"Pascua la de Ca Mariano" vive en la memoria musical de Llanera: historia de la panderetera de Arlós

La revista "Cartafueyos" recuerda la figura de esta mujer de la localidad de Vendón, que fue muy popular

Noelia Pérez y José Avelino Pérez, bisnieta y nieto de «Pascua la de Ca Mariano», ante la casa en la que nació la panderetera, en Vendón.

Noelia Pérez y José Avelino Pérez, bisnieta y nieto de «Pascua la de Ca Mariano», ante la casa en la que nació la panderetera, en Vendón. / L. P.

Luján Palacios

Luján Palacios

Arlós (Llanera)

En lo más alto de la localidad de Vendón, en la parroquia de Arlós (Llanera), donde el viento azota sin piedad y el verde se extiende como una falda por las cuestas empinadas, habitó una mujer llena de arte que animó con su pandereta y sus sones las fiestas de la juventud de la época. Nacida en 1871 y fallecida en 1938, Pascuala Pérez Fernández, "Pascua la de Ca Mariano", fue un personaje lleno de alegría, conocedora de muchas canciones para entamar el baile y con unos arrestos que para sí quisieran muchos, como demostró durante la Guerra Civil que le tocó vivir al final de su vida.

La vida de Pascua, de la que no se conserva testimonio gráfico tras desaparecer su foto de bodas, ha sido recopilada por la Asociación de Madres y Padres, Alumnas y Alumnos de la Escuela Municipal de Música de Llanera, en un trabajo publicado por la revista "Cartafueyos". Con ello quieren que una persona fundamental en la custodia y la trasmisión de la cultura y el folclore asturiano no se quede en el olvido, sobre todo cuando ser mujer y música no era nada fácil en aquellos años de trabajo duro para sacar adelante a una prole extensa, con la hacienda, la casa y los ingresos que obtenía como lavandera.

Su nieto José Avelino Ménendez Pérez, "Pepe de Ca Mariano", y su bisnieta Noelia Menéndez son los guardianes de los últimos recuerdos de la güela Pascua, una mujer de armas tomar que hizo de la pandereta su arma y del ingenio su bandera. Nacida en Vendón, en la Casusa, se casó con el güelu Mariano, de Ca Mariano, y fue madre de nueve hijos: ocho eran chicas y el único varón falleció siendo niño. De manera que la quintana delante de la vieja casa que habitaron siempre debía de estar llena de mozos rondando, y era mucha la chavalería que se acercaba a este pintoresco punto del concejo llanerense para disfrutar de la animación que propiciaba Pascua. "Venían de muchos sitios y se armaba un buen baile, es el recuerdo que nos ha quedado", señala su nieto.

Pascua era la artífice de la música y el ritmo con su pandereta las tardes de domingo y fiestas de guardar, probablemente con apenas un puñado de romances y canciones populares de la tradición oral en la cabeza. Era bastante para llenar el pueblo de música y alegría, y así se hizo conocida la mujer, aunque nadie en la familia sabe cómo se inició en ello ni dónde aprendió a tocar.

Lo que sí recuerdan en Ca Mariano con nitidez son los grandes esfuerzos que tuvo que hacer aquella mujer para sacar adelante a nueve hijos, con un oficio de los más duros y que ella desempeñó con alegría. Porque además de llevar la casa y la huerta, Pascua también era lavandera, como señala su nieto Pepe. "Lavaba ropa de las señoras burguesas pudientes de Avilés. Bajaba en burro todos los lunes de mercado a llevar la ropa limpia y volvía con un montón de ropa sucia para lavar durante la semana", rememora.

Bajaban y subían a Vendón en burro, y como ella, varias vecinas más que ganaban un dinero con este oficio, lavando en la fuente del pueblo y dejándose las manos en ello. Antes de enjuagar la ropa, había que colarla en ceniza, y "tenía que ser de madera especial para que quedara bien limpia, porque las señoras eran muy exigentes".

Pero ni el frío ni la dureza de la labor le arrebataron a Pascua su alegría. Sólo la Guerra Civil consiguió acallar su pandereta, y ella tuvo la última palabra. Como recuerda su nieto, resultó que Vendón era zona roja durante la contienda, y grupos de fascistas se dedicaron a meter miedo a los habitantes del pueblo. Una patrulla de vigilancia se acercó a la localidad un día de 1937, y como sabían que Pascua tocaba la pandereta, se la pidieron para requisarla y llevársela. Aunque Pascua trató de resistirse por el bien que le hacía tocar y el cariño que tenía hacia su instrumento, tuvo que acabar cediendo. Pero, tal y como se ha transmitido de generación en generación, la güela Pascua, en un último gesto de rebeldía, sacó una pequeña navaja que siempre llevaba en su faltriquera y ni corta ni perezosa le dio dos tajos en forma de cruz para destrozarla. Fue sólo entonces cuando se la entregó a los falangistas, a los que dedicó una frase lapidaria que ha quedado para el recuerdo familiar: "Ahora, tirai de los cascabeles".

Aunque la amenazaron con pegarle un tiro allí mismo, nada le pasó, y ella siguió fastidiando a las brigadas que subían al pueblo para llevarse todo lo que se les antojaba. Como el día que un miliciano entró a revisar la casa del forno, y Pascua le dijo a gritos: "¡Ten cuidao, que ahí dentro hay dos!". Y lo que salieron fueron dos gatos de un salto, dejando al militar temblando del susto.

La muerte la encontró un año después de que su pandereta se silenciara para siempre, de que los bailes de Vendón pasaran a la historia y de que la vida se volviera un poco más gris. Falleció de una dolencia del corazón, pero su recuerdo y el de su arte han vencido al tiempo. Para rememorar cómo en aquellas alturas de Llanera, rodeada de pastos y vacas, hubo una vez una mujer que hacía música para alegrar la existencia de sus vecinos.

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