Luis Álvarez y Elena González construyen el futuro de muchos niños en Llanera: esta es la historia de la única familia de acogida en el concejo

En los últimos años han ofrecido su hogar lleno de amor a once pequeños internados en centros: "se van millonarios en afecto"

Luis Álvarez y Elena González, con su últimobebé en acogida.

Luis Álvarez y Elena González, con su últimobebé en acogida.

Luján Palacios

Luján Palacios

Posada de Llanera

Hay personas que en medio de la oscuridad se dedican a encender llamas de esperanza, que se sobreponen a los golpes más duros de la vida para entregarse por completo a otros y ofrecerles una oportunidad de futuro. Luis Álvarez y su mujer Elena González, de Posada de Llanera, entran dentro de esa categoría excepcional: son la única familia voluntaria para la acogida de niños en el concejo, una tarea que desarrollan desde el año 2014 y a la que se han dedicado en cuerpo y alma, con once niños que han pasado por su casa en todo este tiempo.

El gusanillo de ayudar les picaba desde hace mucho, con niños de campamentos saharauis de vacaciones en su hogar cada verano. Después llegó la muerte prematura de su hijo, y finalmente, el convencimiento de que, por cuesta arriba que se pongan las cosas, siempre se puede echar un cable. Y no uno cualquiera: el de hacer parte de su familia a menores tutelados en los centros del Principado que no tienen algo tan básico como un hogar en el que crecer en confianza y amor. “Según los psicólogos, es en los tres primeros años de vida de los pequeños cuando aprenden a confiar y querer”, relata Luis, que es el portavoz de la Asociación de Familias de Acogida del Principado de Asturias (AFAPAS). Y en esos centros hay muchos chiquillos que “llegan a nuestra casa en absoluta pobreza: no tienen unos padres, unos abuelos, unos tíos, nadie que los quiera”.

En casa de Luis y Elena encuentran “mimos y cariños a toneladas”, justo lo que les hace falta para crecer como personas, hasta que su situación se va solventando: la mayoría de esos pequeños acaban siendo adoptados, otros, los menos, vuelven con su familia biológica. Pero siempre se llevan el colchón de amor que les proporcionan las familias de acogida en ese intervalo.

“Ser familia de acogida no es fácil: todos los que la integran, sea cual sea su estructura, tienen que estar de acuerdo, hay que superar muchas entrevistas y valoraciones. Y no todo el mundo puede; hay un momento en la vida para cada cosa”, razona Luis Álvarez, que estos días está disfrutando de unas vacaciones en familia en Tenerife. Con su último pequeñín en acogida, un bebé lleno de energía que gorjea feliz al otro lado del teléfono.

El camino para lograr el reconocimiento a las familias de acogida no ha sido fácil: al principio apenas había ayudas para ellas, y AFAPAS ha luchado mucho desde su creación precisamente para esto, para que los voluntarios que acogen reciban una ayuda por el mantenimiento de los niños. “La Consejería es su tutor legal, es ella la que debe asumir esos gastos; nosotros somos voluntarios, y nos hacemos cargo de alimentarlos, vestirlos, mandarlos al colegio… es necesario un respaldo económico, el justo y necesario porque aquí nadie viene a hacer negocio”, puntualiza el llanerense.

“Nosotros les damos todo lo que una institución no puede darles, porque al final por mucho que haya cuidadores encantadores, pues nadie puede cuidar a 10 o 15 niños y abrazarlos a la vez”, explica Luis, quien asegura que “ahora mismo estamos en buena situación, los problemas del principio para acceder a esos apoyos económicos ya se han ido superando”. Es más, en el caso del Ayuntamiento de Llanera “es el único que valora que los niños estén en acogida para darles beca de comedor y de libros, y eso es muy de agradecer”. AFAPAS cuenta con unos cuarenta socios, familias de acogida que se han ido sumando, y si no son más es porque “hay gente que no lo ha experimentado; si lo hicieran fliparían con lo que supone, y seguro que repetirían”, sostiene Álvarez.

El matrimonio llanerense acumula ya mucha experiencia con los pequeños, y tienen claro que es más fácil hacerse cargo de los bebés. “Los niños con una edad más avanzada ya saben que no van a quedarse contigo, tienen otros problemas y no es fácil”, asegura, tras los once años de labor que lo avalan, y con varias tipologías de acogimiento en este proceso: desde el acogimiento canguro, el de los más pequeños, hasta el de los niños mayores que ya no van a ser adoptados, y se quedan en acogida permanente hasta que son mayores de edad y toman sus propias decisiones.

Una vez que los niños más pequeños con los que el matrimonio hace su labor de acogida se van con sus familias, adoptivas o biológicas, Luis y Elena siempre mantienen el contacto con ellos, y eso “ayuda a que separarse sea más fácil; al final no es un adiós sino un hasta luego”. Han llegado a juntarlos a todos en su casa, con sus familias incluidas, y la experiencia ha sido “fantástica”.

Es un proceso en realidad natural, pero que “la gente no acaba de entender, hay muchas dudas y creencias en torno a las familias de acogida que aún hoy nos sorprenden”, aseguran. Porque “lo primero que nos preguntan cuando nos ven con los niños es: ¿y dónde es? Y cuando les dices pues de aquí, de Asturias, se sorprenden mucho; parece que tienen que ser de Ucrania, o de Gaza. Pues no, señores, aquí hay muchos niños que necesitan una familia”, relata Luis enérgico.

La segunda pregunta típica es “¿Os podéis quedar con él?”. “Pues no, nosotros no somos adoptantes. Somos una familia de acogida y nuestra labor es temporal, hasta que se resuelva su situación”, añade. Y por último, la pregunta del millón: “¿No os da pena cuando se van?”. Pues tampoco, porque Elena y Luis siguen formando parte de sus vidas para siempre, y con la satisfacción de que “cuando llegan no tienen nada; cuando se marchan son millonarios en cariño y atenciones”.

Y de eso, en su casa de Posada, hay por toneladas.

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