No hay misterio para Rubén Campa, el mejor escanciador de Llanera, cuya clave no es otra que "mucha práctica a lo largo de los años”
“Hacen falta más echadores en el concejo, es una pena que no se anime más gente”, apunta el joven, del restaurante "La Bolera", en Lugo
Rubén Campa Solís tiene la fórmula. Ni es mágica ni requiere de complejas ecuaciones matemáticas, pero da la clave para echar el mejor culete de Llanera. El escanciador, al frente junto a su familia de “La Bolera”, negocio de solera en Lugo, lleva varios años en lo más alto de los campeonatos regionales, y como señala con una sonrisa, no hay más misterio que “mucha práctica a lo largo de los años”.
Campa se ha alzado este año como el mejor escanciador del concejo, y ya van tres años seguidos, en el campeonato que se organiza en Llanera con motivo de los festejos de San Isidro. Un palmarés más que satisfactorio para un profesional que empezó siendo apenas un guaje en el negocio de los padres. En el restaurante “La Bolera”, que regetan desde finales de los años 90, mamó el oficio, y ya con 17 años se puso a trabajar echando sidra. “Llevo ya 22 años en broma, aunque se veía venir… Siempre tuve más o menos claro que acabaría trabajando en esto”, sostiene.
Fue en el año 2015 cuando se decidió presentarse al concurso local de escanciadores y quedó tercero. Una “muy buena experiencia” que lo animó a seguir. “Me prestó y empecé a ir a todos los certámenes”, explica, de manera que “también empecé a perfeccionar la técnica; los jueces te van diciendo cómo tienes que hacerlo, cómo poner el vaso, la botella, cómo no mover el brazo…. Te dan pautas muy útiles y así vas aprendiendo”, relata Campa.
Así ha conseguido ser el mejor del concejo, si bien “hacen falta más echadores en Llanera, no es una zona con mucha tradición y es una pena que no se anime más gente”, apunta el joven, para quien lo más complicado de echar el culete de diez son “los nervios”. Porque “en el restaurante está controlado, pero estar echando sidra delante de 500 personas como ocurre en algunos concursos impone, y cuando te dicen que van expresamente a verte es mucho peor”.
Debe dársele bien controlar el miedo escénico, porque aún con la presión sobre el escenario consigue clavar la medida exacta, en el tiempo necesario y con el estilo requerido para ser campeón tres veces seguidas en su tierra, y para haberse alzado con concursos como el de Cabranes en el año 2019. “Hacía más de tres años que no ganaba un asturiano en aquel concurso, fue muy especial”, admite.
Este año no lleva el circuito al pie de la letra, porque “en el restaurante tenemos mucho trabajo y es complicado poder estar por ejemplo en Tapia de Casariego por la tarde de un sábado, cuando más apuro tenemos aquí”. Así que sólo se ha presentado a 8 de las 18 pruebas de este año, en función de su disponibilidad.
En “La Bolera” trabajan en la actualidad cinco personas, con su madre aún entre fogones y su padre ya jubilado, y cada verano el negocio se convierte en un hormiguero. En su terraza organizan conciertos los jueves alternos, porque hay que diversificar y porque a la gente le encanta tomar algo en el prado con el buen tiempo escuchando buena música. “Silvidos y Gemidos” son habituales de su escenario, y “esto se llena de gente de todo el concejo y de concejos vecinos que valoran el buen escanciado”, asegura.
De cara al futuro espera seguir en el negocio y echando sidra, aunque reconoce que está complicado encontrar buenos echadores de sidra. Sería necesario “profesionalizar” el sector, apunta, pero el principal escollo hoy en día es “que la gente quiera trabajar, porque la hostelería es muy exigente y tiene horarios complicados”.
Por eso el hecho de que se estén organizando cursillos para alcanzar un cierto grado de profesionalización “es algo muy positivo, es una gran idea”. Y más con el acicate del reconocimiento de la cultura sidrera como patrimonio inmaterial de la humanidad. “Era necesario y es un gustazo que nuestra tradición sea patrimonio de todos”, afirma. Y él seguirá trabajando para mantener ese legado, brazo en alto, mirada al frente, midiendo mentalmente el culete perfecto.
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