La puerta de la panera que Carmen Polo se quiso llevar de Llanera: historia de las tallas y pinturas que enamoraron a la prometida de Franco

La pieza data de 1787, y su dueña la defendió con firmeza ante la insistencia de quien ofrecía 10.000 de las antiguas pesetas: "Por entonces era una cantidad desorbitada"

Luján Palacios

Luján Palacios

Abundan las reliquias y curiosidades en la Casa el Ferreru de Tuernes, en Llanera, a la sazón el hogar familiar durante generaciones del estudioso local Chema Martínez. Y entre las muchas cosas que se han conservado en esta antigua y extensa casería, hay una construcción que guarda una anécdota para el recuerdo: una panera datada en el año 1787, primorosamente tallada y pintada, cuya puerta casi acaba entre las posesiones de Francisco Franco, el Caudillo casado con la llanerense Carmen Polo.

Su entonces prometida, natural de San Cucao, conocía bien los pueblos de Llanera, y sabía de la existencia de una panera en dicha casa que llamaba la atención por lo trabajado de sus puertas y ventanas, talladas en madera de castaño por manos expertas y coloreada con vistosos tintes vegetales. Tanto le gustó a Carmen Polo que se empeñó en comprarle la puerta a la dueña, la abuela de Chema Martínez, con la idea de desmontarla y llevársela a Madrid con motivo de sus esponsales, quizás con la intención de transformarla en otro tipo de mobiliario.

Pero doña Beningna tenía las cosas claras, y le dijo firmemente que no, pese a que le ofreció 10.000 pesetas de la época. Era 1920 y la cantidad era desorbitada. "Era una mujer con arrestos", señala Martínez con una sonrisa. Así que la panera se quedó entera en su sitio, en Casa el Ferreru, donde había llegado en piezas desde la localidad avilesina de Molleda. Porque de allí era la bisabuela, quien a su vez llegó a Tuernes con la panera desmontada como dote de bodas.

La contrucción cuenta con una puerta tallada con motivos vegetales y geométricos, pintados con colores naturales que han sobrevivido atenuados al paso del tiempo. Aunque "cuando yo era guaje, la recuerdo llena de colorido", recuerda Chema Martínez. Además, cuenta con seis ventanas con su contraventana de madera, para ventilar el espacio, igualmente talladas y decoradas; una de ellas con una flor blanca y ramaje verde perfectamente conservada.

Toda una joya, catalogada y en perfecto estado, que podía haber acabado en parte entre las posesiones de la familia Franco, pero que sigue en pie en Llanera a la vista de quienes tengan curiosidad por su historia.

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