Quinta Rosita, el sueño indiano regresa a Llanera: una historia de ida y vuelta a la casa de Ables, que va a ser rehabilitada

El mexicano Elías Rodríguez, nieto del que fue dueño de la finca y que ahora vive en Asturias, prevé recuperar el inmueble, que sufrió un incendio hace una década, para devolverle su esplendor

Quinta Rosita ya tiene dueño y sigue en manos de la familia de Edelmiro González Martínez, el indiano de Llanera que cumplió comprando el lugar una parte de los sueños que tenía de niño. La finca y la casa, en Portiella (Ables), es una de las más emblemáticas del concejo por la belleza de la construcción y la zona, pese al estado de la vivienda, que requiere de rehabilitación. Esto último, su restauración, entra en los planes de su actual propietario, Elías Rodríguez González, que quiere devolverle su antiguo esplendor y tal vez convertirla en un establecimiento de alojamiento rural. Él es nieto de Edelmiro y regresó de México, donde nació, hace unos años. Compró la quinta a su tía durante la pandemia y tiene muchos planes para conservar un inmueble cuya historia habla de la de su propia estirpe, que sigue bien apegada a esta tierra aunque una parte de ella cruzara el Atlántico en su día como tantos otros asturianos que emigraron para buscar fortuna en América.

"Queremos reconstruirla tal y como era. La casa se quemó en un incendio hace como 10 años. Ya estaba mal y con el fuego casi se vino abajo. Quedan los cuatro muros perimetrales. Queremos devolverle aquel esplendor que llegó a tener. Es una vivienda protegida, pero no es por eso que lo haremos, sino un poco por gusto, por nuestra intención de revivirla como era y es la intención que tenemos. Ahora estamos limpiando, empezando a arreglar árboles y jardines, y si acaso darle una pequeña pintada para que eso se vea mejor. Y luego rehabilitarla, no tanto para vivir, porque es muy grande, pero pudiera ser un hotel o casa rural", explica Elías Rodríguez González, que no tiene ninguna intención de vender la casa sino de "volver a ella, de que vuelva a ser como fue".

Edelmiro González, bailando con su hija Rosa, en una de las fotos que conserva la familia.

Edelmiro González, bailando con su hija Rosa, en una de las fotos que conserva la familia.

El relato de su vida, como el de la de su abuelo, es una historia que nunca rompe el vínculo con Asturias, que siempre parece tener principio y fin en Llanera. Edelmiro González Martínez, el indiano, marchó como polizón en un barco que lo llevó primero a Cuba desde donde más tarde viajaría a México para asentarse allí definitivamente. Sus primeros años no estuvieron exentos de lucha por salir adelante, como la de tantos que probaron suerte a principios del siglo XX cruzando el Atlántico. Pero hizo fortuna y volvía cada vez que podía a su tierra natal. En una de esas ocasiones ya traía recursos suficientes para comprar la quinta. La había visto de niño, porque ya estaba construida. "Creemos que era de un hombre que había venido de Cuba y mi abuelo se la compró. De pequeño, en Ables, le llamaba mucho la atención la casa y el lugar, que era precioso. Y acabó por poder comprarlo cuando hizo dinero y le puso el nombre de su hija, de mi madre Rosa", cuenta Elías Rodríguez.

Arriba, el matrimonio formado por Edelmiro González y Adela Fernández, con sus hijos Adela, Ketty, Rosa, Antonio, Edelmiro y Bernardo. Falta uno de los hermanos, José Manuel, que aún no había nacido.

Arriba, el matrimonio formado por Edelmiro González y Adela Fernández, con sus hijos Adela, Ketty, Rosa, Antonio, Edelmiro y Bernardo. Falta uno de los hermanos, José Manuel, que aún no había nacido.

El indiano Edelmiro González Martínez nació en Ables, en 1906, en Casa Tamón. "La casa sigue ahí y mi familia también. Pensamos que el bisabuelo, que se llamaba Antonio, vino de la zona de Tamón y de ahí el nombre. A mis primos, de hecho, aún los llaman los ‘Tamones’. Mi abuelo Edelmiro se fue de aquí a los 12 años. En Cuba estuvo trabajando un año, luego enfermó y lo estuvieron ayudando unas personas que de aquella estaban en Cuba pero vivían en México. Le dijeron para irse a México: llegó a Veracruz y de ahí se fue para Puebla, que yo creo que es el estado donde hay más españoles o descendientes de estos", explica su nieto Elías Rodríguez.

Adela Fernández, abuela del actual dueño, en el interior de la Quinta Rosita.

Adela Fernández, abuela del actual dueño, en el interior de la Quinta Rosita.

En Puebla conoció a su esposa, Adela, que era hija de un emigrante asturiano, de Cudillero. Sus vidas se enlazaron por casualidad en la que fue una hermosa historia de amor que llenó de felicidad, hijos y éxito económico al matrimonio. "Estando mi abuelo ya en Puebla al padre de mi abuela Adela le dijeron, oye, por ahí anda un asturiano que acaba de llegar. ¿Y a qué se dedica? Pues es carpintero. Entonces mi bisabuelo de Cudillero, Bernardo Fernández, del que ya no me sé tanto la historia dijo, a ver, pues llámenmelo para acá. Fue a su casa y le encargó la recámara de su hija. La hija, Adela, fue a la postre mi abuela, porque ahí se conocieron, se casaron y bueno, él ya se quedó a vivir allá", cuenta hoy su nieto. Adela Fernández llevaba por segundo apellido Meyer, pues su madre, mexicana de nacimiento, era hija de un alemán. La casa de esta rama familiar sigue existiendo en el concejo cudillerense, donde una placa nombra la vivienda de los Fernández Meyer.

Edelmiro González, en Ables, en una de sus estancias cuando volvía a Ables.

Edelmiro González, en Ables, en una de sus estancias cuando volvía a Ables.

El abuelo indiano de Llanera, Edelmiro González Martínez, empezó a abrirse camino en México con la carpintería, "luego tuvo un negocio de transportes, de carga, compró un camión y bueno, ahí iba haciendo transportes de México a Puebla y de Puebla a México". Más tarde puso también un negocio de abarrotes. Hizo dinero. "Regresó a España en tres o cuatro ocasiones y en uno de esos viajes ya compró la quinta. También adecuó la casa en la que había nacido, que ahí sigue", precisa su nieto.

Dudó en aquel momento, a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, entre comprar la quinta o la Torre de los Valdés, conocida hoy como castillo de San Cucao. "Él estaba viendo si comprar ese castillo o la quinta. Y andaba entre las dos cosas, hasta que le preguntó a mi mamá Rosa. Ella prefirió la quinta, que no se llamaba así, ese es el nombre que le dan en México a estas propiedades de campo. Y con la quinta se quedaron y desde ahí es la Quinta Rosita. Entiendo que la compró a un señor que había estado en Cuba. Compró, estuvieron viviendo ahí él y su familia, mis tíos, mi mamá... Y ya quedó en la familia", cuenta Elías Rodríguez.

Entrada a Quinta Rosita, en Portiella (Ables), en su estado actual.

Entrada a Quinta Rosita, en Portiella (Ables), en su estado actual.

La casa existía muchos años antes de ser Quinta Rosita y algunos autores apuntan que la edificó otro indiano que estuvo en La Habana, de nombre Fructuoso Hevia. "Estaba ya hecha. Mi abuelo, de pequeño, se metía ahí a coger manzanas y le llamaba mucho la atención esa propiedad", cuenta su nieto. La adquisición por parte de Edelmiro González Martínez se produjo a mediados del siglo XX, entre los años 1945 y 1947, pues no se sabe de la fecha concreta de la operación. Fue en uno de los viajes que el abuelo hizo a España.

Adela Fernández Meyer, Edelmiro González Martínez, Ketty González Fernández y la pequeña Nieves Vives González,  en una imagen de la familia de una de las estancias del indiano en Ables.

Adela Fernández Meyer, Edelmiro González Martínez, Ketty González Fernández y la pequeña Nieves Vives González, en una imagen de la familia a la puerta de Quinta Rosita en una de las estancias del indiano en Ables.

El abuelo indiano siempre vivió en Puebla durante su estancia en México y allí fallecería, a finales de los años setenta del siglo pasado tras sufrir un accidente, un atropello por un coche, que le dejó enfermo durante largo tiempo y que acabaría finalmente con su vida. En México Eldelmiro González Martínez había tenido seis hijos. "Dos de ellos, Ketty y José Manuel González Fernández, vinieron a vivir para acá, antes de que muriera mi abuelo y se fueron a vivir precisamente ahí, a la quinta", relata. La herencia de la propiedad al cabo del tiempo pasó a una tía de Elías Rodríguez que aún vive. Con la pretensión de que siguiera en manos de la familia, "mi tía y primo muy gustosamente nos animaron a quedarnos con ella", explica el nieto del indiano, que es su dueño desde hace un par de años.

Elías Rodríguez, en su juventud, con tres de sus primas, Nieves, Quetty y Pilar,en una imagen tomada hace 35 años en Quinta Rosita.

Elías Rodríguez, en su juventud, con tres de sus primas, Nieves, Quetty y Pilar,en una imagen tomada hace 35 años en Quinta Rosita.

Elías Rodríguez conoció la casa en sus buenos tiempos. "Yo nací en México, vine en varias ocasiones y viví en la quinta. Y siempre me quedé con la cosa de que este lugar, la finca, la vivienda, me gustaba mucho", cuenta. Regresó a España hace ya dos décadas y tiene aquí a su familia. Sigue teniendo negocio en México y vuelve de vez en cuando, pero el plan es quedarse definitivamente. Y en ese plan tiene mucho que ver Ables. Y la familia. "Aquí está toda la familia de mi abuelo, todas las hermanas y hermanos, hay mucha descendencia y nos vemos, de seguido, en Casa Tamón", señala, insistiendo en que la quinta no se vende. "La idea es quedarnos, devolver la casa a lo que fue y que lo haga en manos de la familia", dice. "La idea es esa vuelta a la casa de Llanera", incide el nieto del indiano Edelmiro González Martínez, que también quiere ahora cumplir su sueño en la Quinta Rosita.

Elías Rodríguez con su prima Pilar, anterior dueña de Quinta Rosita y aún de una parte de ella, en una imagen de hace unos años, delante de la propiedad,

Elías Rodríguez con su prima Pilar, anterior dueña de Quinta Rosita y aún de una parte de ella, en una imagen de hace unos años, delante de la propiedad,