja de darle algo de nostalgia, siendo presidente de una asociación que fue responsable de tantas cosas: “Se hizo una guardería cuando no la había, hasta hicimos algo parecido a una escuela de 0 a 3 años, una biblioteca cuando el Ayuntamiento no tenía capacidad para ello, la gente donaba libros, pero ahora el Ayuntamiento tiene muchos más medios y se encarga de ese tipo de iniciativas”.

Una de las iniciativas de las que, junto a la comisión de fiestas, se siguen haciendo cargo es de la jira de Santufirme, que regresó el pasado 1 de mayo tras la pandemia. “La verdad es que hubo gente”, explica Ángel Fernández-Peña. En su caso, reconoce que le gustaría que alguien le diera el relevo en Cafamilu, pero lo ve complicado: “Los problemas y necesidades que tenía el pueblo ahora ya no los hay, tenemos poco margen de maniobra y uno se van cansando”.