La "desenteladora" para la indigestión de vacas y otros artilugios: historia de una casa familiar y un amor en Llanera

Chema Martínez, estudioso local, atesora gran cantidad de piezas de la herrería de sus antepasados en Tuernes

Luján Palacios

Luján Palacios

Muy pocos en Llanera desconocen a Chema Martínez, y podría decirse que a él no se le escapa un dato de su concejo. El que lo vio nacer en la Casa El Ferreru, en Tuernes, y al que ha dedicado largas horas de su vida para recopilar datos, hechos, historias y personas. Una pasión forjada a fuego lento, como se hacía en la casa familiar en la que han vivido sus antepasados durante generaciones. En la que él habita y en la que se las ha apañado para organizar todo un museo sobre la fragua en la que laboraron "mi padre, mi abuelo, mi bisabuelo y mi tatarabuelo, que tengamos documentado", explica.

Y no sólo eso: a la gran cantidad de piezas históricas originales que ha recuperado del negocio familiar para su exhibición al público interesado se suma también un buena colección de aperos y utensilios de labranza y del hogar, retazos de un pasado no tan lejano pero que en muchas casas se han ido perdiendo con los años. Un pedazo de lo que fuimos congelado en el tiempo, convenientemente restaurado y catalogado, y con la peculiaridad de que cada pieza "es la que había en la casa, y también tenemos algunas donaciones, pero son siempre cosas que sabemos que hubo en la casería y se perdieron; queremos que sea auténtico".

Habla Chema también por boca de su hermana y su hermano, herederos de una riqueza patrimonial que se remonta al menos a 1825. Es el año en el que la fragua de la familia aparece documentada por primera vez. Pero debió ponerse en marcha con anterioridad, porque "en el Catastro del Marqués de la Ensenada ya se refleja que había un herrero en Tuernes unos 75 años antes". Además de herrería, la casería se completaba con un potro para "ferrar" a los animales y llagar de sidra. Cuando el negocio quedó en desuso, Chema y sus hermanos se propusieron restaurar el espacio, anexo a la vivienda "donde ha estado siempre", para conservarlo en condiciones y dar un espacio digno al material que había en la casa: unas 750 piezas, todas inventariadas. Proceden de una casería "grande, que es propiedad de la familia desde 1922", y en la que se han guardado durante años objetos singulares.

Hay una gran mesa de castaño para trabajar en la fragua, restaurada por su hermana Azucena, que data de 1865, y debe ser el elemento más antiguo de su museo particular. Destacan por su antigüedad y presencia el barquín y el fuelle original del año 1800, también recompuesto clavo a clavo y con una nueva piel "de una vaca grande, porque tiene que ser de una sola pieza". Saben bien los tres hermanos de lo que hablan, porque "de guajes todos trabajamos aquí, ayudando a avivar el fuego".

Junto a las piezas más grandes se conservan multitud de curiosidades: unos clavos de hierro hechos por su abuelo en 1921, aciales o mordazas para ayudar a "ferrar" al ganado, cadenas para las vacas, pastorias para el caballo, fierros de cabruñar, numerosas herramientas específicas de la fragua y todo un universo de utensilios de otro tiempo. Trébedes para poner la pota, ollas de cobre, medios copines para el grano, botellas de sidra hecha en casa a finales de los 70, jeringas "para personas y animales", una caja de plomos, viejos contadores de la luz, gadaños, zapicos, matrículas de los carros de la casa, perchas hechas con alambres retorcidos, hervidores de leche, una antigua plancha de hierro, una teja de cristal elaborada en la fábrica de La Granja, que dejó de elaborarlas allá por 1930, y que daba luz a los herreros en su tarea diaria dejando pasar los rayos del sol, tijeras de podar hechas en casa; una balanza romana en la que "nos pesaban cuando éramos guajes", arados, gradias y demás material del campo. Con ingeniosos inventos como unos tridentes de hierro con las puntas rematadas por bolas, especialmente diseñados para recolectar remolacha azucarera sin dañarla: un cultivo que en su día tuvo mucho predicamento en Llanera y que se ha perdido.

También se conservan pequeños tesoros como un "Libro de Cuentas" diseñado en 1880 por Manuel Muñiz, abuelo del poeta Ángel González, para ayudar a los campesinos que no tenían mucha escuela a hacer números en la plaza y los mercados. "Lo usaba mi abuela cuando iba al mercado a Posada, y en él vienen todas las correspondencias entre medidas y precio", explica Martínez.

Otra de las piezas más llamativas es la llamada "desenteladora de animales". Se trata de un artilugio de hierro que se metía a las vacas en la boca cuando estaban "enteladas", es decir, cuando algo las indigestaba. Con un mecanismo se expandía un hierro en la boca de la res que le provocaba el vómito: todo un éxito si el animal lograba devolver lo que le estaba haciendo daño. En caso contrario, "había que llamar al veterinario, y en aquella época salía caro". El aparato fue comprado entre varios vecinos de la zona por 360 pesetas, y se lo iban pasando según lo necesitaban.

Y otra curiosidad: la foto de una salladora y sembradora que se elaboró su abuelo en la herrería como encargo para un regalo de bodas para una vecina de Llanera. Corría el año 1947 y los detalles de casamiento distaban mucho de ser como hoy en día.

Es este museo casero un reflejo del carácter meticuloso y el amor por la historia de Chema Martínez, quien cuenta con varias publicaciones en su haber sobre la historia local: el aeródromo de la Morgal, las escuelas de Llanera o las fraguas. "Hay que escribir todo lo que se sabe", señala, antes de apuntar que "no soy ningún experto, sólo soy curioso". Entre 1970 y 1973 fue corresponsal en Llanera para LA NUEVA ESPAÑA, antes de que el trabajo como responsable de calidad en una refractaria lo alejara de tal cometido. Colaborador de varias publicaciones locales como los Cartafueyos o los Perxuraos, hace unos años fue honrado con su nombramiento como pregonero de la fiesta de los Exconxuraos.

Su amor por la tierra y la costumbre de su casa, en la que abundan los inventarios de objetos desde hace tiempo, lo han llevado a organizar un pedazo de historia local para disfrute de quienes deseen pasar un rato agradable. Lleva ya más de un millar de visitas de particulares y grupos, con nutrida presencia de los colegios locales. ¿Qué es lo que más les gusta a los chavales? "Un aparato que había en casa para anillar a los gochos, siempre les digo que es una máquina para hacer piercings y les encanta". Y es que en la fragua de Chema Martínez hay casi, casi de todo.

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