Jóvenes universitarios asumen el relevo en ganaderías familiares de Llanera: "No tenemos miedo a trabajar"

"Por todo lo que pelearon, por el esfuerzo y sacrificio que hizo mi familia, no puedo ser yo la que cierre esto", subraya Rocío Díaz, de Ables

Rocío Díaz con una de las dos vacas de leche que mantiene en su ganadería de carne en Ables.

Rocío Díaz con una de las dos vacas de leche que mantiene en su ganadería de carne en Ables. / Sara Arias

Son la resistencia. Los jóvenes ganaderos de Llanera que han tomado el relevo de las explotaciones familiares lo hacen por pasión, tradición y para mantener el legado de sus antepasados, pues si fuera por rentabilidad echarían el cierre. Pero el amor por la profesión que han vivido desde niños en casa y sus ganas de innovar les han dado fuerzas para continuar con la herencia familiar en un municipio que destaca por el alto nivel de sus ganaderías.

Es el caso de Adrián Iglesias, de Santa Cruz, que mantiene la ganadería familiar con 150 cabezas al tiempo que trabaja como ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. "Vivir exclusivamente de la ganadería no es posible, me lo planteé pero mi padre me convenció y tenía razón", señala. Continúa al frente de la Ganadería Iglesias, dice, por tradición y vocación. Es un amante de los animales y disfruta con el simple hecho de ver a los animales.

Adrián ha retirado todas las vacas de leche por ejemplares de carne, de raza asturiana de los valles, porque el sector lácteo, que era una potencia en Llanera, está acelerando los cierres de una manera vertiginosa. "Lo que no consiguió la desaparición de la cuota láctea y la dura crisis en la que llevamos años, lo logró ahora la subida de los precios, que hace inviable la producción", explica este ganadero de 35 años de edad.

Adrián Iglesias con su ganado en una finca de Santa Cruz de Llanera.

Adrián Iglesias con su ganado en una finca de Santa Cruz de Llanera.

Ese cambio en la explotación también lo ha hecho Rocío Díaz, en Ables, cuando tomó el relevo de su padre. Tan solo le quedan dos ejemplares de leche y los cien animales que cría son para carne. "Lo hice por compatibilizar el trabajo, por los horarios del ordeño", comenta la joven de 30 años. Ella también tiene un empleo fuera de la explotación como ingeniera industrial y doctora en Ingeniería Química.

Es la quinta generación de ganaderos en su casa. "Por todo lo que pelearon, el esfuerzo y sacrificio que hizo mi familia, no puedo ser yo la que eche el cierre", afirma. También sigue porque le encanta la labor. Si tiene un rato libre se acerca a las fincas a ver cómo está el ganado. "Es como quien tiene una afición", dice. Y aunque compatibilizar ambos trabajos se hace duro, el amor por la ganadería gana.

"Lo complejo es empezar de cero, yo tenía la infraestructura y el ganado, de lo contrario no merecería la pena la inversión", asegura. En su caso, solo tuvo que adaptar los amarres. La sala de espera de ordeño la convirtió en un cebadero y habilitó otra zona para las nodrizas. "Tengo miedo a muchas cosas, a la crisis, a los precios del cereal o a los de la carne, pero no tengo miedo a trabajar", advierte.

La crisis que vive la ganadería desde hace décadas no asustó a la joven pareja formada por Sara Prado y Antonio Fernández, quienes apostaron por abrir su propia explotación en Remoria. Empezaron con cinco vacas y ya tienen 31 cabezas de ganado. Ambos tienen familias ganaderas, una profesión que han vivido desde la infancia. "Siempre quise ser ganadera, me crié en Oviedo pero iba todos los fines de semana a Bonielles y el verano era de concursos y para ir a la hierba", señala Prado.

Además de la ganadería, la pareja ha dado un paso más y desde hace un año regenta una carnicería en Lugo, La Salada, donde dan transformación a su producción del sector primario. "Más que nada, lo hicimos por el precio, estaba muy barato y decidimos cerrar el círculo sin intermediarios ni nada, y vemos que la gente apuesta por lo de casa", sostiene Fernández.

Sara Prado y Antonio Fernández muestran unos chorizos de vaca de su ganadería en la carnicería que regentan en Lugo.

Sara Prado y Antonio Fernández muestran unos chorizos de vaca de su ganadería en la carnicería que regentan en Lugo.

Desde que empezaron, fueron poco a poco cogiendo experiencia mientras mantenían sus trabajos. Ella es técnica en química ambiental y productos farmacéuticos aunque trabajaba en una empresa de elaborados cárnicos. Él lo hacía como jardinero, "arrimando el sueldo" para ir comprando vacas y haciendo crecer su ganadería. Y están felices. Se sienten "más libres" y la clientela ha dado respuesta en su carnicería, por lo que seguirán adelante pese a la crisis del sector y la subida de los costes de producción, desde el precio de los piensos y cereales al gasóleo. "No hay relevo, porque ves que no tiras adelante, porque te están ahogando y si no te buscas la vida te comen", subraya Prado.

Los jóvenes ganaderos de Llanera toman el relevo generacional de las explotaciones, pese a los obstáculos que deben afrontar, dando cuenta de que en el concejo la mejor ganadería resiste firme en manos de las nuevas generaciones.