Rosa Muñiz estudió toda la historia del arte con 65 años: "Si quieres, puedes"

La vecina de Villabona empezó la carrera a la edad en la que otros se jubilan, toreó con el campus virtual en la pandemia y se graduó rodeada de chavales

Rosa Muñiz, con su orla y sus cuadros en su casa de Villabona. | L. P.

Rosa Muñiz, con su orla y sus cuadros en su casa de Villabona. | L. P.

Luján Palacios

Luján Palacios

Villabona (Llanera)

Cuando Rosa Muñiz Fernández se presentó en 2019 con sus bolis y sus papeles en el campus del Milán tuvo un momento de duda. "Qué estoy haciendo", se preguntó por un segundo, para desechar sus temores en apenas unos instantes. Con 65 años era una estudiante sorprendente en medio de la chavalería que iniciaba el grado en Historia del Arte, y la de Villabona (Llanera) acabó siendo una de las mejores alumnas, aprobando año por año y "con varios sobresalientes".

La suya es una historia de inquietud artística y superación. "Estudié el bachillerato de aquellos años, interna con las monjas, pero luego nunca más me dediqué a ello: "Crie a mis hijos y trabajé en casa, y creo que hice bien porque, si no lo hubiera hecho, me hubiera perdido muchas cosas de su vida", reflexiona. No obstante, siempre ha sido lectora voraz, y " tengo que tener la mente ocupada", señala con una sonrisa. Así que con los hijos ya mayorcitos, empezó a considerar la opción de volver a las aulas.

Primero se apuntó a varios cursos del Programa Universitario para Mayores de la Universidad de Oviedo (PUMUO) que se impartían en Avilés, y enseguida pensó que también podría acudir a clases en Oviedo. Fue una prima licenciada en Hispánicas la que la animó a intentarlo, y bendita la hora en la que le hizo caso. Porque "ha habido gente que me ha dicho de todo, que estaba loca, que adónde iba yo, que iba a fracasar…". Pero el tesón de Rosa les ha demostrado que todo lo contrario, y eso que los inicios no fueron fáciles.

Porque primero tuvo que preparar el acceso a la Universidad. "Hice el de mayores de 25 años; el de mayores de 45 me parecía muy difícil", confiesa. Y como quería hacerlo con nota, se examinó de historia del arte, historia contemporánea y portugués. "De esto último no tenía ni idea al principio y acabé sacando un 9,5", señala divertida. Fue el primer sobresaliente de una carrera plagada de anécdotas.

La primera, cuando llegó la hora de matricularse. "Resulta que lo hice mal porque no sabía que las asignaturas eran cuatrimestrales, así que cogí la mitad porque no sabía lo que me iba a encontrar", recuerda. Empezó por Prehistoria y cogió el ritmo tan pronto que en el segundo cuatrimestre se matriculó de varias asignaturas de segundo curso. "Yo tenía prisa, quería acabarlo", indica entre risas.

Y así, año por año y rodeada de chicos que "podrían ser mis nietos", la Rosa que empezó el curso "sentada en un rincón para no tener que hablar" pronto se convirtió en una alumna en toda regla, arropada por los profesores y los chavales y feliz con la experiencia. "Fueron encantadores conmigo, me ayudaron en todo, con los apuntes y los trabajos; como yo soy lenta para cosas como el power point, les hacía el contenido y ellos el documento", apunta sobre sus compañeros de pupitre.

La cosa se complicó con el covid y el desembarco del Campus Virtual. "Ahí pensé que me volvía loca, con días de entrega de trabajos que pensaba que no llegaba; una noche estuve hasta las tantas y cuando intenté mandar la tarea ya estaba cerrado el Campus Virtual. Cuando acabé, me dolieron las piernas toda la noche de la tensión. Al final se lo conté al profesor y me puso todas las facilidades para volver a enviarlo", relata Rosa.

El curso más difícil fue tercero, porque "el Barroco es muy lioso, mucho que estudiar y asignaturas dificilísimas", reconoce. Pero todas las sacó adelante con tesón y esfuerzo, cogiendo el tren a primera hora en la estación de Villabona y regresando para comer con su marido, Armando Guerra. Luego, toda la tarde de estudio. "Él está orgullosísimo y me ayudó mucho", sostiene Rosa. Al igual que sus tres hijos: "Están encantados".

Cuando se graduó tras los cuatro cursos "no me lo creía", asegura. Una sensación poderosa, como la del primer sobresaliente de la carrera, y cayeron varios, porque "yo iba a por nota, el cinco no me valía". Por el covid no hubo viaje de estudios ni celebraciones universitarias al uso. Para más colmo, el día de la graduación "me puse mala de la gripe A y no pude ir". Pero atesora con mimo el título y la orla, una Rosa radiante de toga en el centro de un mar de sonrisas juveniles.

Ahora está buscando "microgrados" para hacer a distancia, porque otro grado presencial "ya es demasiado". Y también quiere empezar a viajar y ver mundo, además se seguir con su afición por la pintura. Su casita de Villabona está llena de sus trabajos, una labor en la que se inició en los cursos municipales que impartía Benjamín Menéndez, y en los que sigue inmersa para perfeccionar su técnica. Además, Rosa fue concejala en la oposición en Corvera durante unos años y presidenta de la asociación vecinal de Villardeveyo. Y como es natural de Nubledo, para ella fue un orgullo que la hicieran pregonera de las fiestas el año pasado.

"No puedo estar quieta", resume. Y lanza un mensaje a todo el mundo: "Si quieres, puedes. Nadie te lo impide si pones empeño, hay que empeñarse y ser cabezón". Y al final, los sueños se hacen realidad. Rosa lo certifica.

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